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¿Qué tanto hay del ciudadano Jorge Mario Bergoglio en el Papa Francisco?

El papa argentino de 76 años quiso siempre vivir como un 'ciudadano de a pie', amante de la literatura e hincha del fútbol. Pero alza la voz con fuerza por la Iglesia, aunque le falta un pulmón. Y en su pasado no faltan los cuestionamientos.

13 de marzo de 2013 Por: Elpais.com.co I AP

El papa argentino de 76 años quiso siempre vivir como un 'ciudadano de a pie', amante de la literatura e hincha del fútbol. Pero alza la voz con fuerza por la Iglesia, aunque le falta un pulmón. Y en su pasado no faltan los cuestionamientos.

Hombre de oración pero también hincha del fútbol. Amante de la literatura y estudioso de la química. Jerarca de la Iglesia que prefiere vivir como ciudadano de a pie. Sacerdote de sonrisa fácil con posiciones conservadoras. Pastor que promueve el diálogo social pero no rehuye el debate público. Jesuita que eligió ser llamado como franciscano. Jorge Mario Bergoglio, argentino, 76 años; conocido desde este miércoles como Francisco, Papa número 266 de la historia, es un hombre de múltiples facetas, que de seguro empezarán a marcar su gestión como máximo pastor de la Iglesia Católica.Y la que hasta ayer era una de sus características más notables -la humildad- es justamente la que ahora lo convierte en una 'vedette', en medio de un torbellino mediático en el que abundan los titulares que resaltan la llegada a la Santa Sede de un hombre que optó por el bajo perfil como estilo de vida.Francisco parece ser uno de esos personajes encantadores que prefieren ocultarse bajo la manta de la cotidianidad. El hombre que se convirtió en arzobispo de Buenos Aires en 1998 nunca quiso vivir en las cómodas instalaciones del palacio cardenalicio. Prefirió quedarse en un pequeño apartamento común y corriente muy cerca de la Catedral de esa ciudad. Tampoco viajaba en autos particulares, prefería el autobús. Y durante años no tuvo a su servicio una cocinera, pues él mismo se preparaba su comida.Tampoco lo hacía en Roma, ciudad en la que ya fungiendo como Cardenal optaba por llegar hasta la Santa Sede en transporte público. Y para no exhibir la fulgurante vestimenta de purpurado, prefería vestir una sotana negra, como si fuera un sacerdote más. Rehuye a cualquier tipo de exposición mediática. Cuando habla para los periodistas lo hace exclusivamente en función de algún propósito clerical. A diferencia de esos sacerdotes modernos que optan por convertirse en figuras de programas de televisión, este hombre prefiere la reserva, el silencio, casi el anonimato, en la medida de lo posible. Jorge Mario Bergoglio conoce como nadie el enorme valor de la vida privada. Francisco sabe muy bien que, desde este 13 de marzo, el privilegio de disfrutarla terminó.Su registro de nacimiento dice que vino al mundo el 17 de diciembre de 1936 en Buenos Aires. Y que sus padres fueron dos italianos que llegaron a Argentina en una de las tantas oleadas de inmigrantes después de la Primera Guerra Mundial: un ex empleado ferroviario llamado Mario, y una ama de casa de nombre Regina. Sus primeros estudios no tuvieron nada que ver con el Espíritu Santo, sino mucho más con los elementos terrenales y los tubos de ensayo. Jorge Mario Bergoglio terminó sus estudios secundarios en la escuela Hipólito Yrigoyen, donde obtuvo el grado de técnico químico.De sus años de infancia, sus vecinos hoy recuerdan una estampa uniforme, casi monótona: nunca fue un muchacho de la calle, sino un pibe entregado por elección propia a los libros. Pero la pasión del fútbol siempre estuvo en su corazón, aunque nunca llegó a ser siquiera una figura de barrio en las artes del balón.Pero en algún momento sintió el llamado de Dios y en 1957, a los 21 años, decidió convertirse en sacerdote, lo que le condujo a iniciar sus estudios en el seminario de Villa Devoto. Vista en retrospectiva, la suya no parecía una carrera diferente a la que han seguido otros hombres de Dios. En 1958 comenzó el noviciado en la Compañía de Jesús, por lo que se trasladó a Santiago de Chile, donde llevó a cabo estudios humanísticos, y en 1964 regresó a Buenos Aires para dedicarse a la docencia de Literatura y Psicología en el colegio de El Salvador.Cursó estudios de Teología entre 1967 y 1969 en el colegio de San José, en San Miguel de Tucumán, al norte de Argentina. Y su sacerdocio comenzó el 13 de diciembre de 1969, año en el que se desplazó a España para cumplir su tercer "probandato" (periodo que sirve para preparar intelectualmente a los jóvenes sacerdotes) en la Universidad Alcalá de Henares de Madrid.La docencia desempeñó un papel fundamental en su vida, pues le permitió desarrollar su capacidad natural para conectar con públicos diversos, dialogar, debatir y fijar posiciones. Bergoglio ha impartido lecciones en multitud de colegios, seminarios y facultades.En 1972 regresó a Argentina, después de su época en España, para comenzar como maestro de novicios en Villa Barilari, también en San Miguel. En esa localidad alcanzó a ser rector del colegio máximo de la Facultad de Filosofía y Teología, cargo que compartió con el de párroco de la iglesia Patriarca San José..En 1986 volvió a Europa, concretamente a Alemania, para ultimar su tesis doctoral, pero fue trasladado a la ciudad de Córdoba para ejercer como director espiritual y confesor de la Compañía de Jesús.Fue Juan Pablo II quien lo ordenó como obispo el 20 de mayo de 1992, encargándole la Diócesis de Auca. De allí pasaría a ser obispo auxiliar de la Diócesis de Buenos Aires y cinco años más tarde, en 1997, se convertiría en arzobispo coauditor de Buenos Aires. Un año después, en 1998, tras la muerte del arzobispo y cardenal Antonio Quarracino, llegó al máximo cargo de la Iglesia Católica en la capital argentina. De la mano de Juan Pablo II, Bergoglio tuvo una carrera prolífica en el Vaticano. El cardenal argentino, quien recibió la púrpura el 21 de febrero de 2001, fue nombrado miembro de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos y del Consejo Pontificio por la Familia.Pero hasta este miércoles, cuando se le eligió como Papa, su paso por la Santa Sede se reconocía más por un hecho controversial: la rivalidad que sostuvo durante el cónclave del 2005 con el poderoso cardenal alemán Joseph Ratzinger, quien al final saldría ganador del pulso convertido en el Papa Benedicto XVI.Aunque el cónclave y las votaciones para elegir al Papa son secretos, años después la prensa develaría detalles de lo que ocurrió aquel día. Bergoglio, que ya había sido superado por Ratzinger en dos votaciones previas, contaba con el apoyo de al menos 40 purpurados para la tercera. Sabía perfectamente que no le alcanzaban para ser Papa, pero también que con ellos podía forzar al cónclave a una cuarta votación. Sin embargo, prefirió hacerse a un lado y pidió llorando a quienes lo apoyaban que no votaran por él. Así, Ratzinger tuvo el camino libre para convertirse en Pontífice.Bergoglio regresaría a Buenos Aires para seguir ejerciendo el liderazgo de la iglesia católica argentina como Cardenal Primado, pero estaba claro que su gesto durante el cónclave lo dejaba fuertemente posicionado para una oportunidad futura.Aunque durante varios años se especuló sobre los resquemores que habría dejado aquel cónclave entre varios sectores del Colegio Cardenalicio, y sobre la fría relación que mantenían el Papa Benedicto XVI y el Cardenal de Argentina, lo cierto es que las asperezas se limaron y fue Benedicto quien terminó haciendo un 'guiño' fundamental para la elección de Bergoglio.Antes de renunciar a su cargo, el pasado mes de febrero, el Papa designó a Bergoglio miembro de la Pontificia Comisión para América Latina (CAL). En realidad, este fue un mensaje de Benedicto hacia los cardenales que integran la poderosa Congregación de la Doctrina de la Fe, para que consideraran al argentino como uno de sus posibles sucesores.En las calles de su Buenos Aires natal, sin embargo, a Bergoglio se le recuerda más por otros asuntos que hacen parte del alma argentina: el fútbol y la política.Francisco I, el nuevo Papa, es un reconocido hincha del club San Lorenzo de Almagro, un equipo fundado por el sacerdote Lorenzo Massa en 1908. Según la prensa deportiva argentina, Francisco I lleva en su corazón al San Lorenzo de tal forma, que en alguna ocasión dijo que los colores del equipo son los mismos de la Virgen y por eso nunca se deberían cambiar.Entre sus pequeños tesoros personales conserva una camiseta con el autógrafo del Beto Acosta, uno de los grandes ídolos del San Lorenzo, el carné de socio del equipo y el recuerdo de haber oficiado la misa con la que se conmemoró el centenario del club.Hombre de letras por formación, Bergoglio ha escrito varias obras relacionadas con su labor pastoral, de las cuales se destacan 'Meditaciones para religiosos' (1982), 'Reflexiones sobre la vida apostólica' (1986) y 'Reflexiones de esperanza' (1992).Su formación intelectual, sin embargo, le ha permitido pisar otros terrenos más allá del púlpito cuando ha sido necesario, como el de la discusión política. El exdiputado José Octavio Bordón, amigo desde hace 30 años del ahora papa Francisco I, sostiene que destaca el compromiso de Bergoglio con la defensa de los derechos de los humildes y su habilidad para la negociación porque "es un hombre al que no le gusta el conflicto, pero tampoco le gusta callarse". Su sólida formación académica, dice Bordón, "le permite dialogar con los empresarios, los políticos y con los sindicalistas". Pero diálogo no fue lo que sostuvo con los esposos Kirchner en los últimos años. En enero de 2007 la prensa argentina hacía eco de sus profundas diferencias con el presidente Nestor Kirchner, quien lo señalaba como "la cabeza de la oposición".Tanto Nestor Kirchner, como su esposa Cristina, fueron blanco de las críticas y duras opiniones de Bergoglio contra el Ejecutivo en asuntos espinosos como la crisis del sector agrícola en el 2008 y la discusión del matrimonio para parejas homosexuales.Este último asunto fue el que puso al descubierto la otra cara del cardenal argentino que hoy funge como Papa. Su posición radical no sólo llevó a encabezar marchas contra el matrimonio gay, sino incluso a dirigir una agresiva campaña de comunicación hacia los sacerdotes argentinos, en la que llegó a afirmar: “No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política; es la pretensión destructiva al plan de Dios”.Esa posición es la que hoy hace que desde muchos sectores sociales que claman reformas y un nuevo espíritu de apertura en la Iglesia Católica, se mire con recelo al nuevo Papa.Si, Bergoglio alza la voz cuando la Iglesia lo necesita, aunque físicamente no esté en plenas condiciones de hacerlo porque le falta un pulmón. Se lo extirparon en sus años de adolescencia, por cuenta de una infección respiratoria irreversible. Pero en su carrera de largo aliento hasta el Papado, esta condición nunca fue un impedimento para avanzar.Históricamente, muchos de los representantes de Dios en la tierra no han estado exentos de críticas, cuestionamientos, e incluso, escándalos. Bergoglio no es la excepción. En su caso, muchos argentinos le cuestionan sus actitudes tolerantes con la dictadura derechista que desató la 'guerra sucia' en ese país a mediados de los años 70.Una buena parte de la población argentina sigue indignada con la Iglesia Católica por no haber enfrentado abiertamente a los militares que llegaron al poder mediante un golpe de Estado en 1976 y que, en el afán de eliminar a "elementos subversivos", secuestraron y mataron a miles de ciudadanos. Bajo la conducción del arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, la Iglesia argentina emitió en octubre de 2012 una oferta de disculpas por no defender a su grey durante la década de 1970. Pero la declaración culpó por la violencia de esa época a la junta militar y sus enemigos por igual. La declaración llegó demasiado tarde para algunos activistas, que acusaron a Bergoglio de preocuparse por la imagen de la Iglesia más que por ayudar a la investigación de las violaciones de los derechos humanos. En dos ocasiones Bergoglio invocó su derecho bajo la ley argentina de negarse a comparecer ante un tribunal. Cuando finalmente lo hizo, en 2010, la abogada de derechos humanos Myriam Bregman dijo que respondió con evasivas. Al menos dos casos lo involucraban de manera directa. Uno investigaba la tortura de dos sacerdotes de su orden jesuita, Orlando Yorio y Francisco Jalics, secuestrados en 1976 de los barrios pobres donde promovían la teología de la liberación. Yorio acusó a Bergoglio de entregarlos a los escuadrones de la muerte al negarse a decirle al régimen que apoyaba su trabajo. Jalics, por su parte, se negó a hablar de ello después de recluirse en un monasterio alemán.Los dos hombres quedaron en libertad gracias a las negociaciones de trastienda realizadas por Bergoglio, quien habló de ello por primera vez en una entrevista realizada en 2010 para su biografía. En esa oportunidad, el hoy Papa dijo al autor de su biografía que ocultó a mucha gente en propiedades de la iglesia en esa época. Pero lo hizo en secreto, mientras la jerarquía eclesiástica apoyaba públicamente a la junta militar y exhortaba a los católicos a demostrar su "amor a la patria", a pesar del terror que imperaba en las calles. Más allá de esos hechos, Bergoglio ha sabido cultivar la imagen de un sacerdote carismático que seduce a partir del ejercicio de los principios cristianos, más que a través de la palabra. Hasta hoy, la mayor parte de los hechos de su carrera sacerdotal hablan de un hombre bondadoso que pareciera poner el amor hacia los desvalidos y marginados por encima de los dogmas: ha lavado los pies a enfermos de Sida, prefiere comer con los pobres, ejerce labor pastoral en los barrios marginales y los hospitales públicos, anima a los sacerdotes a salir a la calle y estar cerca de sus fieles, ha cuestionado duramente el neoliberalismo y la economía de mercado. "Es el Papa que se necesita, es un hombre piadoso, es un pastor, se va a poner las sandalias de pescador", aseguró hoy su amigo, el exdiputado Bordón.Y por ello nada de lo que sucedió en el balcón de la Catedral de San Pedro este miércoles fue trivial: el nuevo Papa salió ante sus fieles vestido sólo con una sotana blanca, sin la pomposa indumentaria de Pontífice; prefirió pedir primero la bendición de los fieles antes que impartirla él; oró por su antiguo rival en el cónclave del 2005 y llamó a fortalecer la hermandad católica. Quienes lo conocen saben bien que este tipo de actitudes no son nuevas en él. Ya en el 2001, cuando iba a ser consagrado como Cardenal por Juan Pablo II, había ordenado a su secretario personal que no le comprara un vestido nuevo de purpurado; prefirió usar el mismo de su antecesor, Antonio Quarracino. Y eligió llegar caminando a la ceremonia en la Santa Sede, antes que usar una de las lujosas berlinas dispuestas por el Vaticano para los cardenales.¿Pero qué tanto habrá de Jorge Mario Bergoglio, el ciudadano de a pie que prefiere el autobús y el fútbol dominguero, en el Papa Francisco I? Sólo el tiempo lo dirá.

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