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Conozca quién es la bella voz colombiana de la Ópera de Frankfurt

Juanita Lascarro, soprano colombiana que triunfa en Alemania, es hechura de sí misma, pese a ser hija de la también cantante de ópera Marina Tafur. Una vida de sueños y convicción entre arias.

13 de agosto de 2012 Por: Margarita Vidal Garcés

Juanita Lascarro, soprano colombiana que triunfa en Alemania, es hechura de sí misma, pese a ser hija de la también cantante de ópera Marina Tafur. Una vida de sueños y convicción entre arias.

Pocos saben que una joven soprano colombiana es la principal solista de la Ópera de Frankfurt desde el año 2002. Un cargo que se ganó luego de haber trabajado en la educación de su voz privilegiada a lo largo de muchos años, con profesoras colombianas, alemanas y norteamericanas de gran peso en la lírica mundial. Y es que Juanita Lascarro (bello nombre real) nació como predestinada. Su madre, la soprano Marina Tafur, desarrolló una brillante carrera de conciertos no solo en Latinoamérica y los Estados Unidos, sino también en Europa donde, además, actuó por varios años como solista de la Orquesta Suisse Romande, Collegium Musicum de Ginebra.Juanita recuerda ver a su madre cantar en el Colón de Bogotá, cuando - todavía muy niñas- ella y su hermana Alexandra (hoy violinista) la acompañaban a los ensayos y se quedaban todo el día husmeando los vericuetos del hermoso teatro construido a finales del Siglo XIX por el arquitecto italiano Pietro Cantini (el mismo del Capitolio Nacional), cuyo polémico telón de Boca fue obra del artista florentino Aníbal Gatti.El padre de Juanita tocaba flauta barroca y fue uno de sus grandes apoyos, cuando decidió dejar la carrera de biología que adelantaba en Los Andes, para irse a estudiar canto en el Conservatorio de Colonia, Alemania.En ese país estudió, trabajó, conoció a su marido Ralf Simon (cantante alemán de ópera) tuvo a su único hijo Gregor David y ha cosechado triunfos resonantes interpretando papeles que han puesto a vibrar a entendidos públicos de diferentes países europeos, al tiempo que ha despertado el entusiasmo de una crítica difícil, exigente y a veces esquiva.Esta soprano colombiana, de fama internacional, ha sido Mimí, Lulú, Manon, doña Elvira, Poppea, Violeta, Daphne, Fiorilla, Barbarina, Frasquita, Susana, Aura, Julieta , Mirandolina y muchas otras entrañables heroínas –cómicas y trágicas- de la ópera internacional de todos los tiempos. En Colombia su nombre figura ya al lado de íconos como Rafael Puyana, Sofía Salazar, Blanca Uribe, Blas Emilio Atehortúa, Carlos Villa, Teresita Gómez, Jaime León, y una docena más de personajes del parnaso musical colombiano.El oficio diplomático de su padre la mantuvo en el exterior por muchos años hasta que, ya adolescente, regresó a su país para terminar el bachillerato, y descubrir que su verdadera vocación era el canto. Por eso emigró, estudió con verdadera consagración y hoy es una de las grandes figuras de la ópera en el mundo.¿Qué le produjo su regreso a Colombia, después de haber vivido tantos años en el exterior, con sus padres?Fue un choque tremendo. A los 14 años tomé conciencia de cosas en las que no había reparado hasta entonces y me volví muy rebelde. Me afectaba observar a una sociedad supremamente conservadora, bastante cerrada en su manera de ver la vida y, sobre todo, que se negaba a ver lo qué estaba pasando dentro de sus propios límites. Yo quería luchar contra eso, cambiar el statu-quo, todas esas cosas preestablecidas, desiguales e injustas, que veía a mi alrededor. Eso fue antes de graduarse e irse a Alemania. Por contraste, ¿qué encontró allá?Contra la creencia generalizada de que los alemanes tienen una idiosincrasia rígida, yo diría que no solamente tienen una mentalidad muy verde y ecológica para ver su entorno, sino que allá todo está puesto en su sitio. Tienen una moralidad pura y limpia, verdaderamente admirable. Piensan en las consecuencias de sus acciones. No está en mi ánimo hacer críticas a Colombia ni mucho menos, pero debemos reconocer que en ciertos estamentos a veces no se es tan consciente de los problemas que ocurren más allá de las sedes urbanas, y que hay individuos que obran con un cierto grado de egoísmo y con bastante irresponsabilidad. Todo está dirigido hacia el yo, que es el que manda.¿Desde ese punto de vista, qué siente frente a la violencia cotidiana con la que se topa cuando viene al país?Digamos que me impresiona, pero no porque sea ajena a esa realidad, sino por la manera como la gente la afronta. Hay una especie de endurecimiento, como una capa que reviste la vulnerabilidad de las personas y como que la gente se acostumbra a convivir con esa violencia. Cuando mi niño cumplió dos años y medio estábamos en Colombia y estalló un carro-bomba cerca, en la Universidad Militar. Por la radio y la televisión explicaron lo que había pasado y de allí en adelante, cuando nos íbamos a montar en un carro, el niño preguntaba si era un carro-bomba. Él compartía juegos con familias donde las madres no querían que sus hijos tuvieran armas de juguete porque eso podría fomentarles agresividad. He visto que muchas mamás quieren apartar a los niños de ese conocimiento, pero a mí me resulta muy difícil explicarles que yo no le puedo mentir a mi hijo diciéndole que las armas no existen, porque seguramente verá soldados con fusiles, no sólo en las películas, sino en las carreteras y en determinadas esquinas, cuidando personajes o viviendas. A los 19 años, cuando estudiaba biología en los Andes, descubrió que su verdadera vocación era el canto. ¿Por qué decidió irse a Alemania?Por su riqueza cultural principalmente. Alemania es un país que ha dado los más importantes filósofos, escritores y músicos de la historia y me llamaba mucho la atención poder leer o interpretarlos en el idioma original. Utilizar ese idioma dentro de mi arte, que es la ópera. Mi mamá vivía en Inglaterra donde había colegios fantásticos pero con matrículas muy costosas a las que yo no tenía acceso. En Alemania el costo era muchísimo más bajo y todos los demás servicios, como el de salud, eran baratísimos. Mi papá me apoyó, pero claro que también tuve que trabajar en los oficios consabidos: mesera, niñera, acompañante de ancianos, etc., para ganarme algún dinero extra. Usted se casó con un cantante de ópera, alemán. ¿Cómo lo conquistó?Risa. Él me conquistó a mí. Yo vivía en Colonia y él en Frankfurt, de donde me llamaron para tomar el papel de una cantante que había quedado embarazada. Se trataba de El Mesías de Händel, que se presentaría en Israel. Allí lo conocí. Hicimos diez presentaciones, pero después solamente hemos cantado juntos una vez, en Bogotá, en un papel secundario de Romeo y Julieta. Su hijo heredó una voz bellísima, ¿es tan sensible como usted?Sí, es un niño que me sorprende todos los días porque tiene una gran percepción del arte. Él se sienta en la producción de una ópera y si no le gusta, suspira profundamente y pierde el interés. Cuando estaba muy pequeño, de pronto volteaba la cabeza y lloraba en la solapa del papá. Cuando se le preguntaba, decía no saber por qué estaba llorando, pero era evidente que el niño percibía el intenso drama dentro de la obra. Tiene mucho talento, pero no sé hacia qué disciplina se orientará. ¿Le gusta vivir en Alemania?Me gusta muchísimo. Nosotros vivimos en un barrio de Frankfurt que se llama Nieder Erlenbach, que significa ‘bajo el riachuelo’, en un conjunto precioso que nos encanta porque hay un jardín donde todos los vecinos se encuentran para hacer barbacoa y jugar con los niños. Hay un gran concepto de vecindad, muy alemán. Creo que eso ya no existe en Colombia, salvo en pueblos pequeños.En Alemania cada ciudad tiene ópera, teatro, casa cultural y cada uno de los antiguos barrios, que con el tiempo fueron creciendo y creando ciudad, tiene una estructura social preciosa que son los clubes o ‘veerein’, algunos con 700 o más años de fundados: clubes de señoras del campo, de coros, de deportes para niños y para jóvenes, o de ancianos, que se sienten cobijados por sus clubes. En mi veerein tengo amigos de 20 y de 70 años. Así se construyen amistades y se establece un contacto humano muy bello. Los alemanes tienen fama de ser sumamente estrictos y casi psico- rígidos. ¿Es equivocada?Lo que podría decir es que si un alemán te busca es porque tiene un interés real de conocerte, y si te dice que te va a apoyar en algo, puedes estar segura de que lo hará. Yo no tengo abuelos en Alemania pero sí abuelos adoptivos que cuidan a mi hijo cuando nosotros tenemos que salir de casa. Y tenemos bellos amigos que se han involucrado verdaderamente a nuestro proceso. Habrá también gente dura o fría, pero en general es familiar, amistosa y cálida. Me imagino que planearon a conciencia tener a su hijo, toda vez que ambos trabajan permanentemente...Sí, fue algo que planeamos con mucho convencimiento después de cinco o seis años de matrimonio. Aunque tenemos una relación muy profunda, vivíamos en ciudades diferentes, cada uno con su propia agenda. Es difícil y curioso a la vez porque no se trata de la vida cotidiana de un matrimonio que todos los días toma su café por la mañana, lleva al niño al colegio y se va para sus trabajos. Pero, para los cantantes es usual llevar una relación a larga distancia, que se alimenta de muchas conversaciones telefónicas, alguna que otra visita esporádica, uno o dos meses enteros sin verse o tres meses seguidos en que la familia puede estar junta. ¿Desde el punto de vista de pareja no resultan muy difíciles de manejar esas ausencias prolongadas?Sí, es difícil, claro que sí. Pero los cantantes estamos acostumbrados a vivir de esta manera. ¿No le da miedo de que le ‘quiten’ a su marido?Risa. ¡No! Hoy estamos cumpliendo quince años de aniversario y todas esas rosas que ve, me las envió él. Desde luego que todo puede pasar porque estamos entre seres humanos, pero nosotros hablamos siempre en una forma muy libre, profunda y honesta sobre todos los temas. Nuestra relación es muy especial, sobre todo porque ambos actuamos con convicción y compartimos una responsabilidad moral muy grande hacia nuestro hijo: darle estabilidad. Por eso acompasamos el trabajo de ambos para que cuando yo no esté en casa, esté el papá, y viceversa. ¿Cuál fue el primer papel importante que interpretó?Después de graduarme me fui a trabajar a Holanda, Bélgica, París e Inglaterra. En un pequeño festival inglés, interpreté Daphne, de Strauss, que fue muy importante porque esa obra no se había interpretado desde la Segunda Guerra Mundial y en Inglaterra la habían redescubierto. Fue algo impresionante porque aparecieron casas disqueras, agentes, la nieta de Strauss, una cantidad de directores musicales. Interpreté ese personaje y a partir de allí mi carrera arrancó con mucha fuerza y despertó mucho interés. ¿Por qué en esa época no quiso interpretar otros papeles protagónicos que le ofrecieron?Después de Daphne me ofrecieron en Turín el protagónico de una obra de Massenet, que yo no conocía, pero me aconsejaron que no lo hiciera porque se trata de una ópera con un registro medio no dramático pero sí muy intenso, y esa faceta de mi voz no se había desarrollado completamente todavía. ¿Alguna vez se ha arrepentido?Hoy en día creo que si hubiera seguido mis instintos posiblemente hubiera podido abordar la carrera de otra manera, metiéndome de lleno en esos retos, afrontándolos y aprendiendo de ellos. También hubiera sido interesante ese camino.¿En una carrera como la suya qué es lo más difícil?Deshacerse de la idea de que se depende de alguien que sabe más que uno. Una amiga me lo dijo en forma muy directa: “Tú ya llegaste al nivel en que puedes decidir por ti misma. Esa es una etapa muy importante en el desarrollo del cantante y debes tener ya suficiente seguridad en ti misma y responsabilidad propia como para no tener que estar pidiendo opiniones ajenas sobre tus actuaciones”. Ese fue uno de los mejores consejos que me han dado. ¿Cómo relaciona usted la felicidad con las disciplinas del espíritu?Pienso que hay una relación directa. Desde luego que cada persona tiene su percepción propia frente a una obra musical, un cuadro, un libro, y también diferentes exigencias frente a los mismos. Lo que tienen en común es la gran tarea mental que implica el análisis y la contemplación de la obra de arte. A mí por ejemplo lo que me encanta es el contexto histórico. Cuando veo un cuadro u oigo una pieza musical, lo primero que se me viene a la mente es la época en que fueron pintados o compuestos y hago una relación inmediata con lo que sucedía en ese país y en esa época. Entre los papeles que ha interpretado, casi siempre dramáticos, ¿cuáles le llegan más?Frente a esa pregunta me hago una especie de fila mental de todo lo que he hecho, y le confieso que no puedo escoger porque para mí la verdadera satisfacción es el reto como tal, meterme musicalmente con todo al personaje, y experimentar la sensación inigualable de cantar. Desde luego mis personajes tienen idiosincrasias diferentes. Algunas no me han gustado. Por ejemplo Adèle de Fledermaus. No me apasionó porque tiene un contexto un poco más frívolo frente a la emoción. No sé como explicarlo, pero cuando se está cantando un drama, la sensación que se experimenta es muy visceral y directa, con una comunicación interior muy intensa. Adèle es simpática, divertida y elegante, pero no existe ese contacto. Hoy una cantante de ópera tiene que ser también una buena actriz, pero antes se las veía muy “tiesas y muy majas”. ¿Qué tan importante es la actuación?Mucho. Antes la ópera se consideraba simplemente la expresión vocal de una bella obra y los cantantes utilizaban gestos impostados en su interpretación. Yo pertenezco a la generación del Music Theater lo cual significa que interpretamos la obra. Quiere decir que si al subir una escalera cantando un sobreagudo, tengo, además, que caer por un balcón, lo hago con todas las de la ley porque esa es mi tarea. ¿De las grandes ‘divas’ legendarias cuáles le gustan?Siempre he tenido como un ejemplo inalcanzable a la Callas, dueña de un arte sublime, quien no tenía límites mentales ni vocales. Algo muy inusual e impresionante. Hay personas a quienes no les gusta, pero yo fui una gran seguidora suya, así como de Victoria de los Ángeles, que me encanta por su pureza vocal. De las más contemporáneas me gusta mucho Ángela Gheorghiu, muy directa y con un fraseo muy puntual. Ya desde el punto de vista del estilo barroco, se puede destacar a Sonia Prina, una contralto que canta cualquier cosa, ¡a cualquier velocidad! impresionante y admirable. ¿Su mamá fue profesora suya?No porque era una relación demasiado emocional y próxima. Ella siempre quiso hacerlo pero yo nunca acepté que ella me enseñara, porque quería hacer mi propio camino y apartarme de su imagen ya que ella fue una verdadera leyenda y yo quería sobresalir por mis propios méritos.

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