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El periodista y escritor Fernando Gómez. | Foto: Foto: Especial para El País

‘La soledad del cuarto oscuro’, un retrato de la Cali de los años 90

El escritor y periodista Fernando Gómez sitúa en la convulsionada Cali de los años 90 su más reciente novela, ‘La soledad del cuarto oscuro’. La violencia, a los ojos de un fotógrafo.

4 de abril de 2017 Por: Paola Guevara | Editora de GACETA 

“Mi vida no era nada de lo que me había prometido. No era un fotógrafo de leyenda. Me comparaba con los dioses y mi biografía era un chiste. Margaret Bourke-White había fotografiado los campos de concentración nazis y sus imágenes eran el gran testimonio del Holocausto. Sebastião Salgado había tomado fotos del hambre, el trabajo y la resurrección de la tierra. Robert Capa fotografió la muerte de un soldado republicano (…). En los últimos tiempos yo apenas he tomado fotos de mis hijos pequeños, de hadas, princesas, superhéroes y gordos disfrazados de ejecutivos; no tengo la menor intención de morir con las piernas destrozadas por una mina antipersona o de recibir un tiro en la frente y gozar de un funeral heroico. Ese era y es mi dilema. Ya tengo edad para sentir miedo y siempre fui un cobarde”.

Estas líneas corresponden a la más reciente novela de Fernando Gómez Echeverri, ‘El silencio del cuarto oscuro’, que acaba de ser presentada esta semana y con la que el autor nacido en Palmira, periodista de la Universidad del Valle y prestigioso director de revistas, describe la historia de un reportero gráfico hastiado de la rutina en un diario caleño y que sueña con dejar de ser un “burócrata de la fotografía” para ingresar en la gran historia visual de la humanidad, tal como lo han hecho sus ídolos.

Corren los años 90 en Cali, y las fotos que reflejan el horror que vive la ciudad por cuenta del narcotráfico se tornan “impublicables” en los diarios tradicionales: ajustes de cuentas, asesinatos en bares por el simple hecho de quedarse mirando a una hermosa mujer que resultó ser la novia de un mafioso, cuerpos con aberrantes señales de tortura, en fin.

El protagonista de esta historia no estuvo en el Desembarco de Normandía ni tomó fotos de la Guerra Civil Española, pero vive en Cali, Valle, Colombia, años 90. Y algo tiene que significar esto para su carrera, más que la desventaja de vivir al margen.

Sobre esta nueva novela, la cuarta de su carrera, que también es un homenaje a los fotógrafos de sangre caliente, a los románticos que dedican su vida a ser testigos de primera mano de la historia, hablamos con Fernando Gómez.

¿Cómo llegó usted a esta historia, o cómo llegó esta historia a usted?

Me la contó una persona hace 20 años. La anécdota de un fotógrafo que por ir tras la foto que lo haría famoso se mordió la lengua y terminó siendo el hazmerreír de la redacción. Cuando me contaron esta historia yo quedé con la boca abierta, porque la redención que logra el fotógrafo después de esta gran frustración me pareció bellísima.

¿Por qué esperar 20 años para escribir esta historia?

En esa época yo descubrí la literatura de Antonio Tabucchi y me dije, ‘esta historia se tiene que contar con cierto tono’, no me sentí listo. La archivé muchos años pero un día, en mi casa, la empecé a escribir y salieron 10 páginas. La anécdota que me contaron cabía en 10 páginas, pero fue el punto de partida para que naciera la ficción. Yo leía de forma compulsiva novela negra y así apareció mi siguiente personaje, Peña, un policía que tiene acceso a imágenes a las que ningún reportero podría llegar por propia cuenta. Y luego apareció otro personaje, Vivas, que conecta la historia con el mundo de ahora.

Usted escribe esta novela en primera persona, lo cual le entrega al escritor un acceso ilimitado a la intimidad del personaje y a sus emociones, ¿entonces por qué él es tan reservado y distante cuando confiesa -por ejemplo- que le pegó a su novia?

Porque el personaje siente vergüenza de lo que hizo, dice “creo que hasta le pegué”. Para ese momento del relato yo ya conocía bien a mi personaje y no quería que el lector lo juzgara. El tipo se está excusando, se avergüenza de lo que hizo y la vergüenza es honesta. Esas primeras 10 páginas surgieron en primera persona porque sentí que el personaje tenía una voz muy potente y que ese debía ser el tono del relato.

Su protagonista, fotógrafo, compara su vida rutinaria con la vida emocionante los grandes genios de la fotografía…

Porque los periodistas siempre nos queremos medir con el más grande. Si uno siente pasión por su oficio no se quiere comparar con el más chueco. Si me comparo, que sea con Hemingway. El personaje es un pelado de 24 años que quiere devorarse el mundo pero está en Cali. Por eso se obsesiona tanto con el Desembarco de Normandía y se pregunta: ¿Y mi Desembarco cuál es? Trabaja en un periódico en el que le toca ‘voltear’, es un tipo tratando de buscar la gran foto con rollos contados. Porque en esa época no estaban las cámaras digitales de hoy, a los fotógrafos les daban tres rollos para el día y con eso tenían que defenderse. Eso también hacía que sus fotos legendarias fueran aún más preciosas.

Robert Capa es el ídolo de su personaje. ¿Es ídolo suyo también?

Soy fan de Capa, tengo una colección importante de libros de fotografía y tengo muchos de Capa, incluso tengo su novela. Lo que me gusta de Robert Capa, de Richard Avedon, de Cartier-Bresson y tantos otros, es que inventaron el fotoperiodismo. Se inventaron el romanticismo en la fotografía.

Si Robert Capa es el ídolo de su personaje por qué la novela no ahonda en la biografía de este genio, que antes de ser famoso también llevaba una vida corriente bajo su nombre de pila: Endre Ernö Friedmann?

Como en Hemingway, la novela revela la punta del iceberg, deja temas ocultos. Si sucumbo a la tentación de contarlo todo caigo en
la tentación de demostrar que sé, y la novela ya no sería
la misma. Yo tengo entrevistas con grandes fotógrafos, incluso es mía la última entrevista que concedió Leo Matiz y no lo menciono porque mi personaje es un fotógrafo, no un teórico de la fotografía.

¿Qué pasó con Cali y la fotografía de prensa en los años 90?

Es extraño, porque los 90 fueron el gran momento de la prensa amarillista. El Caleño, El Espacio, vivieron un tiempo de auge, lo que era muy mal visto desde las mismas facultades de periodismo. Los 90 trajeron problemas criminales desbordados, los robos se volvieron nada en comparación con los asesinatos y las bombas. Incluso un asesinato en una discoteca se volvió un asunto menor, que no merecía más que una breve mención en los medios impresos de la época, o que ni siquiera salía publicado.

Que un narco matara a alguien por que miró a su novia dejara de ser noticia indica el nivel de violencia que tuvo Cali. El registro en prensa que quedó de esta barbarie no revela toda la dimensión de lo que en realidad ocurrió. Los 90 en Cali eran una historia que yo tenía adentro, Cali y Palmira son ciudades híperviolentas, tanto que un día las historias humanas dejaron de contarse y se dio paso a las cifras, a las estadísticas.

Hoy, cuando todos se sienten ‘fotógrafos’ y cuando podemos tomar 5.000 fotos digitales de un viaje, ¿qué valor cobra el oficio del fotógrafo de prensa?

La valentía. Porque todos toman fotos, pero solo algunos van a buscarlas a la toma de Mosul. Son los reporteros los que sienten el oficio en la sangre y eso los empuja a la calle. Así es mi personaje.

Fernando Gómez (Palmira, Valle del Cauca, 1974) es autor
de las novelas ‘¡Salta cachorro!’, ‘Microbio’ y ‘Muérdeme suavemente’, y de la historia original del cortometraje ‘Alguien mató algo’, de Jorge Navas.

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