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Gina Potes es la primera mujer agredida con ácido en Colombia. El pasado lunes 28 de octubre se cumplieron 23 años de este doloroso hecho. | Foto: Foto: Especial para El País

VIOLENCIA CONTRA LA MUJER

El renacer de Gina Potes, la primera colombiana víctima de un ataque con ácido

Gina Potes, primera víctima de agresión con un agente químico en Colombia, está en Cali con otras mujeres que han sufrido esta misma tragedia. Harán un conversatorio y una pasarela.

1 de noviembre de 2019 Por: Anderson Zapata - redactor de El País

Quizás son muy pocas las personas que recuerdan con claridad lo que estaban haciendo el lunes 28 de octubre de 1996. Pero Gina Potes sí lo tiene muy claro. No es para menos, ese día, cuando solo tenía 20 años de edad, su vida se partió en dos. “Pasé de ver el cielo azul a entrar en turbulencia”.

Gina escuchó el timbre de su casa ubicada en el barrio San Vicente, en la capital colombiana, salió a abrir la puerta, acompañada de su hermana Angie y de su hijo Andrés, de tres años.

Inicialmente vio a una señora que le preguntó sobre la ubicación de un jardín infantil. Mientras Gina le daba las indicaciones, un hombre pasó corriendo y le lanzó ácido, al tiempo que le gritó: “Quien la manda a ser tan bonita”.

Ese día esta jovencita se convirtió en la primera mujer víctima de agresión con ácido en Colombia. Desde aquel año Gina decidió trabajar para ayudar a las mujeres que como ella, han sido agredidas con agentes químicos en el país. Muchas dicen que es el “ángel” de las mujeres quemadas. Es por este motivo que el próximo sábado 9 de noviembre, en el Centro Comercial La Estación, se darán cita 17 mujeres de todo el país que han sido víctimas de agresión con agentes químicos y realizarán un conversatorio en el que podrá participar de manera libre cualquier asistente al evento. Además, se realizará una pasarela. Todo iniciará a las 5:00 p.m.

En entrevista con El País, Gina, quien después del ataque se ha sometido a 30 cirugías, explicó que quiere lograr con el evento del próximo fin de semana, cuenta cómo ayuda a salir adelante a otras mujeres que han sido víctimas de agresión y recuerda cómo fueron esos días “horribles” que por estos días, hace 23 años, la tenían hospitalizada en una clínica, pues el ataque le afectó parte de su rostro, cuello, brazos, pecho, abdomen, espalda y la pierna derecha.

Hoy, más de dos décadas después de aquel fatídico episodio y de pasar por muchos días y noches difíciles en los que parecía imposible salir adelante, Gina Potes, madre de tres hijos y creadora de la Fundación Reconstruyendo Rostros, deja un mensaje para todos: “La vida es de todos los días. A pesar de las grandes dificultades siempre hay que levantarse y construir a diario nuestro camino”.

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Hablemos del evento del próximo sábado 9 de noviembre en el Centro Comercial La Estación...

Será un escenario en el que participarán mujeres resilientes de la violencia, que después de un ataque con algún agente químico siguen siendo madres, hijas, esposas y sobre todo, seres humanos. Serán 17 mujeres, 7 originarias de Cali, las que nos daremos cita el próximo fin de semana. El objetivo es decir que hacemos parte de la sociedad, de las familias y de Colombia. Queremos hacer un llamado a la conciencia y a la sensibilización frente a las violencias que se ejercen día a día contra nuestras mujeres.

¿Cómo nace la iniciativa?

La primera versión de ‘Modelos por un día’ la realizamos en Bogotá en el 2015. En aquella oportunidad nos acompañó un grupo de médicos con los que trabajamos en Bogotá y ellos conocieron nuestra causa y la apoyan desde sus conocimientos y desde su quehacer. Queremos llevar por todo el país esta causa porque estamos dando un mensaje de amor, respeto y reivindicación por todo lo que pasa con nuestras mujeres, pues todos los días nos están violando y quemando. Lo que queremos decirle a todo el mundo es que esto no es un tema de víctimas, sino que es algo que le compete a todo el mundo, pues cuando se quema a una mujer no solo se afecta la vida de ella, sino la de todo su entorno familiar.

¿Qué le diría a las personas que critican este tipo de eventos? ¿Qué busca lograr con este proyecto?

Lo que siempre estamos buscando es la sensibilización y concientización de lo que está pasando en nuestro país y de lo que le está ocurriendo a nuestras mujeres y familias. Este tipo de hechos deben tener un alto para que no se vuelvan a presentar jamas. 

Con este tipo de eventos queremos decir basta ya e incidir para que se generen rutas, leyes y protocolos para evitarlos. Otro de los objetivos es conseguir recursos porque queremos realizar un proyecto autosostenible desde la parte de alimentos con las mujeres y necesitamos recursos para eso. Queremos que empresarios se sumen a esta causa y nos ayuden a hacer realidad este proyecto para que las mujeres que han sido víctimas de esta situación y otras violencias, puedan volverse autosuficientes, pues algunas veces no hay oportunidades dignas de trabajo o les ponen muchas dificultades porque no tienen ciertos estudios. 

Quiero dejar claro que todas ellas son mujeres que, a pesar de haber sido víctimas y quedar con secuelas físicas, también son madres y tienen que seguir trabajando para poder  pagar el arriendo, el colegio de los niños y su alimentación.

El lunes 28 de octubre se cumplieron 23 años de esa dolorosa tragedia. ¿Cómo recuerda ese día?

En estos días reflexioné sobre que he pasado más de la mitad de mi vida con cicatrices que me dejó la violencia. Esta es la primera vez que la energía de la persona que me hizo daño no está en el mismo universo en que estamos nosotros.

Por estos días hace 23 años estaba con el dolor más grande que he sentido, con incertidumbre, mi familia estaba en el hospital porque también quemaron a mi hijo y a mi hermana. El caos fue terrible.

Cuando viajé a Cali para organizar el evento veía el cielo y me pareció algo increíble. En un momento del vuelo el cielo era azul y todo estaba en calma, pero de un momento a otro el piloto dijo que íbamos a entrar en turbulencia y fue un cambio muy fuerte. Eso mismo ocurrió con mi vida, antes de la agresión todo iba bien, pero después de la agresión todo se tornó gris y fue un caos. 

Quisiera que por estas fechas ese recuerdo del ataque fuera inevitable pero no es así. Los primeros años fueron terribles. Me iba a la cama durante tres o cuatro días, estaba muy deprimida y me preguntaba por qué a mí me había pasado eso.

Cuando se cumplieron 20 años fue muy duro y entré en crisis existencial. Este año ese recuerdo ha sido más llevadero porque me enteré que la persona que me hizo tanto daño ya no está en este mismo plano que nosotros. Fue algo muy fuerte y hasta quise en algún momento decirle a esa persona que lo perdonaba. No soy una mujer de rencores, pues la vida no es para  estar llena de odios o de broncas.

¿Qué sintió cuando miró a los ojos a la persona que la agredió?

Solo la vi una vez porque era una persona demasiado ajena. Hace dos  años, cuando me enteré quién había sido, nunca pensé en ir a buscarlo o preguntarle por qué lo hizo. Se lo he dejado todo a Dios. Eso sí, nunca sentí odio hacia esa persona pero sí rabia, pues después de ese hecho he pasado 30 veces por el quirófano. La última cirugía fue hace dos años pero todavía me hacen láser e infiltraciones y duele mucho. Todo esto con el fin de evitar que la piel se oscurezca y para mejorar su calidad. Además, las personas que se queman con agentes químicos tienen un 30% más de posibilidad de sufrir cáncer de piel.

Hoy me siento feliz de ser quien soy, de lo que he logrado y acepto las cicatrices como parte de mí, de mi historia y de mi resurgir. 

¿Qué les dice a las mujeres que llegan donde usted a solicitar ayuda después de haber sido quemadas con químicos?

Les escucho su voz y es así como inicias a sentir todos esos sentimientos de rabia y ese dolor que ellas sienten cuando cuentan su historia. No puedo evitar llorar, pero ahora trato de no hacerlo. Sin embargo, muchas veces es inevitable no sensibilizarte frente a lo que escuchas.

Posteriormente miramos cuál es la necesidad primara y le ayudamos a la mujer a buscar un empleo desde la articulación con el Sena. 

A las mujeres les digo que tenemos que mirar cuál es el grado de responsabilidad frente a los escenarios de violencia en los que vivimos. No hablo de culpa, sino de responsabilidad, pues hay que revisar hasta donde  estoy permitiendo lo que está pasando en mi vida. 

Definitivamente hay que soltar los miedos y las culpas. Hay que alejarse de esos escenarios de violencia y los círculos viciosos que nos tienen en la dependencia económica y emocional. Hay que identificar qué es lo que nos está pasando y qué nos está haciendo daño para así buscar ayuda.

¿Cree que se ha avanzado en cuanto a la asistencia y ayuda de mujeres quemadas con ácido?

Hemos avanzado mucho en la parte normativa y en la creación de rutas, leyes y protocolos. Creo que se ha hecho un muy buen trabajo pero sigue habiendo un quiebre y creemos que es en la mal interpretación de la norma, pues no nos ha permitido avanzar muchas veces en el camino y en la atención a las víctimas.

Para lograr una buena atención tenemos que acudir a tutelas, derechos de petición y hasta tocarle la puerta a amigos para que nos ayuden con el proceso. Todo esto no debería ser así.  Espero que muy pronto los beneficios que pueda tener Natalia Ponce de León los logren todas las mujeres que han sido víctimas de agresión y puedan así tener una recuperación maravillosa.

Cali en el 2018 encabezó la lista de ciudades con mayor número de agresiones con agentes químicos a mujeres. Esto lo que demuestra es que no es un tema que le compete solo a una organización o institución, sino que le debe importar a un país y a la sociedad. Más que intenciones necesitamos acciones que nos permitan avanzar en el proceso.

Recuerdos

"Cuando ocurrió la agresión yo tenía 20 años. Me sacaron piel de la pierna derecha para salvarme la vida y estabilizar el cuerpo. Tengo marcas por todas partes. Para ayudarme a la movilidad del cuello me sacaron piel de la espalda, y de hecho fue una de las primeras microcirugías que se realizó en el país. Recuerdo que inicialmente no podía girar todo el cuello", afirma Gina.

"Al momento del ataque mi hermana tenía 12 años, ella estaba a mí lado cuando abrí la puerta y resultó afectada pero inmediatamente se aplicó agua y las consecuencias no fueron tan graves. A mi hijo le quedaron muchas marcas en la cara porque también lo alcanzó a afectar el químico. Mi familia ha estado allí siempre y nunca me han dejado caer. Mi hijo es sociólogo y me ha ayudado mucho a trabajar el tema de transformación", finaliza.

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