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La Buenos Aires de Julio Cortázar

Al celebrarse los cien años su nacimiento, pocos saben que la relación de Julio Cortázar con Buenos Aires —eterna musa de su obra— fue no solo de amor y pasión, sino de hastío y melancolía.

2 de marzo de 2014 Por: Patricia Lee | Especial para GACETA

Al celebrarse los cien años su nacimiento, pocos saben que la relación de Julio Cortázar con Buenos Aires —eterna musa de su obra— fue no solo de amor y pasión, sino de hastío y melancolía.

Como buenos amantes, la relación de Cortázar con Buenos Aires fue de amor, odio, hastío, distanciamiento, pasión y melancolía. Se alejó de esa ciudad tanto como pudo, pero para rememorarla y convertir ese extrañamiento en un tema permanente de su obra. Así lo relata el escritor argentino Diego Tomasi, en su libro ‘Cortázar por Buenos Aires, Buenos Aires por Cortázar’, la ciudad en la que transcurrieron 6.000 de sus 25.362 días de vida fue no solo el lugar donde se formó como escritor, sino la materia misma de su obra.Julio llegó a la capital argentina a la edad de cuatro años, procedente de Bruselas, y vivió en ella hasta los 39, con intervalos en los que se desplazó como profesor por los pueblos de Chivilcoy y Bolívar, en la provincia de Buenos Aires, y a la ciudad de Mendoza como profesor universitario. En 1951 viajó a París en un exilio voluntario que se prolongó hasta su muerte, pero durante ese lapso volvió siete veces más a la ciudad que le sirvió de musa inspiradora. De niño, el escritor vivió en el suburbio de Banfield, al sur del conurbano. A los ocho años empezó la escuela primaria en el colegio Mariano Acosta, ubicado en el centro de la capital argentina, a donde venía en tren y en bus todas las mañanas. Continuó la secundaria y la escuela normal, hasta graduarse como maestro. Cuando tenía 18 años, su familia —mamá, hermana y abuela—, se trasladó a una casa en la calle Artigas 3246, en el barrio de Villa del Parque, una zona tranquila y arbolada alejada del centro porteño. Esta casa le serviría de inspiración para uno de sus cuentos más famosos, ‘Casa Tomada’, que fue publicado por la revista Sur, dirigida por otro grande: Jorge Luis Borges.“Era curioso como lo recuerdo; era pleno verano en mi casa de Villa del Parque en Buenos Aires; me desperté bañado en sudor, desesperado ya, frente a esa cosa abominable, y me fui directamente a la máquina y en tres horas el cuento estuvo escrito. Es el paso directo del sueño a la escritura”, recordó el escritor sobre ese momento que inspiró uno de sus cuentos más famosos.La Buenos Aires de Cortázar era una ciudad cosmopolita, nutrida de la cultura de los inmigrantes europeos, con sus amplias y lujosas avenidas y palacetes, que recuerdan a París, Madrid o Londres. El Graf Zeppelin sobrevolaba la ciudad, los grandes directores de orquesta como Toscanini o Stravinsky tocaban en el Teatro Colón. El cuento ‘Las Menades’, inspirado en un concierto de Toscanini, relata cómo el público, preso del entusiasmo, se sube al escenario y destroza la orquesta.Cuenta Tomasi en su libro que recorriendo las calles porteñas, el joven profesor se hizo fanático del jazz y el boxeo, frecuentando el legendario Luna Park, cafés como el de La Perla, frente a la estación de trenes de Once, recorriendo librerías en busca de las joyas de la literatura, que a la postre lo irían guiando en su futura carrera.En esa Buenos Aires erudita de los años treinta, el escritor descubrió la cultura europea sin haber puesto un pie afuera. Uno de esos hallazgos fue un libro del francés Jean Cocteau, que le cambió la vida, porque le hablaba de Picasso, del surrealismo, de Buñuel, del cine. Como él escribió después, lo metió de cabeza “ya no en la literatura moderna, sino en el mundo moderno”. Verlaine, Baudelaire, Rimbaud, Colette, Joyce, Rilke. Sin saberlo, ya estaba palpitando el mundo de París. Luego vinieron los años de profesor en los pueblos de Bolívar y Chivilcoy, en la provincia de Buenos Aires, tiempo que Cortázar empleó para devorar libros, en lo que él denominó sus años de “mayor soledad”, en los que “vivía lo que leía, no vivía la vida”. En esa interminable siesta pueblerina, Cortázar extrañó y valoró por primera vez a Buenos Aires: “Chivilcoy es aterrador como todos los pueblos de provincia. ¿Verdad que basta alejarse de la capital para comprender lo que ella significa? “La Argentina es Buenos Aires”, y el resto “es paisaje”, sentenció.Instalado nuevamente en la capital a fines de 1945, con un trabajo fijo en la Cámara del Libro, estudiando para recibir el título oficial de traductor de francés e inglés, el escritor empieza a saborear sus primeros éxitos literarios cuando, a fines de 1946, la revista Sur publica su cuento ‘Casa tomada’.El autor recorre Buenos Aires con su amigo Fredi Guthmann, pasea por el barrio de Barracas donde queda el manicomio, por los bares de Plaza Italia en Palermo. “Eran dos sombras largas relevando los barrios de Buenos Aires como si estuvieran preparando una guía inusual del visitante”, recuerda Natacha Chernichowska, en su testimonio para el libro ‘Cortázar sin Barba’, citado por Tomasi. Por esos años, el autor de ‘Rayuela’ frecuentaba a los emigrados de la guerra civil española, que se reunían en los cafés, sobretodo en el Jockey Club, en la esquina de las calles Viamonte y Florida, donde a menudo estaba Borges, y donde conoció a Aurora Bernárdez, traductora, hermana del poeta Francisco Luis Bernárdez, quien luego iba a ser su esposa.De estos días, escribió María Elena Walsh: “En Florida y Viamonte estaba el roñoso café donde era posible irrumpir en una rueda juvenil y discutir sobre proyectos de revistas nonatas… A veces una cabecita sobresalía de la rala multitud y algún experto informaba quién era: un sonetista secreto que leía a Paul Valery, cultivaba el cine europeo y se llamaba Julio Cortázar”. Pinceladas de los paseos por la ciudad y de las charlas de café, quedarán dispersas en toda su obra, como este relato situado en la estación ferroviaria de Once: “Todo empezó como debía, es decir en el café de la estación de Plaza Once, porque cualquiera que tenga un sentimiento sagaz de lo que es el café de una estación ferroviaria comprenderá que allí los encuentros y los desencuentros tenían que darse de entrada en un territorio marginal, de tránsito, que eran cosa de borde”. PerolandiaEn 1945, un suceso parte en dos la vida del país: el ascenso del peronismo al poder, que iba a significar la ruptura de Cortázar con la ciudad para irse definitivamente a París. Eran tiempos politizados, cuando la Buenos Aires tranquila e intelectual se vio invadida por las manifestaciones de los “cabecitas negras”, de los “descamisados” de Evita Perón, que se lavaban los pies en las fuentes de la Plaza de Mayo. El mundo de Cortázar se había fracturado, y el escritor se alineaba en el campo contrario al gobierno. En ese momento escribió la novela ‘El examen’, publicada solo después de su muerte, en la cual los personajes deambulan por las calles, por el Luna Park, la Plaza de Mayo y la calle Florida. Es una pintura del país peronista, de las multitudes despreciadas, de las clases medias que van al Teatro Colón. “A los protagonistas, intelectuales de clase media, las masas populares les producen repulsión”, escribe Diego Tomasi sobre la novela. En una escena, hay una ceremonia fúnebre de un hueso en la Plaza de Mayo, en la que miles de personas hacen fila para adorarlo, quizás un anticipo de lo que sería el funeral de Eva Perón. Clara, pareja de Juan, el protagonista, dice que a su esposo, un escritor, “le duele Buenos Aires”.En 1950, Cortázar hizo su primer viaje a París. Al volver, escribió: “Desembarqué en un Buenos Aires del que volvería a salir dos años después, incapaz de soportar desengaños consecutivos que iban desde los sentimientos hasta un estilo de vida que las calles del nuevo Buenos Aires peronista me negaban”.En 1951, vendió sus libros y sus discos para irse definitivamente. “Poco antes o, después de irme murió en Buenos Aires un joven poeta que era amigo de cafés, de rápidas entradas y salidas, misterioso y claro a la vez”, escribió en ‘Razones de la cólera’.En ‘Revelaciones de un Cronopio’, de Ernesto González Bermejo, Cortázar confesó que había pertenecido “a un grupo antiperonista que confundía el fenómeno Juan Domingo Perón, Evita Perón y una buena parte de su equipo de ‘malandras’ con el hecho de que no debíamos haber ignorado y que ignoramos de que con Perón se había creado la primera gran sacudida de masas en el país, había empezado una nueva historia argentina”. “Nos molestaban mucho los altoparlantes en las esquinas gritando “Perón, Perón qué grande sos”, porque se intercalaban con el último concierto de Alban Berg que estábamos escuchando. Eso produjo en nosotros una equivocación suicida y muchos nos mandamos a mudar”.Ya en París, señala: “Ser hombre es estar continuamente recortado de algo, privado de algo”, y se define, en una carta a un amigo, como alguien que “suspira por Buenos Aires desde un balcón del 7éme arrondisement”. Pero al mismo tiempo, dice que no quiere dejar su trabajo y su casa “para ir a meterme en ese Buenos Aires que detesto minuciosamente”.Después de uno de los siete viajes que realizó a la ciudad hasta su muerte, expresó: “Quiero tanto a Buenos Aires que tengo una vez más que escaparme y reconstruirlo desde lejos y a mi modo”.El 28 de julio de 1963 se publicó ‘Rayuela’ en la capital argentina, marcando un antes y un después en la literatura de ese país y de nuestro continente. El escritor nicaragüense Sergio Ramírez la definió como una “bomba de tiempo de la literatura latinoamericana”. La novela transcurre, como Cortázar, por dos mundos, el de París, y el de Buenos Aires. En ‘Revelaciones de un Cronopio’, el autor dice que no hubiera escrito ‘Rayuela’ si se hubiera quedado, pero que “tampoco la hubiera escrito si no hubiera vivido tantos años en la Argentina”. La reconciliaciónCortázar solo volvió a Buenos Aires hasta 1970. Fueron años de conmociones mundiales, que lo afectaron y lo cambiaron profundamente: la revolución en Cuba, a donde viajó en tres oportunidades, el mayo francés de 1968, y el comienzo de la experiencia socialista en Chile. El Cortázar de esos años ya no era el mismo que abandonó la ciudad en 1951. Ahora era un escritor comprometido. En 1973, volvió a un país sacudido por las conmociones del retorno del peronismo al poder, el comienzo de la violencia que desembocaría en la dictadura militar, los asesinatos de las bandas de la Triple A, la persecución a sus amigos. Cortázar escribió ‘El libro de Manuel’, en el cual un grupo de intelectuales, que se hace llamar La Joda, vuelve a Buenos Aires para liberar presos políticos, y lo presentó ante una audiencia politizada y agresiva que le reprochaba sus posiciones políticas de antaño y haber abandonado el país para naturalizarse francés. Cortázar pasó la prueba con elegancia, y donó los derechos de autor de su libro para ayudar a la defensa de los presos políticos.En una entrevista a la revista Gente, hizo una fuerte autocrítica: “Hubo un momento en que Buenos Aires y yo dejamos de ser amigos. Como cuando uno se pelea con una mujer, a pesar de lo cual la sigue queriendo (…) Buenos Aires es de alguna manera la mujer de mi vida. Esa que queda ahí a pesar de todo, y… digamos, París es la gran amante”. La dictadura militar que se instauró a partir de 1976 lo tuvo alejado de la Argentina por obvias razones hasta 1983, fecha del retorno de la democracia, cuando viajó por última vez a Buenos Aires. Cuando el periodista Martín Caparrós le preguntó cómo la encontraba, Cortázar le contestó: “Cada ciudad tiene un olor. Buenos Aires tiene para mí un olor que no se puede definir, y es el olor de mi juventud, de mis vagancias adolescentes (…) Buenos Aires, quizás, era el asadito en la obra, ese olor de la carne en el fuego”.Tímido como era, enemigo de entrevistas y de autógrafos, ya no podía evitar la fama. En esa primavera democrática, cuando por todas partes brotaban las marchas y las protestas, al caminar por la Avenida Corrientes y chocarse con una manifestación, fue reconocido por un grupo de jóvenes. La marcha se paró y el escritor se vio rodeado de personas que corrían a las librerías para comprar alguno de sus libros y pedirle un autógrafo. Esa fue la reconciliación con su Buenos Aires querido, antes de partir por última vez. Se despidió de su mujer eterna para ir a morir, al año siguiente, en los brazos de su amante París.Cortázar, de la A a la ZJulia Saltzmann, jefa editorial de Alfaguara Argentina, habló con GACETA sobre el libro ‘Cortázar de la A a la Z’, que se acaba de publicar como homenaje en el centenario de su nacimiento, editado por Aurora Bernárdez, quien fuera esposa de Cortázar y su albacea testamentaria, y Carles Álvarez Garriga.¿Cómo nació la idea del libro?Habría que partir de la historia de las ediciones de Cortázar en Alfaguara. Por un lado, está el cuerpo central de su obra, lo que él decidió publicar, pero había otro grupo de obras que por distintos motivos no fueron publicadas en vida y que se publicaron después por iniciativa de Aurora Bernárdez, su albacea literaria. Luego, Aurora acometió la empresa de reunir su correspondencia y, tras una primera edición en tres tomos, finalmente en 2012 se publicó la correspondencia en cinco tomos a cargo de la propia Aurora y de Carles Álvarez, una obra fundamental para el conocimiento de Cortázar, porque es su verdadera biografía, ya que él escribía prácticamente todos los días y tenía muchísimos corresponsales. ¿Por qué eran tan importantes aquellas cartas?Esas cartas, que se leen como una novela, son la historia de su vida y también la historia del siglo XX a través de sus ojos; se reflejan allí sus inquietudes estéticas o filosóficas, la tensión que le producía su militancia política, lo que significó para él ser un escritor comprometido, además del aspecto íntimo, amistoso y amoroso. Estas cartas ofrecían una inmersión tan generosa en la vida y el mundo de Cortázar que realmente lo único que quedaba era verlo. Luego vino la idea de 'Cortázar, de la A la Z'...Nos pareció buena idea celebrar el centenario de su nacimiento con un libro iconográfico que fuera una suerte de regalo para los muchísimos lectores que tiene Cortázar. El proyecto consistía en una biografía en imágenes comentadas por el propio Cortázar, mediante extractos de sus textos, de sus cartas, de sus poemas. Quisimos que el libro fuera un archivo visual, que mostrara a Cortázar en todas sus facetas y que el contacto que se estableciera con su mundo fuera suelto y aleatorio, de modo que la obra no sigue un orden cronológico sino el del alfabeto; una especie de diccionario cortazariano que se puede empezar a leer por cualquier parte, con un diseño basado en el collage, a cargo de Sergio Kern, que evocara los libros almanaque que creó el mismo Cortázar. ¿Cómo fue la relación de Cortázar con Buenos Aires?Entiendo que fundamental e intensa, amorosa y doliente a la vez. Quien se va, acepta tener su vida partida en dos, y esa condición marcó su literatura y quedó sintetizado en “el lado de acᔠy “el lado de allá”. Lo encuentro indudablemente argentino en sus referencias, sus gustos, su lenguaje, incluso su vida en París también es una manera de ser argentino, pero por algo se lo lee y respeta en todas partes. Nunca y en ningún campo se ciñó a visiones estrechas, por eso es un clásico moderno, un escritor universal.

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