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“El humor es una catarsis”, Alí Humar

Para el director de Sábados Felices la vigencia del programa por 40 años se debe a la necesidad que tenemos todos los colombianos de reírnos, “porque este es un país martirizado”.

1 de julio de 2012 Por: Margarita Vidal | Redacción de El País

Para el director de Sábados Felices la vigencia del programa por 40 años se debe a la necesidad que tenemos todos los colombianos de reírnos, “porque este es un país martirizado”.

Yuseff Omar hizo una entrada apoteósica a la población cundinamarquesa de Mesitas del Colegio, por allá en las postrimerías de los años 30, montado en un caballo blanco y conduciendo una larga fila de mulas cargadas con telas y toda clase de abalorios para tentar a las bellas del pueblo. Conoció a Soledad González, cambió su nombre por Alfredo Humar, se casó con ella y tuvieron diez hijos. Uno de ellos, Alí , que por golpes del azar y del destino que sería muy largo contar, terminó convirtiéndose, hace ya la friolera de 54 años, en uno de los personajes más conspicuos y queridos de la televisión colombiana. Alí fue activista político desde una posición de izquierda y le gusta analizar el acontecer nacional. En la Tv. trabajó en teleteatros y telenovelas, dirigió programas, rumbeó hasta el delirio, tuvo enemil novias y se casó con Guiomar Jaramillo, una manizaleña que le sorbió el seso y con quien lleva casado como 40 años. Desde hace 12 años es el director del programa de humor favorito de los colombianos: Sábados Felices, que acaba de celebrar cuatro décadas de vigencia, ¡y lo que falta!¿Qué explica la vigencia de su programa?La necesidad de reírnos que tenemos los colombianos, porque éste es un país martirizado. Los colombianos le sacamos punta a todo, aún a las tragedias. Algo pasa y al otro día ya hay decenas de chistes. Es como una catarsis para paliar el dolor. Claro que sabemos reírnos de todo pero, eso sí, menos de nosotros mismos. Otro factor es que nunca nos hemos anquilosado sino que estamos probándonos permanentemente y recibiendo nuevos talentos.¿En 40 años el estilo del humor ha cambiado?Sí, ha cambiado mucho desde la época del Mocho Sánchez, y el Flaco Agudelo tanto en el contenido como en el lenguaje. Antes, decir en televisión “no joda” o “pendejo” era impensable. Hoy hay tanta libertad, que yo (soy de la vieja guardia) me aterro cuando veo esas novelas en que no se bajan de mierda, c… y h.p. Pero como hay que ir con los tiempos, he abierto un poco la compuerta con un humor mucho más sugerido, con frases que como que se quedan en la mitad y el público las completa. También influyen la velocidad de los medios electromagnéticos y las nuevas tecnologías.¿Le parece bien que hayan acabado con la Comisión de Televisión?Eso nació mal, pero la intención era buena. El espíritu de la Constituyente fue crear un ente independiente de vigilancia que regulara los contenidos, pero eso se politizó con la consabida presión de los partidos para meter a su gente. Vamos a ver cómo pinta la entidad que la reemplazará.¿Cómo empezó usted, hace ya 54 años, en Tv.?Me gané un premio para estudiar teatro en una Academia que tenía Bernardo Romero Lozano con grandes profesores como Manuel Drezner, Carlos José Reyes y Santiago García. Como la televisión era del Estado, tenía un nivel muy alto, se hacía Kafka, Ionesco, Onetti, Lorca, mientras en toda América Latina se trasmitían culebrones como El Derecho de Nacer. Esa fue la televisión que se hizo hasta el año 63, cuando las programadoras licitaron espacios. Se afianzó entonces la publicidad y entraron las telenovelas pero, aún en ellas, se hacían adaptaciones de Vargas Llosa, Rulfo, García Márquez y muchos otros.¿La televisión era mejor antes?Yo soy poco amigo del cliché de que “todo tiempo pasado fue mejor”, pero indudablemente había más vocación y más criterio. Nosotros nos sentíamos haciendo arte. Claro que los actores eran buenos pero poco naturales. Hoy hay gente talentosa y una televisión mucho más fresca.¿Le interesa mucho la política, cómo la analiza a la luz de hoy?Me preocupa lo que está pasando en el país, porque siento que etapas que creíamos ya superadas están regresando. Hace 30 años había unas organizaciones de izquierda que armaban congresos en Budapest, en Sofía, en Moscú, en La Habana, donde llegaban delegaciones de todas partes, incluidas las de movimientos armados revolucionarios del mundo entero. Había saludos de honor a los combatientes caídos y no pasaba nada. El mundo vivía una correlación de fuerzas que Occidente había tenido que aceptar y respetar y se podía disentir. A raíz de la caída del comunismo, de la aparición del islamismo sectario y de la derecha fanática, EE.UU. y obviamente todos estos países que siguen sus dictados, resolvieron que todo lo que tuviera que ver con la izquierda es terrorismo.Bueno, al fin y al cabo, los movimientos subversivos siempre han venido a la extrema izquierda.Sí, pero llegamos al extremo de que aquí ser uribista es ser paraco, fachista, y ser anti-uribista es ser terrorista de las Farc, y ni lo uno ni lo otro. El que haya sectores del uribismo muy conocidos por el paramilitarismo no quiere decir que todo el que se reconozca uribista sea paraco, e igualmente conozco sectores de la izquierda que no comparten los métodos absolutamente obsoletos y absurdos de la guerrilla.¿Cómo encaja ahí el atentado contra Fernando Londoño?Me da miedo una radicalización y que estos extremos quieran imponer su voluntad, porque son capaces de todo. Recuerdo que -en el gobierno de Turbay- cuando el Senado iba a votar el Estatuto de Seguridad, ya se sabía que sería en contra. Yo conocía a un Coronel –muerto ya, para que no me pregunte quién era- que me dijo: “a veces hay que pensar más en la patria que en los seres humanos. Si nosotros no hacíamos algo que conmoviera al país, el estatuto se caía y nosotros lo necesitábamos”. Coincidencialmente acribillaron al ex-ministro Rafael Pardo Buelvas y por la tarde el Estatuto de Seguridad fue aprobado.¿Entonces, fue el Ejército el que mató a Pardo Buelvas? Yo no he dicho eso, pero el Estatuto se aprobó después de estar desahuciado. Hace unas semanas se iba a aprobar la Ley Marco para la Paz y había un sector muy interesado en que no pasara. Había que hacer algo para que el país se paralizara y la frenara. Esta vez no funcionó, pero las coincidencias son demasiadas y eso es lo que me aterra, porque a cada golpe que da uno de los extremos, el otro le responde con uno igual o peor.¿Santos está pisando callos y tocando intereses seculares que se creían intocables?Así es, además después de López Pumarejo todos los presidentes gobernaban para las élites. Algunos hicieron pequeños intentos sociales, pero no más. Lo sorprendente de Santos es que perteneciendo a esa clase alta haya dado este salto. A Juan Manuel lo educaron para Presidente. Él sabía que un día llegaría porque es un zorro de gran sagacidad política y sabe cómo jugar sus cartas, como buen pokerista que es. Sabía que oponiéndose a Uribe la tenía perdida, pero que a su sombra ganaba. Ahora, hay que reconocerle que siempre fue claro con Uribe: “si usted se lanza, yo no me lanzo”. Cuando la Corte le dañó el caminado a Uribe, se lanzó, y al otro día de ganar las elecciones ya sabía que el que iba a gobernar era él. Sus propuestas son impactantes porque es un liberal absoluto no solo por tradición, sino por convicción. Además, me gusta que haya eliminado el tono agresivo y el exceso de gaminería de “te doy en la cara marica”, que ya nos tenía a punto de infarto.Lo veo muy santista.Yo hice campaña salvaje contra Santos y ahora no le voy a decir que soy un gobernista total, pero sí me tienen asombrado los pasos que ha dado. Ojalá los resultados se vean. Po otra parte, también me parece que nos estamos metiendo en demasiadas cosas macro que difícilmente se van a poder cumplir.¿Por qué?Principalmente por sus enormes implicaciones económicas y porque mover la burocracia es muy difícil. Por eso creo que no hay que juzgar a los gobernantes por lo que prometieron, sino por lo que logran hacer. Si dice, voy a hacer 100.000 casas y no hace sino 30.000, hombre, en vez de echarle en cara las 70.000 que no hizo, aplaudamos las 30.000 que no existían. Pero es que aquí somos inmediatistas y siempre es a ver cómo jodemos y cómo le ponemos palos en la rueda a cada proyecto si éste viene del adversario, porque eso es un triunfo para el “enemigo”.¿Qué opina de la oposición de Uribe y de sus “trinos” implacables?A mí me parece peligroso lo que está haciendo porque está volviendo a envenenar el ambiente. Los expresidentes deberían entender que tuvieron su momento y que ya pasó. Yo entiendo que hay problemas, pero nos están haciendo creer que son mucho más graves de lo que en realidad son. Yo tengo un hijo que es uribista furibundo y cada que llega aquí me dice que esto se lo llevó el putas. No, creo Uribe debería calmarse y dejarnos descansar y dejar gobernar.¿Cómo analiza el comportamiento electoral en Bogotá que, a diferencia del resto del país, ha elegido tres candidatos de izquierda?Yo creo que aquí la gente no vota por la izquierda o por la derecha sino por el que no pertenezca a la política tradicional, Mockus, Garzón, Petro, Samuel, son gente que se salía del esquema bipartidista que hastió a los bogotanos, que no sufren lo que sufren las provincias: el aplastamiento de los caciques que manejan y dominan a su capricho. En la capital hay más libertad, más ofertas de trabajo y más oportunidades. Eso generó independencia de criterio a la hora de elegir.¿Por qué el fracaso de la extrema izquierda?El comunismo resuelve algunos problemas como salud, educación y vivienda gratuitas, pero el ser humano necesita más que eso. Los comunistas cerraron filas ante el miedo de la infiltración extranjera. No se podía salir del país y no había libertades. Entonces, el primer año te premian con una medallita de Lenin -gran orgullo- pero cuando ya llevas cinco, dices bueno y qué? yo que me mato trabajando, vivo igual que unos vagos que no hacen nada. Ya no más!. Y empieza el descontento. Por eso se cayó el comunismo, y también porque el resultado económico fue desastroso. Eso nos obligó a quienes seguimos creyendo en una igualdad social y en una mejor redistribución de la riqueza, no a renunciar a esos ideales, pero sí a aceptar que ese esquema no funcionó.¿Cómo ve el tema Chávez-Venezuela?A mí me carga el estilo de Chávez y todas las payasadas que hace, pero creo que, gústenos o no, deberíamos respetar la decisión soberana del pueblo venezolano que lo eligió. El señor Chávez se presentó a las elecciones, la oposición no, como acto de protesta, creyó que era la gran verraquera, y le dejó el poder absoluto. Esos son errores políticos que se pagan. Yo creo que la muerte de Chávez es inminente porque todos sabemos que el cáncer es un asesino que no perdona. Y pienso que, a diferencia de Cuba donde sí se creó un estado socialista, con o sin Fidel, sin Chávez la revolución bolivariana no sobrevivirá, porque allá lo que hay es “chavismo”. ¿Pasando al tema personal, usted dizque vendió telas en Guatemala?¡Claro!, yo estaba en quinto de bachillerato en San Bartolomé y el almacén de telas de mi padre quebró. Mi papá me pidió que lo acompañara a Guatemala a vender telas, de puerta en puerta para mandarle plata a mi mamá y mis nueve hermanos. Los fuimos llevando uno por uno y cuando todos estaban allá, yo, que cumplía 22 años y soñaba con París, me fui para Europa.¿Vivió muchos años allá, cómo logró irse? Yo me había vinculado a Muchachos Rebeldes en Guatemala, conformada por universitarios de izquierda. En esa época la guerrilla era distinta, tenía ideología y buscaba un cambio social, no había secuestros ni narcotráfico, soñábamos con un país mejor y respetábamos profundamente al ser humano. Pero la cosa se complicó, mi vida corría peligro y entonces entre todos mis compañeros me reunieron US$20 y un pasaje en KLM, Bogotá-Milán-Roma y con eso me fui. Después me radiqué en Estrasburgo, volví a vincularme al teatro y estudié filosofía y letras durante tres años, hasta que me llegó una invitación para ir a Corea. Viví un año en Piongyang.¿Es cierto que volvió a Colombia en carrera, para apoyar un supuesto golpe de estado?Sí, me vine con el ánimo de agarrar la revolución. Llegué volado a coger mi caballo y cuando llegué, cuál golpe, cuál caballo, eso fue que tumbaron con un revólver a un policía. Entones conocí a Jaime Arenas, un líder universitario de la UIS muy destacado, nos hicimos muy amigos y el tipo terminó yéndose a la guerrilla un año después.¿Usted también estuvo en el monte?No, yo fui dos veces allá para tratar de ayudar a Arenas porque lo iban a fusilar y Vásquez me mandó llamar para ver si yo podía ayudarlos a entender qué le pasaba a Jaime, porque como era un líder conocido, ellos no lo querían matar.¿Y cuál era el problema de Arenas?Que una cosa es ser guerrillero en Bogotá y conspirar en los cafés, pero cuando él llegó allá se le vino el mundo encima y se volvió un estorbo. Un día se quedó dormido haciendo guardia y el Ejército casi los mata a todos. Le hicieron consejo de guerra y lo iban a fusilar a las 7:00 de la mañana. A las 4:00 le dijo al guardia que tenía diarrea y pidió permiso para ir a la quebrada. Allá se demoró y el guardia se durmió. Logró volarse. En la madrugada sentía tiros detrás y como había llegado a una carretera por donde pasaba un camión de Pepsicola, lo paró y se entregó. Lo llevaron a un puesto de Policía y al otro día ya estaba preso. Lo primero que hizo fue contar que yo había estado allá y entonces el Ejército pensó que yo debía ser un eslabón muy grueso de la cadena. Estuve dos meses en la cárcel hasta que un teniente –hoy General- me dijo: “Alí, yo no sé si usted es un ingenuo o un vivo, pero no lo puedo tener más tiempo. Queda libre en este momento, pero si quiere quédese hasta mañana y desde una ventana, sin que ellos lo vean a usted, oye a unos tipos que vamos a interrogar para que vea quiénes son sus amigos. Me quedé y vi a esos tipos delatando a los demás, inventándose cuentos para salvarse y aventando a gente que no tenía nada que ver. Hasta ahí llegué. Después a Jaime lo mataron en una calle de La Candelaria en Bogotá.¿Pero usted visitaba a Jaime Arenas en la cárcel?Sí, porque yo lo había conocido un poco como líder estudiantil y como guerrillero y había visto su fracaso. Quería conocerlo en la cárcel y pedí permiso para visitarlo, hicimos amistad y cuando salió nos vimos muchas veces. Conversábamos y rumbeábamos. Un domingo él iba caminando por el centro de Bogotá y lo mataron.También fue amigo de Jaime Bateman... Tuve una relación muy cercana. Lo había conocido cuando él estaba en las Farc y yo en el ELN urbano. Como nos prohibían hablar porque se odiaban entre ellos, nosotros nos veíamos en secreto. Cuando echaron a Jaime y a Iván Marino Ospina de las Farc, llegaron a mi casa a pedirme alojamiento. Más tarde crearon el M-19. ¿Él hacía muchas locuras?Sí, porque era muy irresponsable y los del Eme eran soñadores pero aventureros. Hacían cosas con las que yo no estaba de acuerdo, de modo que empecé a tratarlos de lejitos. Un día me lo encontré en Unicentro, y cuando le pregunté en qué andaba, me dijo: “en estos días te vas a enterar”. Me pidió el teléfono y lo anotó. Como a los cinco días se robaron las armas del Cantón Norte. ¿Cómo ve esa parte de su vida?Como una parte importante porque me formó mucho. No me arrepiento porque en ese entonces era una forma válida de buscar el cambio. Así como hoy detesto la violencia, en ese momento creía que no había otra alternativa distinta a las armas. Los grupos políticos diferentes a los tradicionales no tenían espacios, formas de expresión, ni alternativa alguna. Pero no solo se cumplió lo que le vaticinó Jacobo Arenas, cerebro político de las Farc, a Manuel Marulanda: “el día que entre el primer gramo de coca a las Farc, se acaban como alternativa política”, sino que las Farc se dedicaron a secuestrar, a atacar pueblos y a matar gente inocente, y ya la gente no quiere ni oír hablar de ellas.

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