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Eduardo Verástegui, el actor que lleva 13 años sin sexo

Después de estar en la lista de los hombres más deseados, el actor mexicano Eduardo Verástegui cambió de vida. Lleva 13 años sin tener sexo pues quiere esperar al matrimonio, hace películas con mensaje y cuestiona el aborto.

18 de octubre de 2015 Por: Redacción de El País

Después de estar en la lista de los hombres más deseados, el actor mexicano Eduardo Verástegui cambió de vida. Lleva 13 años sin tener sexo pues quiere esperar al matrimonio, hace películas con mensaje y cuestiona el aborto.

¿Cómo nace la historia de Little Boy, la segunda película de su productora Metanoia Films?

Andaba buscando con lupa un guion  y no me convencía nada. Hasta que Alejandro Monteverde, director de Bella, mi primera película, llegó con la historia de Pepper, un niño de 8 años que por su baja estatura  lo llaman Little Boy, y sufre porq ue su padre se marcha  a la Segunda Guerra Mundial. Monteverde sabía  que la bomba atómica que  destruyó Hiroshima se llamaba justamente así, Little Boy, y le pareció curioso que algo destructivo se nombrara de modo tan dulce. De ahí nace esta película que nos reconcilia con  el niño que fuimos, pues en el mundo de los niños no hay guerras.

Sobre la Segunda Guerra hay decenas de películas. Pero de esta llama la atención que esté contada desde suelo gringo, desde un pequeño pueblo de California...

No se planeó con esa intención. Ni siquiera buscábamos narrar la Segunda Guerra. La película es, sobre todo, un homenaje al papá no ausente. Ese que participa de la vida de la casa, los hijos, la esposa. Que saca tiempo para jugar con sus niños. Es el tipo de familia en el que creo. 

Little Boy fue grabada en los estudios de célebres filmes como Titanic y Pearl Harbor, ¿cómo fue el reto de recrear una historia de época? 

La historia sucede en los años 40. El pueblito que construimos se inspiró en Norman Rockwell, un ilustrador que  se ocupó de capturar la vida cotidiana de EE.UU.  La idea era esa: que la película pareciera un cuento del gran Rockwell.    

Hay un tema de mucha actualidad que atraviesa la película:  el ‘bullying’.

Sí, el  ‘buleo’. Esta es la historia de un patito feo que nadie quiere por su baja estatura. Pero lo bello es que este niño se refugia en el amor de su padre. Entonces el mensaje es que siempre frente a la hostilidad, frente a la guerra misma, la única salida es el amor.

Siempre ha estado delante de las cámaras. ¿Cómo se siente ahora, detrás de ellas?

Me convertí en productor por necesidad. Cuando tenía 28 años le prometí a mi mamá que no volvería a trabajar en ningún proyecto que ofendieran mi fe y mi comunidad hispana, pues solo me llegaban propuestas para actuar como inmigrante, bandido, narcotraficante o mujeriego. Por eso me quedé sin trabajo cuatro años, porque me resistía a aceptar ese tipo de papeles.

¿Mucho cineasta  piensa como Donald Trump?

En esta industria hay muchos que creen que los latinos somos una amenaza a la democracia. Que somos lo que Hollywood se ha empeñado en perpetuar. Por eso me negué a seguir aceptando papeles que denigren del latino y me dediqué a hacer historias donde  tuviéramos otros roles. 

Siempre lo hemos visto de galán. Pero aquí hace un papel, el del padre Crispín, cuya caracterización se aleja de ese estereotipo...

Solo sale en tres escenas, pero la idea claramente era que no me vieran como el galán Eduardo Verástegui, sino como el personaje de un cuento. Por eso me rapé la cabeza y me puse lentes.  

¿No cree que Little Boy tiene un fuerte mensaje religioso, casi de sermón de iglesia? 

No hay un mensaje religioso. Es solo la historia de un niño que cree en lo imposible, que su papá puede regresar de la guerra. En México  rompió récord de taquilla. Estuvo 14 semanas en cartelera y  el mensaje caló por el momento  del país, cuando más del 50 % de los mexicanos perdió la esperanza. Se vio en cárceles y hospitales y se convirtió en un movimiento de fe y amor. La película ha recibido críticas, pero yo no hago historias para un crítico que se levantó de mal humor o peleó con la esposa y  no quiso disfrutar de una película. Hago películas para la familia.

Usted ha trabajado de cerca con dos colombianos, Leo Severino y Fernán Martínez, ¿cómo le ha ido con ellos?

Leo es  barranquillero y otro de los productores de Metanoia Films. Me ha acompañado en esa misión de elevar, con nuestras películas, la dignidad de los latinos. Y Fernán... pues qué se puede decir; es uno de los mejores mánagers que he conocido en la industria del espectáculo.

Días de galán

Después de la primera novela en la que lo vieron los mexicanos, ‘Mi querida Isabel’, Eduardo Verástegui creyó que su camino estaba más en la música que en los sets. Viajó a Nueva York a intentar ficharse con alguna disquera. Y en todas  dejó un demo, siempre a la espera de que la voz de una secretaria le avisara que un productor lo esperaba para alguna audición. Pero a cambio solo recibió amables cartas de rechazo.

Entonces se quedó en la actuación y tomó varios cursos. Agonizaban los años 90 y él era un chico de 1,85 metros de estatura, cuerpo dorado y ojos verdes. Difícilmente, pensaba, pasaría inadvertido. Pero pronto, en largas filas de casting, se vio junto a decenas de jóvenes con atributos parecidos. El destino parecía estarle dando una señal clara: su lugar estaba en México. Allí siempre sería un galán.

Y lo fue: actuó en célebres novelas como ‘Soñadoras’, ‘Tres mujeres’ y ‘Alma rebelde’. En el 2000, la cadena Univisión lo premió como Actor Revelación del Año. 

Pronto la fama le abriría puertas en series de Tv. estadounidenses como CSI y Charmed. Y con ello, claro, llegarían a manos llenas el dinero, las mujeres y la posibilidad de servir de imagen para marcas reconocidas como Calvin Klein.  

En poco tiempo se convirtió en el chico lindo que todas las revistas deseaban tener en sus portadas y sus días se convirtieron en producciones que lo mantenían entre Miami y el D.F. 

En uno de esos viajes, haciendo ejercicios en las playas de Miami Beach, tropezó con quien acabaría convertido en su mánager, Fernán Martínez. Juntos, cuenta el promotor payanés, “escucharon el demo que a Verástegui le habían rechazado  tantas disqueras y analizaron la manera de llegar al estudio de Emilio Estefan.

Allí, el cubano lo encerró  cinco días, frente a un micrófono, mientras sonaba una y otra vez la pista de la canción que había compuesto para él. Su voz no sedujo a la prensa. Y lo logró muy poco con sus fans. Pero eso no impidió que su figura fuera incluida, tal como recuerda el periodista Juan Carlos Giraldo, en la lista de los artistas más bellos del espectáculo, según la revista People, esa especie de biblia de la industria del entretenimiento.   

Justo en ese momento, en la cima de su carrera, le llegó un papel en   ‘Chasing Papi’ o ‘Papichulo’, como se le conoció en Colombia. El reto lo obligó a abandonar su acento mexicano y a aprender a hablar inglés, pues sabía que perdía muchas oportunidades por no manejar bien ese idioma.

Pero fue la última vez en que Verástegui hizo parte de  una producción de Hollywood, que por cierto fracasó en la taquilla. Cansado de sentirse encasillado como ‘latin lover’, vio que era hora de hacerse productor y contar sus propias historias.

13 años sin sexo

La culpa es de Jasmine O’Donnell. Fue su profesora de inglés por los días en que protagonizaba   ‘Chasing Papi’, comedia en la que compartió set con Sofía Vergara. 

Entre lecciones de gramática y pronunciación, la mujer —también psicóloga y filósofa— comenzó a cuestionar a Eduardo Verástegui sobre la vida que él llevaba por entonces. Sabía bien que el joven de 28 años era la oveja negra de su familia; el ‘indomable’, le decían. Un ‘latin lover’  al mejor estilo de ‘Chasing Papi’, cuyo personaje enamoraba a tres mujeres a la vez.  

El mensaje de la maestra caló tanto —confesaría el actor— que empezó a buscar ayuda espiritual para “sacar la mejor versión de mí mismo”, y terminó en el confesionario del padre mexicano Juan Rivas, con quien empezó a leer la Biblia.    

Creyendo que su vocación estaba entonces lejos de las cámaras, vendió sus bienes en Miami y se fue de misionero al Brasil. Pero hasta allá lo buscó  el padre Rivas, quien le hizo comprender que su lugar estaba en Hollywood, “allí Cristo es más necesario,  no lo conocen”, le insistió.

Fue de ese consejo que nació Metanoia  Films, productora que Verástegui fundó en 2004 y que se dedica, según cuenta, “a promover historias que rescatan valores que ya se han perdido, como el amor y la familia”.

Hoy es un católico que, según le reveló a El País, va a misa y reza el rosario todos los días. Y que llegó incluso a pactar consigo mismo un voto de castidad: hace 13 años no tiene sexo. 

“Crecí en un ambiente donde el verdadero hombre era el donjuán, el playboy. Y por eso durante años les hice daño a muchas mujeres. Mis amigos me dicen: ‘tener sexo es una necesidad física’. Y yo les respondo que no. Que necesidades físicas son comer o dormir. Que sepa, nadie se ha muerto por no tener sexo”, asegura el artista.

Su nueva vida de galán redomado no convence a muchos. Lo cree así Juan José Ruffo, periodista de farándula en Los Ángeles. “Parece más una buena estrategia de mercadeo para vender sus películas. La fórmula es perfecta: el hombre guapo y sexy con una vida llevada al extremo que transforma su vida y ya no sale retratado al lado de divas de Hollywood, sino del Papa Francisco”, le dijo a El País.

Verástegui dice que ya no es un actor sino una suerte de “misionero moderno de los medios de comunicación”. Y sí: ahora es más fácil tropezar en Google con una foto suya abrazado al Papa Francisco que a la estrecha cintura  de Sofía Vergara.

 

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