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La carta con la que familiares de exdiputados del Valle exigirán verdad a las Farc

Ayer se iniciaron los homenajes por los 9 años del asesinato de los 11 políticos del Valle, mientras estaban secuestrados por las Farc.

18 de junio de 2016 Por: Redacción de El País

Ayer se iniciaron los homenajes por los 9 años del asesinato de los 11 políticos del Valle, mientras estaban secuestrados por las Farc.

A través de una carta que será llevada a los negociadores de las Farc en La Habana, los familiares de los diputados asesinados hace nueve años en cautiverio, le exigirán a esa guerrilla que cuenten la verdad sobre lo ocurrido. Así lo expresaron ayer durante el acto que se realizó en memoria de los político vallecaucanos, al tiempo que precisaron que la gestión la hará el senador Roy Barreras, presidente de la Comisión de Paz, compañante del equipo  negociador del Gobierno. Diego Quintero, hermano del diputado  asesinado Alberto Quintero, dijo que ese tipo de actos les devuelven un poco la fe, porque generalmente se sienten olvidados como víctimas. “Sirve para que no se olviden de ellos, y esperamos que tampoco la necesidad de verdad se quedé en foros y conversatorios, sino que sea real”. En el conversatorio, Alan Jara, exsecuestrado por las Farc y director Nacional de la Unidad de Víctimas, quien además de recordar cómo se enteró de la muerte de los diputados, dijo que “la mejor reparación para nuestro país y garantía de no repetición es la paz”. A su juicio, quienes más sufren durante el flagelo del secuestro son las familias, por lo que a ellas es a quien se les debe dar tributo. Monseñor Darío de Jesús Monsalve, arzobispo de Cali, sostuvo que la paz no es un tema jurídico, sino de transformaciones políticas y sociales y que se debe pensar desde la reconciliación. Barreras comentó que las Farc han pedido que se les respete la vida después de firmada la paz. Tenga en cuenta A 9:30 a. m. el acto será  en el salón de sesiones de la Asamblea, y comprende:  la presentación del Vídeo ‘9 años sin los diputados del Valle del Cauca’. Se hará  la lectura por parte del actual diputado Carlos Orozco  de una declaratoria pública que exigirá la verdad sobre lo ocurrido, y la firma masiva de la misma como muestra de solidaridad ciudadana. Se concluirá con la  misa.  Se les  recomienda  vestir de  blanco.Juan Carlos  Narváez, Jairo Hoyos,  Edison Pérez, Héctor F. Arizmendi, Francisco Giraldo,  Alberto Quintero, Ramiro Echeverri, Rufino Varela, Carlos Charry, Carlos Barragán y Nacianceno Orozco fueron los asesinados. Solo se salvó  Sigifredo López. Carta de familiares de diputados asesinados en cautiverio 

“Liberémonos de odio  para perdonar y construir paz”

Hace 9 años, mi hermano Francisco Javier fue cobardemente asesinado por las Farc. Aún recuerdo, como si fuera ayer, las dos últimas veces que escuché su voz: el  11 de abril de 2002. Eran las 10:30 a. m. La llamada de Francisco –o ‘Pacho’, como le decíamos– fue veloz. Me dijo  que no me preocupara por él, que estaba bien. No entendí de qué hablaba.  ‘¿Ángela, no has escuchado las noticias? Colocaron unas bombas en la Asamblea del Valle del Cauca, me están evacuando en una buseta con los demás diputados y vamos para la Tercera Brigada, escoltados por militares’. “Gracias por avisarme”, alcancé a responder antes de que se cayera la llamada. 

Quedé tranquila. Media hora más tarde constaté que ‘Pacho’ había sido secuestrado por las Farc. Al finalizar la tarde de ese jueves, la radio informó sobre la liberación de asistentes y secretarias de los diputados, y dijo que mi hermano había enviado una nota. 

La segunda y última llamada de Francisco la recibí cuando estaba en la casa. Otra vez  me tomó por sorpresa. Hablamos  segundos. Me pidió calma y me dio algunas orientaciones. No entendía cómo podía estar llamando. Tampoco pude imaginar que esa sería la última vez que lo escucharía. 

Solo Dios sabe cuántas puertas toqué, lo lejos que fui en mi obsesión por recuperar sano y salvo a mi hermanito adorado. ¿En qué fallé?, me pregunto a diario, con la sensación de que sí ‘Pacho’ hubiera estado en mi lugar lo habría logrado.

El 28 de junio de 2007, fecha en que el Comando Conjunto Occidente de las Farc, notifica el asesinato de los diputados, en un  comunicado en el que pretendieron evadir su responsabilidad frente al magnicidio,  me encontraba en Bruselas, en el Parlamento Europeo,  con monseñor Luis Augusto Castro, buscando apoyo para que el  presidente Uribe  tomará la decisión de  un Acuerdo Humanitario, que permitiera la liberación de todos los secuestrados canjeables de las Farc. Eran las 8:00 a.m. en Bélgica cuando escuché la voz de mi mamá, no entendía porqué me llamaba, pues en Colombia era  medianoche. Mi grito inundó el espacio y mi mamá  solo atinó a decir: ‘Hay que reconfirmarlo, es probable que no sea cierto’. Fue un regreso largo y doloroso, en mi corazón guardaba la esperanza que al llegar me dijeran que Francisco estaba vivo…

Esta prueba cambió la vida de toda mi familia para siempre. Mi padre murió a los 6 meses del secuestro, creo que, de alguna manera, supo que Francisco no regresaría, y prefirió irse primero, no soportó la pena de no volverlo a ver. Algo similar sucedió en las familias de los otros diputados, de Juan Carlos Narváez, Jairo Hoyos, Alberto Quintero, Edison Pérez, Héctor Fabio Arizmendi, Ramiro Echeverri, Rufino Varela, Carlos Charry, Carlos Barragán y Nacianceno Orozco. Nada volvió a ser igual para ninguno.

Con sorpresa, decepción y dolor comprobé que no existe en el Centro Nacional de Memoria un archivo  sobre el secuestro y asesinato de los diputados. Crimen atroz que no solo conmovió a la sociedad vallecaucana sino a toda Colombia. Masacre de la cual existen  videos, fotos, testimonios, archivos de  computadores incautados a las Farc, que muestran como se planeó y se llevó a cabo el plagio, y el vil asesinato de ellos.

Este impactante episodio del conflicto  solo está tangencialmente referenciado en el contexto general de la violencia del Valle del Cauca y no permite garantizar  la dimensión individual del derecho de los diputados a sus memorias,  vidas,  realizaciones, proyecciones,  familias y su entorno.

La única alternativa para devolverle la voz y la identidad que les fueron arrebatadas a los diputados  es exigir el deber “del Estado de reconstruir la memoria y hacer valer el derecho de los pueblos a su memoria.”

Los diputados fueron ignorados en medio del conflicto. Ahora no podemos permitir que sus memorias queden en el olvido y a merced del mejor postor que decida contar “la historia en sus propios términos”.

La libertad y la vida, derechos fundamentales consagrados en la Constitución, les fueron negados a  los diputados. Lo más insólito y desgarrador es que los guerrilleros por los cuales iban a ser canjeados, años más tarde salieron de las cárceles sanos y salvos. 

En Colombia no existe la cadena perpetua, ni la pena de muerte, pero irónicamente las Farc las aplicaron a los asambleístas y demás secuestrados asesinados en cautiverio, como Guillermo Gaviria, Gilberto Echeverri y   militares y   policías. 

Soy consciente de la rabia, dolor e indignación, que despiertan testimonios como este; no obstante, les pido, en honor a la memoria de quienes perdieron la vida en más de medio siglo del conflicto armado, que nos liberemos de estos sentimientos de odio y de venganza, para romper el círculo vicioso de la violencia y dar inicio al círculo virtuoso de la convivencia, la reconciliación, el perdón y la construcción de paz.

Con frecuencia escuchamos que personas expuestas a hechos de extrema violencia e injusticia suelen estar más dispuestas a perdonar: Nelson Mandela al salir de la cárcel, luego de 27 años de condena, señaló que “si no dejaba atrás toda la ira, el odio y el resentimiento, seguiría siendo un prisionero”.

Ahora mismo resuena en lo más profundo de mi ser, el mensaje de mi hermano  en su último video de supervivencia: “He aprendido a perdonar a los que tanto sufrimiento nos han ocasionado. La paz comienza por nosotros”. Este mensaje ha evolucionado en mí con el paso de los años, tomando diferentes significados, según el momento que atraviese. Tengo que confesar que cuando lo escuché por primera vez no era muy consciente de su inmenso valor. En los días posteriores a su asesinato me sirvió para sanar mi corazón del odio, luego para aprender a convivir con su ausencia, ahora lo siento como su principal legado y es mi forma para mantener viva su presencia.

Debemos ser conscientes de que la paz no es la ausencia de conflictos, sino la decisión de resolverlos pacíficamente, y en este contexto la construcción de paz está en manos de cada uno de nosotros, por lo que no podemos permitir que se convierta en un pulso político, partidista, ni ideológico. Para finalizar me gustaría invitarlos a hacernos día a día la pregunta que solía repetir mi hermano Francisco: ¿Qué has hecho por la paz?

Ángela Giraldo Cadavid

 

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