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Jhon Frank Pinchao, ex secuestrando de las Farc narra su fuga hacia la libertad

10 de enero de 2016 Por: Lucy Lorena Libreros | El País.

John Frank Pinchao recuerda que tenía esa sentencia ‘tatuada’ en la cabeza: a quien intentara fugarse le dispararían sin mediar palabra.

El joven policía, sin embargo, ya lo tenía decidido.  Y el 27 de abril de 2007 aprovechó el descuido de uno de los guerrilleros que lo vigilaba en un campamento en las selvas de Vaupés y  emprendió la huida sin mirar  atrás. Solo después de 17 días de caminata incansable por la selva logró ponerse a salvo, por fin, tras casi nueve años de cautiverio. 

El 15 de mayo siguiente, la imagen de un Pinchao de figura grácil y con el rostro acuchillado por el sol le daba la vuelta al mundo. Hasta entonces,  era únicamente un número más de la larga lista de uniformados en poder de esa guerrilla. 

En sus primeras horas de libertad  fue trasladado a una base de la policía en San José del Guaviare y luego a Bogotá, donde sería atendido en el Hospital Central de la Policía, para finalmente reunirse con su familia. Ya para entonces, el joven humilde del barrio Usme había hecho historia. Los titulares de la prensa y los noticieros, y hasta el propio comandante de la policía de entonces, el general Óscar Naranjo, lo llamaban héroe.

Dejaba atrás años enteros en los que sufrió siete veces de leishmaniasis y otras más de paludismo. Años enteros en los que permaneció con cadenas al cuello, brazos y piernas, varios de ellos al lado de personajes de la política nacional como Ingrid Betancourt, Luis Eladio Pérez, Clara Rojas, Alan Jara y los tres contratistas estadounidenses,  Keith Stansell, Tom Howes y Marc Gonzalves.

 Su hazaña no solo inspiró un libro en el que narra este episodio en primera persona: ‘Mi fuga hacia la libertad’,  reeditado por Planeta en 15 ocasiones. También un documental para Discovery Channel que le dio figuración internacional a su caso gracias a una promesa que vendía más que cualquier reality millonario: la suya era la historia del único secuestrado en poder de la guerrilla de las Farc que había emprendido la huida y había sobrevivido para contarlo.   

Hoy, casi nueve años después de ese episodio, cree que solo una fuerte determinación personal fue la que le permitió huir de sus captores sin temor a lo que le esperaba en las entrañas de la selva.

Es que John Frank no sabía nadar, aunque sospechaba que buena parte del camino que lo conduciría hacia la libertad debía recorrerlo a través del río Apaporis y sus aguas temperamentales. 

Su anhelo desesperado de reunirse de nuevo con los suyos, que mantuvieron viva su fe en todos esos años a través de mensajes vespertinos en ‘Las voces del secuestro’ y algunas cartas, fue lo que le hizo creer que podría lograrlo con un flotador improvisado: un recipiente plástico mediano y vacío que amarró de su cintura con una camisa.  

“Tampoco contaba con una buena brújula para orientarme, porque la que llevaba conmigo se me dañó. Y además, no llevaba mucho alimento, solo unas pocas raciones de harina que le había sacado a la guerrilla y que casi siempre tuve que comer mojadas porque en la selva llueve todo el tiempo”, recuerda Pinchao.

 Tanto, que en las noches se vio obligado a saltar para que los músculos no se le enfriaran y no morir de hipotermia. En las pocas noches en que no llovía, los peligros eran otros, pero igual de grandes: “El peor eran las fieras. No poder dormir por la sensación que un animal salvaje puede atacarte en cualquier momento. Y no poder dormir tampoco por el dolor, pues de tanta humedad terminé lleno de hongos en los pies”. 

Luis Eladio Pérez, ingeniero de petróleos pastuso, que había sido secuestrado por las Farc en 2001, siendo senador, recuerda que cuando al campamento de los secuestrados llegó la noticia de la fuga exitosa del policía bogotano, todos de inmediato comenzaron a gritar “¡Pincho, Pincho, Pincho!”.

“Los guerrilleros, furiosos, nos pedían que nos calláramos. Pero la alegría fue muy grande”, rememora el político, quien recuerda a John Frank como un joven curioso y siempre deseoso de aprender.

“Se la pasaba haciendo preguntas. Preguntaba por la política, por cómo funcionaba el Estado, por el futuro del proceso de paz que en su momento Pastrana tenía con las Farc. Yo le enseñaba algunas cosas. Ingrid, otras, entre ellas francés. Y él se la pasaba preguntando, hasta cómo usar los cubiertos”, cuenta Pérez.

Pinchao lo recuerda bien. “Cuando coloco el espejo retrovisor y miro hacia el pasado veo dolor, claro. Heridas que aún no se cierran. Durante mucho tiempo soñé que volvía a estar secuestrado porque es una sensación difícil de olvidar. Pero  la recuerdo también como una época en la que crecí mucho, espiritual y personalmente. Sin duda, no sería la persona que soy ahora sin la experiencia del secuestro”, sostiene el policía retirado, que nunca dejará de ser héroe.

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