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La fiesta en su plenitud

Palmira poseía el mismo arraigo genético en esto de los toros, como el que ostentaban Cali y los pueblos en formación durante la colonia española en la cuenca hidrográfica del río Cauca.

28 de diciembre de 2020 Por: Alberto Silva

Palmira poseía el mismo arraigo genético en esto de los toros, como el que ostentaban Cali y los pueblos en formación durante la colonia española en la cuenca hidrográfica del río Cauca. Por eso no fue extraño que a uno de sus hijos, Agustín Barona Pinillos, le entrara la locura de construir una plaza para corridas con materiales modernos: hierro,
concreto, ladrillo y cemento, con capacidad de 10.000 espectadores, para albergar a la creciente afición que ya se evidenciaba en Cali y el Valle en sus plazas construidas con madera y esterillas de guadua.

Había descubierto un socavón dejado por un antiguo galpón de producción de adobe, teja y ladrillo. La simiente taurina de Palmira tuvo que estar muy arraigada en su gente, pues de lo contrario no se explica cómo el 27 de marzo de 1949, que según el santoral por coincidencia correspondía a Santa Lidia, inaugura ahí una flamante Plaza de Toros.

Agustín Barona Pinillos nació en la Hacienda El Trejo, municipio de El Cerrito. Fue pionero de la crianza del caballo de paso fino colombiano.
Aficionado a la hípica construyó en la década de los 40 el primer hipódromo que tuvo Palmira en la Hacienda El Recreo.

En frente del socavón comenzó a soñar con su última quijotada. La que lo llevaría a dotar a su ciudad de una plaza de toros, a enterrar su patrimonio y también a cavar su propia tumba en concreto armado.
Sentado en la parte más alta del enorme hueco, pasaba horas imaginando cómo quedaría el coso taurino que rivalizaría con la plaza de toros de Santamaría de Bogotá, inaugurada en 1931, a la cual visitaba todas las temporadas, donde se codeaba con los personajes ligados a la fiesta brava.

Durante los años de construcción, llegaba puntualmente por las tardes a su amado socavón para ver tomar forma, ladrillo a ladrillo, la anhelada plaza, pero sintiendo cómo sus bolsillos perdían peso a peso en desbocada dieta, la generosa figura de otros tiempos. A raíz de su inexorable quiebra quedó sumido en profunda crisis, que lo llevó a su muerte prematura el 9 de marzo de 1952 a la edad de 43 años. Barona Pinillos, hombre galante de vida llena, a quien su sueño se le convirtió en pesadilla, pero a sus paisanos en la realidad de un hito de la ciudad y la afición taurina de aquellos días.

Inauguraron la plaza los diestros españoles Jaime Marco ‘El Choni’, Luis Mata y Paco Lara, con toros de El Tablón de don Pepe Estela, iniciando un ciclo taurino que terminó en 1957, con la inauguración de la Plaza de Toros de Cañaveralejo de Cali.

Por la arena de la plaza de toros ‘Agustín Barona Pinillos’ la afición vio desfilar las figuras más notables de la torería de ese tiempo como Lorenzo Garza, Félix Briones, Jerezano, Luis miguel Dominguín, Félix Rodríguez, Belmonteño, Antonio Bienvenida, Luis Procuna, Nito Ortega, Joselillo de Colombia, Ricardo Balderas, César Girón, Chicuelo II y Calesero.

En años más recientes, hizo su presentación el triunfante maestro colombiano César Rincón, quien sufrió una grave cornada que lo tuvo al borde de la muerte. Premonitorio epílogo taurino de inolvidable época.

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