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Con el arte sensibilizamos sobre la violencia de género: Alejandra Borrero

Alejandra Borrero habla sobre su trabajo con mujeres víctimas, de la campaña ‘Ni con el Pétalo de una rosa’. Entrevista.

25 de noviembre de 2015 Por: Tatiana Espinosa, María Paula Gómez y Lorena Prieto /Especial para El País

Alejandra Borrero habla sobre su trabajo con mujeres víctimas, de la campaña ‘Ni con el Pétalo de una rosa’. Entrevista.

Hoy 25 de noviembre se celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.  En Colombia, una de sus promotoras es la actriz Alejandra Borrero, quien completa ocho años recorriendo el país para despertar en las mujeres una actitud de defensa y reivindicación de sus derechos. La actriz  habla sobre su trabajo con mujeres víctimas, de la campaña ‘Ni con el Pétalo de una rosa’ y sobre el uso del arte para canalizar el conflicto.

¿Cómo nació la idea de liderar campañas en contra del maltrato a la mujer?

En un montaje que hablaba de abuso sexual infantil, nos dimos cuenta de la influencia y la importancia que tenía el arte para tocar estos temas tan horribles y vergonzosos. Luego comenzamos a hacer una cartilla; seguido de esto, avanzamos haciendo charlas; de ahí decidimos no solo trabajar violencia sexual sino todas las violencias contra las mujeres. Creo que el arte es la herramienta del posconflicto, junto a la educación, servirán para que este país empiece a caminar por una ruta diferente a la guerra. Una de las maravillas del arte es que no revictimiza, porque llega al alma de la gente, y no al juicio ni al prejuicio.

¿En qué consiste la campaña ‘Ni con el pétalo de una rosa’?

Es una iniciativa hecha con el arte, que intenta sensibilizar y hacer visible una problemática tan horrible como la violencia de género, especialmente la que existe en Colombia. Utilizando el ingrediente sanador que tienen las expresiones artísticas, hacemos un proceso para curar las heridas morales de la violencia.

¿Qué opina de las leyes en Colombia que protegen a la mujer?

Las leyes son maravillosas, los que no las protegen somos los colombianos. Por ejemplo, el 30 % de los funcionarios piensa que si una mujer sale en minifalda se expone a que la violen. No, lo que hacemos es ejercer el derecho a nuestra libre personalidad; mi libre personalidad me dice que me gusta la minifalda, no le está diciendo a nadie que me viole. No es posible que los hombres en Colombia no se sepan controlar, eso es como pensar que todos los hombres siempre están listos para el sexo, ¡mentira!, hay problemas gigantescos de disfunción eréctil.

Nosotras perpetuamos esas cosas y buscamos hombres así: rudos, bien machos o sus similares; no pensamos que ese es el que nos va a poner los cuernos o el que nos va a pegar; en cambio el hombre bueno, el que llora, el que es capaz de ponerse en nuestros zapatos, nos parece el más pendejo y decimos cosas como: ‘¡Ay no!, vean ese bobote que lleva persiguiéndome años” ¡Voltéenlo a mirar con otros ojos! Ese es el que las va a querer, el que las va a respetar.

¿Los colombianos tienen conciencia de la violencia en nuestro país?

Hay días en los que uno se deshace y piensa: ‘No puede ser, no puede ser tanta maldad, tanto odio’. Hoy me contaron que en retaliación contra una madre, violaron a su hija de dos años y la mataron. ¿Cómo puede un ser humano coger una niñita de dos años y violarla para hacerle daño a su madre? Hay tal maldad en este país que uno se queda estupefacto, pero si uno se queda en el asombro, no hace nada. Así que me paro al otro lado. Cuando visitas a las víctimas, te das cuenta de que son las primeras que quieren perdonar, que quieren que esto se acabe. Los únicos que quieren perpetuar esto, son los que no se dan cuenta de que este país no solamente es Bogotá y las ciudades principales. No se imaginan lo que han tenido que vivir las mujeres rurales de nuestro país por muchos años. 

Además del festival ‘Ni con el pétalo de una rosa’, ¿qué otras actividades se hacen para las víctimas? 

Dentro de poco haremos un acto de reparación, en El Arenillo, un lugar que queda cerca de Palmira, a unos 20 minutos del aeropuerto de Cali. Uno pensaría que las masacres fueron en lugares muy apartados a los que nadie llegaba, pero no, estas son cosas de todos los días.

En esta población, paramilitares obligaron a que durante cinco años las mujeres no podían cerrar las puertas de su casa: esos hombres entraban a la hora que se les daba la gana, se comían lo que fuera, se las comían a ellas y las dejaron preñadas. Una mujer víctima en este país, no solo ha sido víctima de desplazamiento, ha sido víctima una, dos, tres veces, le han asesinado a su marido, seguramente le mataron a algún hijo, o ha perdido algún miembro de su cuerpo. Y ellas se paran, se maquillan y salen a cuidar a los que les quedan. ¿Dónde están las empresas que están abriendo sus espacios para ellas? 

¿Cuál ha sido la experiencia más bonita que ha vivido en este proceso?

Muchas, pero posiblemente el trabajo que hicimos con cinco mujeres víctimas reales, que encarnaron una obra sobre la trata de personas. Fueron mujeres utilizadas como pedazos de carne, ni siquiera como animales y ahora, después de tres años de trabajo, dicen: “No puedo creer que yo fui esa”. Hay una gran sanación de ese dolor y eso me enorgullece.

* Estudiantes de periodismo en la Universidad Externado de Colombia. Una primera versión de esta entrevista fue publicada como parte de su trabajo académico.

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