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“Hablamos de paz, pero estamos presos en la guerra”: Pedro Medellín

El analista Pedro Medellín hace una profunda disección sobre el momento político actual del país, Uribe, la disyuntiva de Santos entre el Nobel de Paz y la reelección, y el proceso de paz.

1 de diciembre de 2012 Por: Entrevista al alimón de Beatriz López y Aura Lucía Mera

El analista Pedro Medellín hace una profunda disección sobre el momento político actual del país, Uribe, la disyuntiva de Santos entre el Nobel de Paz y la reelección, y el proceso de paz.

Estamos ante uno de los más agudos y certeros analistas políticos que tiene Colombia: Pedro Medellín Torres, quien llegó a París por ser un “duro” en deportes, con una beca profesional. Logró todas las metas que se propuso: el Doctorado en Ciencias Políticas en la Universidad de París, candidato a Doctor en Ciencias Económicas en la misma universidad, Grado meritorio en la Universidad Nacional de Colombia en Economía.No se deja manipular, ni comprar por ningún gobierno de turno. Su visión política es casi premonitoria. Para dar un ejemplo: desde hace más de tres años en Madrid, ya vaticinaba que el cerebro detrás de las famosas chuzadas era José Miguel Narváez, cuando en Colombia ni siquiera se mencionaba su nombre. Con el expresidente Uribe daría para escribir un tratado. Jamás se dejó llevar por los cantos de sirena, ni hizo ninguna concesión durante su mandato de ocho años.Actualmente es el director del Programa para América Latina del Centro Internacional de Toledo para la Paz, en Madrid, director Ejecutivo de la Fundación Ortega y Gasset para Colombia, coordinador académico del programa de Ex-Presidentes Latinoamericanos de la Fundación Ortega y Gasset, Cepal y Corporación Andina de Fomento.Escritor. Ensayista. Columnista en revistas y periódicos nacionales e internacionales y entrevistador de presidentes y exmandatarios de Latinoamérica para la televisión. En estas últimas logra que los entrevistados caigan en sus redes y se quiten la máscara. Basta recordar la de Uribe donde se salió de casillas, manoteó y trató de escabullirse como pudo ante las preguntas incisivas de Baltasar Garzón y Medellín en el primer programa de Canal Capital: ‘Hablemos de paz y de derechos humanos’.Medellín, con su cara sonriente de ‘yo no fui’ y su voz de ‘arrullo’, se puede comparar con el ‘Fouché’ detrás de varios tronos. Sus opiniones sobre los procesos políticos, los intentos de paz, las trapisondas, los embuchados y lo que sucede entre bambalinas, son contundentes y bien documentadas. Un hombre vertical, dedicado curiosamente a la política, pero que jamás ha caído en la politiquería. Nos da sus opiniones en este momento clave para Colombia. Sin ambages, ni mensajes codificados.¿Cómo visualiza la situación política del país en el 2014, de cara a las elecciones?Colombia vive en una especie de histeria permanente: con desequilibrios emocionales que se manifiestan en parálisis o en convulsiones. Todo depende del anuncio que se haga. En la declaratoria de guerra o en la búsqueda de la paz. Desde que Santos anunció la negociación con las Farc, cada quien se ha ido moviendo conforme a sus intereses y los traumas padecidos.¿Estamos presos los colombianos en la guerra?En eso estamos. Colombia no solo vive una guerra interna, sino –lo que es peor—que todos estamos presos. No logramos soltar las ataduras que nos impone. Cada uno defiende su pedazo, cada quien quiere hacer valer su verdad como si fuera la única. En esta prisión, la paz no es liberadora. No es el objetivo alcanzar lo que mueve a la gente sino la amenaza de la victoria del otro. Y por eso, no logramos resolver las diferencias. ¿Cree que surgirá un tercero que se enfrente al binomio Santos-Uribe? ¿Óscar Naranjo, Navarro Wolf, Piedad Córdoba o el Procurador Ordóñez? ¿Habrá quizás un gallo tapado?Hasta la política electoral está presa de la guerra. Las elecciones solo se mueven a su dictado. Quitan y ponen candidatos y, sobre todo, define por quién votar. Es tan cierto, que con la instalación de la mesa de negociación con las Farc, también se dará el pistoletazo de salida a las elecciones de 2014. Si el proceso es exitoso, la reelección de Santos está asegurada. Es cuestión de tiempo. Pero si no lo es, un tercero surgiría para vencer en medio de la polarización entre santistas y uribistas.El agobio del perseguido¿Sufre Uribe el síndrome del perseguido?Álvaro Uribe es uno de los prisioneros de la guerra. Sus actitudes, sus aptitudes están determinadas por ella, al igual que su sistema de valores. Es su causa personal, el leitmotiv de su existencia personal y profesional (política). Es su lazo con el pasado y con el futuro.Y, ¿cuál es el transfondo del rechazo demencial de Uribe contra el proceso de paz de Santos?Porque él no será quien rubrique el fin de las Farc. Él quería derrotarlas a cualquier precio. Por eso no reacciona de una manera distinta que con fiereza. Y no le importa afirmar que el Marco Jurídico para la Paz tiene amnistías e indultos encubiertos. Lo que le importa es el efecto del miedo que produzca entre la gente. Por eso, está dispuesto a decir y hacer todo lo que sea necesario, para que la negociación no se produzca. ¿Cómo es posible que casi el 70% de la población colombiana olvide la nefasta herencia de la era Uribe en materia de corrupción, las chuzadas, de falsos positivos, de Agro Ingreso Seguro, de la parapolítica y de la yidispolítica? La sociedad colombiana pareciera estar en una paradoja. Por un lado, parecen seguir atados a lo que Guy Hermet llamaba la “fascinación de los caudillos”. Esa que a pesar de los escándalos de las chuzadas o de AIS; la huida del país de la ex Directora del DAS para evadir la justicia; el encarcelamiento de ministros y altos funcionarios por la posible comisión de delitos; la extradición del general Santoyo por colaboración con paramilitares, o los falsos positivos, el 70% de los colombianos sigan confiando en el ex presidente Uribe y exculpándolo de toda responsabilidad. Los estudiosos de la sicología política han demostrado que los autócratas no son percibidos como tiranos por los ciudadanos, sino como tutores a los que solo quieren decir “Señor, ven, guía mi mano”.Hay quienes afirman que en dos años, Uribe podría ser citado por la Corte Internacional. ¿Él está consciente de ello?Para él, gobernar era derrotar a las Farc y hasta que eso no se lograra, ninguna tarea de gobierno estuvo terminada. Y en ese objetivo, la legislación, los controles institucionales y las garantías constitucionales solo impedían “acabar con la culebra”. Por eso nunca le pareció desproporcionado que se ordenaran “capturas masivas”, ni reaccionó cuando se encendieron las alarmas de los “falsos positivos”.La soledad del poder¿Qué le preocupa más a Santos: el Nobel de la Paz o la reelección?El presidente Santos está en un momento crucial. Tiene todas las cartas sobre la mesa y está apostando sus restos en una negociación para ponerle fin al conflicto armado. Todo depende de cómo se mueva la balanza en el delicado equilibrio entre justicia y paz. Es decir, cuánta justicia haya que sacrificar para llegar a la paz y cuánta paz sea necesaria para que haya justicia.El problema es que Santos está en el filo de la navaja. Y quizá la principal dificultad radica en que no tiene el control del proceso en sus manos. Y aunque sus principales aliados le han hecho explícito su apoyo, ellos mismos no dudan en afirmar que su disposición y compromiso a cerrar el conflicto, no responde al interés general sino a un motivo personal: la búsqueda del Nobel de la Paz. Y si eso dicen sus aliados, ¿qué dirán sus enemigos, que mantienen un acoso permanente contra el Presidente? Ante el desafío, Santos está solo, completamente solo.¿Cómo ha manejado Santos el escepticismo de la sociedad colombiana frente a un nuevo proceso de paz?He dicho que los colombianos estamos presos en la guerra. Y nos declaramos sus víctimas, pero no reconocemos que somos también victimarios. Porque no buscamos una paz que erradique el conflicto. Ni siquiera invocamos una paz justa. La paz que buscamos calma es la que ofrece la no guerra. No nos importa que en esa calma, sigan los factores que mantienen vivos las tensiones y los conflictos. Lo que importa es que nadie mueva el tablero. Que las cosas sigan como están que así están bien.¿Qué le hace pensar que la guerrilla no romperá abruptamente el proceso como ocurrió con el Caguán de Pastrana, la paloma de Betancur, el Tlaxcala de Barco y demás intentos de los últimos presidentes?Juan Manuel Santos acierta al proponer que el proceso no lleve a la paz, sino a la terminación del conflicto con las Farc. Y eso marca una diferencia fuerte. No está en juego el ordenamiento político y social. Lo que se juega en Oslo y La Habana es la negociación de las condiciones de reinserción de los que eran insurgentes a la vida civil y el pago de las deudas con la justicia, para quienes cometieron delitos de lesa humanidad. Lo demás son arandelas. El camino es posible y nunca antes hubo mejores condiciones para cerrar este capítulo.Los reyes de la ambigüedad¿De qué lado de la balanza están los empresarios? Y, la derecha colombiana ¿cómo tomó la designación de Chávez y Castro como garantes de paz?El empresario está entre dos aguas. Entre las turbulentas en que se mueve Uribe, pero que muchos avizoran como tranquilas después o en el remanso en el que se encuentra Santos, pero con la incertidumbre de que puede ser el anticipo a una gran cascada. Pero no tienen el carácter para tomar partido. Son tibios, porque sus intereses están primero. Son contemporizadores, como lo fueron con las Farc, cuando viajaron al Caguán. Y aduladores como lo fueron con Uribe, cuando comenzó la desinstitucionalización del país. Por eso apuestan en las direcciones que sea necesario. No quieren pelear con nadie, ni que se vea en ellos un atisbo de crítica. Están dispuestos a ir con quien resulte exitoso y por ahí apuestan. Y no están dispuestos a ceder las ganancias y beneficios obtenidos en el pasado. Ni Izquierda ni Derecha¿Cuál es su percepción frente al rol de la clase política?Que hay un vacío de conducción. Primero, porque los políticos no son capaces de entender a los que son sus votantes y los que no. No buscan acercarse, no quieren convertirse en lo que deben ser: sus canales de expresión y acción para buscar un orden mejor. No. Los políticos no logran entender su papel intermediario entre las necesidades y deseos de los individuos y el orden del Estado. Para ellos, ser político es una profesión con la que se puede ganar dinero. Y mucho. Y cada vez es más evidente que ese es su principal objetivo.Y segundo, porque los dirigentes políticos, no han sido capaces de trazar una ruta, identificar un norte al que se quiera llegar. Nadie sabe realmente cual va a ser la ruta que el país va a seguir. Lo cierto es que la polarización que producen las tensiones y los conflictos, va a ser mucho mayor. Ya no en torno a uribistas y santistas, sino a las posturas políticas e ideológicas. La derecha colombiana es una de las más retrógradas del planeta. Es inculta y rabiosa. No acepta grandes transformaciones. Por su parte, la izquierda tampoco logra estructurar un proyecto político que sea convincente y consistente. Está sumido en una especie de intelectualismo que lo aleja de la realidad. Y cuando ha llegado a cargos de poder público, ha demostrado su plena incompetencia. Colombia está cambiando¿Cree que la tradicional pasividad del colombiano se está transformando?Sí. Los colombianos parece que están entrando en un momento de ebullición. De manera lenta, pero significativa, van reaccionando frente a lo que ocurre en la política, la economía, en su propio entorno. Cada vez más expresan sus gustos y disgustos en las redes sociales. Cada vez hacen más explícitas sus actitudes, sus aptitudes, sus argumentos. Cada vez son más punzantes, pero a la vez actuantes. Un nuevo tipo de ser colombiano, comienza a emerger.

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