Hace 50 años, el 20 de julio de 1969, el atleta, arquitecto y astrónomo aficionado caleño Jaime Aparicio dio una orden en su casa:
- ¡Abran los ojos. Todos a levantarse!
Era aproximadamente la medianoche de aquel domingo, y el mundo estaba a punto de transformarse: el hombre llegaba a la luna.
Ana Isabel y María Mercedes, las hijas de Jaime, aún adormiladas, bajaron a la sala. Todos se ubicaron frente al televisor, en ese entonces a blanco y negro (solo era posible sintonizar dos canales) y vieron cuando el astronauta Neil Armstrong pisaba la luna.
- Fui consiente que era un acontecimiento muy importante para la humanidad, al punto que 50 años después un periodista viene a mi casa para hablar de eso. Era algo que presentía: en el futuro alguien tiene que hablar de este momento – dice Jaime, 89 años, presidente de Antares, el grupo de aficionados a la astronomía más antiguo de Cali, fundado en 1983.
José Luis Altamirano, miembro fundador de Asafi, la Asociación de Astrónomos Aficionados de la ciudad, recibió, hace 50 años, la orden inversa que había impartido Jaime Aparicio. Un poco después de que empezara la transmisión por televisión de la llegada del hombre a la luna, su madre fue hasta donde la vecina que tenía televisor en el barrio - era dueña de un granero - y le dijo: ¡A dormir!
A José Luis, en ese entonces con 11 años, no le quedó otra alternativa que seguir la transmisión con un radio bajo las sábanas.
- Recuerdo que ese día las calles de Cali estaban solas, además porque la transmisión empezaba en la noche. Pero el ambiente de la ciudad era como si la Selección Colombia estuviera jugando un mundial de fútbol.
En vísperas del acontecimiento, un cable de la agencia EFE fechado el 20 de julio aseguraba que “Colombia está paralizada por la hazaña espacial”; “la instalación del nuevo Congreso de la República, que debía instalarse pasado el mediodía, fue aplazada”; “los colegios públicos y privados también aplazaron la reiniciación de tareas”; “en lugares céntricos de la capital colombiana se instalaron aparatos de televisión y el diario El Tiempo anunció que instalará una treintena de televisores en la calle para que el pueblo siga con detenimiento el descenso del hombre a la luna”.
En el periódico El País, un hostal anunció con un enorme aviso vertical una “gran cena lunar”, “solo para lunáticos”, que se serviría a las 3:00 de la mañana, al parecer cuando finalizara la transmisión. El menú incluía el consomé Van Braun, en honor al ingeniero alemán Wernher von Braun quien construyó el cohete Saturno V en el que despegaron las naves con las astronautas; una langosta “en salsa del mar de la tranquilidad”, como se le llamó a la zona donde descendió el módulo lunar de Apolo 11; un cráter lunar flambeado de chocolate. Abajo del aviso publicitario, con la figura de un astronauta con sombrero de chef, decía: “su comandante de cocina Armstrong Guillermo Crespo le espera”.
Un par de días después, una crónica publicada también en El País decía que la luna había sido “una obsesión de los caleños durante 118 horas”.
“Cali pasó en vigilia la noche del domingo y la madrugada del lunes pegada al cuadrilátero de los televisores o alrededor de la caja de los radio – receptores, siguiendo prolijamente la reseña de esa casi fábula protagonizada por los cosmonautas rubios para llegar hasta suelo lunar. El domingo las calles estuvieron desiertas y ayer, en las factorías, en los almacenes, en los conventos, se continuó siguiendo el desarrollo de la hazaña, catalogada como la más audaz y científica jornada a través de todos los tiempos”.
Más adelante en la crónica se leía: “ algunas personas de sectores populares no vacilaron en alquilar puestos en las salas de sus casas para que la vecindad pudiese admirar el descenso de los cosmonautas. En el instante en que Armstrong tocó la superficie selenita, la gente en Cali aplaudió entusiasmada. Se vio a personas que salieron a las calles a comentar con la vecindad el acontecimiento. En alguna iglesia las campanas se echaron al vuelo y en barrios populares se apeló a la máxima expresión de alegría: el lanzamiento de cohetes que celebraban no la fiesta patria del 20 de julio, sino una noche histórica para toda la humanidad”.
En una casa barrio Simón Bolívar, los esposos José Hernando Ocampo Arboleda y Ana Ofelia Vargas estaban atentos al parto de su segundo hijo justo cuando el astronauta Edwin Aldrin se convertía en el segundo hombre en pisar la luna. Al recién nacido decidieron llamarlo así: Edwin Aldrin Ocampo.
En el periódico Occidente, un día después de la llegada del hombre a la luna, una periodista que firmaba sus historias como MARGOTH le hizo una entrevista de antología a Mery De Wiitt, esposa del cónsul de los Estados Unidos en Cali.
¿Le hubiera gustado ver esta hazaña desde su propio país? – le preguntó.
Por supuesto que sí, por la televisión en colores, pero aquí en Colombia fue también muy emocionante.
Si usted fuese la esposa de un astronauta, ¿se sentiría nerviosa en este momento?
Pues no, porque se ha dicho que los astronautas tienen el 99 por ciento de seguridad y que regresarán a la Tierra en buenas condiciones.
¿Qué objeto hubiera mandado entonces con su marido para dejar en la luna?
Difícil. Se sabe que dejaron una placa y una bandera, las cosas más propias. Además de un sismógrafo y un reflector lasser.
Como mujer, ¿se ha llegado a sentir romántica en noches de luna?
Claro que sí.
Pero ahora al conocer sus cráteres y su superficie polvorienta, ¿cree que ha perdido un hálito romántico?
Para mí la luna ahora es más romántica.
El astrónomo aficionado y experto en electrónica Benjamín Tobón tenía 22 años cuando el hombre llegó a la luna. Aquel viaje lo conoce de memoria, al punto que lo cuenta como si lo acabara de ver en el cine.
La misión espacial Apolo 11, cuenta Benjamín, despegó del complejo de Cabo Kennedy en la Florida el 16 de julio de 1969. Iba impulsada por el cohete Saturno V que medía 110 metros de altura, algo así como un edificio de 36 pisos, con un peso de 2900 toneladas. El cohete era de “múltiples fases”, es decir que tenía partes que se iban separando una vez terminaban su combustible, y llegó a alcanzar una velocidad promedio de 40 mil kilómetros por hora.
La tripulación la integraban Neil Armstrong, de 38 años, quien fue el primer hombre en pisar la luda, Edwin Aldrin Jr., de 39 y Michael Collins, de 38. Una vez en la luna, los dos primeros astronautas la recorrieron durante aproximadamente dos horas, en las que recogieron 22 kilos de muestras de suelo y rocas lunares, una de ellas actualmente en el Planetario de Bogotá.
Sin embargo, tanto Benjamín como el químico de la Universidad del Valle y astrónomo aficionado Jhon Freddy Figueroa Miranda, recuerdan que la llegada del hombre a la luna por parte de Estados Unidos, más que una misión científica, se trató de una maniobra para recuperar su prestigio político y tecnológico.
En plena guerra fría, estaban perdiendo la carrera espacial. En 1961 ya la Unión Soviética había enviado al primer hombre al espacio, Yuri Gargarin. Apenas 4 años antes, en 1957, los soviéticos también habían enviado el primer ser vivo terrestre al espacio: Laika. La perra viajó en la nave Sputnik. Murió en órbita.
Estados Unidos, a inicios de los 60, era, por su parte, un país en recesión, con conflictos sociales por la lucha de los derechos civiles por parte de los afroamericanos, a quienes ni siquiera dejaban entrar en las bibliotecas, el país libraba la guerra de Vietnam, entre otros líos.
Pese a ello, y ante los avances de los soviéticos, el presidente Kennedy – no muy convencido- se vio obligado a firmar un compromiso: “antes de que termine esta década esta nación deberá llevar un hombre a la luna y retornarlo salvo a la Tierra”.
Para lograrlo solicitó 7000 millones de dólares. Según un reporte de la Nasa, llegar a la luna requirió US$23.900 millones y algunas pérdidas humanas.
Apolo 1 fue la primera misión tripulada. El 27 de enero de 1967, durante una prueba en la plataforma de lanzamiento en la estación de la Fuerza Aérea de Cabo Cañaveral, ocurrió un incendio en la cabina en el que perdieron la vida los tres tripulantes: el comandante piloto Virgil I. "Gus" Grissom, el piloto del módulo de comando Edward H. White II y el piloto Roger B. Chaffee.
- Antes de Neil Armstrong el hombre ya había llegado a la luna, solo que él fue el primero en pisarla. Pero para que él lo hiciera, insisto, ya otros habían ido. Para mí es más significativo lo que hizo la misión espacial Apolo 7. Allí iban los astronautas Walter Marty Schirra —comandante—, Donn Fulton Eisele y Walter Cunningham, quienes hicieron varias pruebas. En Apolo 8, la segunda misión tripulada, iban Frank Borman, James Lovell, y William Anders. Llegaron a la Luna y regresaron. Fueron los primeros en ver a la Tierra completa. Apolo 9 fue otra misión que se encargó de hacer varias pruebas para aterrizar en la luna, como Apolo 10, en la que se tomaron fotografías. La fama sin embargo se la llevó Armstrong.
Es como en un partido de fútbol: puedes ser el mejor, pero el que hace el gol es la figura – dice el astrónomo aficionado Jhon Freddy Figueroa Miranda, quien añade un dato interesante:
El nombre Apolo para la misión espacial fue propuesto durante una cena por Abe Silversteín, Jefe de Programas de Vuelos Espaciales, quien se inspiró en un libro sobre mitología. Cuando vio la figura del carro del dios Apolo, impulsado por tres caballos, el mismo número de astronautas, a Silversteín se le ocurrió el nombre. La historia se cuenta en detalle en el libro ‘Un pequeño paso para (un) hombre’, del ingeniero industrial Rafael Clemente.
Neil Armstrong tuvo un contacto fugaz con el América de Cali. El 9 de octubre de 1966 el astronauta hizo presencia en el saque de honor en un partido entre Santa Fe y los ‘diablos rojos’, en Bogotá. Armstrong estaba de gira promocionando la misión que lo llevaría a la luna. El Alcalde de la capital era un hombre que se convertiría en presidente de Colombia: Virgilio Barco.
Tal vez Armstrong fue amuleto para el América. Mientras iba rumbo a la luna, el equipo le ganó 4-0 al Once Caldas en el Pascual Guerrero. En la previa del juego, un periódico tituló: “Noche diabólica en el estadio”. El Deportivo Cali, por su parte, se aprestaba por esos días para enfrentar al campeón mundial de clubes de la época: Estudiantes de la Plata.
A inicios de 1960, Armstrong ya había venido a Colombia después de que la Nasa determinara construir en las selvas del Darién, en la frontera con Panamá, un campamento para que los astronautas se entrenaran en condiciones extremas.
Después, en 1969, Armstrong regresó para donar una piedra lunar enviada por el presidente Nixon.
Eran días en los que aún muchos se preguntaban: ¿para qué enviar un hombre a la luna?
En la sala de su casa, el atleta y astrónomo aficionado Jaime Aparicio se repite la pregunta:
- ¿Para qué enviar un hombre a la luna? En ese momento no era muy clara la respuesta. El futuro la tendría – dice Jaime, y señala la grabadora de periodista que lo está grabando.
Gracias al viaje a la luna, comenta, las comunicaciones avanzaron enormemente, así como la informática. Para adaptar los sistemas a las naves espaciales, todos los dispositivos electrónicos se hicieron más pequeños.
Incluso el mismo día en que el hombre llegó a la luna, en la Tierra ya se ofrecía la tecnología “usada para el viaje espacial”. Como un reloj electrónico Bulova Accutron que fue anunciado en los periódicos de Cali así: “contiene el mismo mecanismo que estuvo ayer en la luna con los primeros astronautas”.
Diego Castaño, ingeniero de sistemas y coordinador del Observatorio Astronómico de la Biblioteca Departamental, dice que haber pisado la luna es un acontecimientos que nos influencia a diario y no nos damos por enterados. Los lentes de contactos, los sistemas de monitoreo cardiaco, los sistemas de purificación del agua, el horno microondas, el GPS, son tecnología desarrollada para cumplir la hazaña.
Aunque quizá, añade el astrónomo aficionado José Luis Altamirano con una sonrisa picara, quien más ganó con la llegada del hombre a la luna fue Mr. Gorsky. José Luis hace una pausa como para generar suspenso, y continúa.
- Cuando Armstrong regresó a la Tierra dijo, entre otras cosas, “buena suerte, señor Gorsky”.
Nadie supo a quién se refería en ese momento. Fue en 1995 cuando Gorsky murió y Armstrong aclaró la duda. Era su vecino. Cuando Armstrong apenas era un niño, acostumbraba a jugar béisbol en el patio de su casa. En una ocasión la pelota fue a parar al jardín del vecino.
Armstrong fue a buscar la pelota y escuchó a la esposa del señor Gorsky diciendo: “¿quieres sexo oral? Tendrás sexo oral cuando el hijo del vecino pise la luna”.
José Luis Altamirano, que próximamente ofrecerá una conferencia sobre estos 50 años de la hazaña, asegura que ya sabe cómo contar la anécdota para que sea apta a todo público. Dirá que el señor Gorsky le estaba pidiendo a su esposa lo que le solicitaba el expresidente Clinton a Mónica Lewinsky.
- El que entendió, entendió.
A lo mejor la broma sirva para matizar lo que también deberá decir: si hace 50 años el objetivo era llegar a la luna, ahora la meta es Marte. Es una prioridad. Tras la revolución industrial, y el daño que le hemos hecho a la Tierra con la contaminación, llegará un momento en que tendremos que buscar dónde ir.
Colombia, a su manera, tiene un ciudadano en la luna. Su nombre es Julio Garavito Armero, nacido en Bogotá el 5 de enero de 1865. Los que tienen suerte en estos días de estancamiento de la economía pueden verlo a diario. El retrato de Garavito está impreso en el billete azul de $20.000.
Además de astrónomo, fue matemático, ingeniero, economista y poeta. También dirigió el Observatorio Astronómico Nacional, durante 27 años.
El astrónomo aficionado Jaime Aparicio cuenta que Garativo desarrolló un método para medir la ubicación y distancia de las ciudades del país con respecto al sol y los cuerpos celestes: el método Garavito. Con ello el Senado le pidió hacer un nuevo mapa del país.
Igualmente se encargaba de explicar fenómenos que en su tiempo asustaban a los colombianos: un eclipse, el paso de un cometa, un terremoto.
Alfredo d. Bateman, secretario de la Sociedad Geográfica de Colombia, escribió en 1955 que Julio Garavito “es una de las más altas figuras de nuestra ciencia nacional”, y narró algunas anécdotas.
“De 1887 a 1891 estudió el doctor Garavito en la Facultad de Ingeniería las materias exigidas por los programas oficiales, sobresaliendo especialmente en las asignaturas de Análisis infinitesimal y Astronomía. Profesor de sus propios condiscípulos, generalmente ampliaba las explicaciones recibidas en la cátedra y las modificaba según su criterio, pues el genio investigador de que estaba dotado no le permitía aceptar las demostraciones ajenas, sin haberlas pasado por el tamiz de su propio criterio. De esta suerte fue formando la base de los cursos de Mecánica racional y de Geometría analítica que dictara, años después, en la misma Facultad”.
Garavito, por cierto, también analizó y determinó la órbita del cometa Halley, a mediados de 1901.
Por todo ello, uno de los cráteres de la luna fue bautizado con su nombre en 1970, y 50 años después sigue siendo noticia.
Garavito, quien murió en Bogotá el 11 de marzo de 1920, está sepultado en el Cementerio Central de la capital, donde a diario visitan su tumba y frotan billetes de $20.000 en su lápida. “Hace milagros”, dicen.