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Carlos Fuentes se robó el ‘show’ en Cartagena

A propósito de la presencia del escritor mexicano en el pasado Hay Festival, se recuerda su vida, obras, amistades, tragedias, amores e infidelidades. Pero sobre todo, por qué es uno de los intelectuales más admirados y acatados del momento.

5 de febrero de 2012 Por: Margarita Vidal / El País

A propósito de la presencia del escritor mexicano en el pasado Hay Festival, se recuerda su vida, obras, amistades, tragedias, amores e infidelidades. Pero sobre todo, por qué es uno de los intelectuales más admirados y acatados del momento.

En el Hay Festival Carlos Fuentes demostró, una vez más, por qué es uno de los intelectuales más admirados y acatados del momento y el escritor vivo más importante de México. Ganador de los premios literarios más importantes del mundo, Fuentes vive desde hace años en olor de Premio Nobel. Pero no le preocupa: “Si no se lo dieron a Kafka, a Proust, ni a Borges, ¿por qué a mí, sí?”. Un seductor Fuentes, como escribí hace 20 años, cuando lo entrevisté para la inolvidable serie de televisión ‘Palabra Mayor’, con los más importantes escritores hispanoamericanos del momento, es un intelectual del Renacimiento y un hombre de su tiempo, atento a todo, apasionado por la literatura y la política, por el cine y por la música, y es también un explorador insaciable, presto a captar cualquier detalle y a aprovechar las más disímiles circunstancias que luego aparecen en páginas maravillosas, sórdidas, profundas o ligeras, pero hechas a la manera de un organismo en el que cada una de las células forma parte primordial de la esencia.Lector voraz, polemista de largo aliento, es novelista, pensador, ensayista, autor de obras de teatro y de guiones para óperas y películas. Ha escrito La Región más Transparente, La Muerte de Artemio Cruz, Aura, Terra Nostra, Cambio de Piel, Gringo Viejo, Geografía de la Novela, La Silla del Águila, Zona Sagrada, y varias decenas más de novelas, ensayos, guiones, prólogos y cuentos.En 1992, en su casa de México conocí a un Carlos Fuentes alto y magro. Piel atezada, cuerpo atlético, músculos duros y andar elástico. En medio de una facha informal de jeans, camisa deportiva y suéter muy lavado, Fuentes resultaba atractivísimo, varonil y sugestivo. Sus ojos inteligentes, tremendamente vivos, despedían una luz especial. Abordaba todos los temas con lucidez y entusiasmo y era –es- un verdadero mago de la palabra, abarcador y cosmopolita. Un hombre integral. Era tan seductor a sus 64 años bien llevados, que todavía hacía honor, con creces, a su lejana fama de 'Don Juan', de joven disoluto, embrujado por varias damas a la vez: la noche, las estrellas de cine, la política, las letras. Un velo triste Hay de pronto, un rumor de voces y de cuerpos, de cámaras y flashes, cuando el autor de Terra Nostra y Cambio de Piel aparece en el patio del hotel, blanquísimo el atuendo y blanca la cabeza. Negro, todavía, el fino bigote.Fuentes, el mexicano trasnacional, conserva intacta la elegancia, pero su cuerpo, aunque delgado aún, trae un andar tardío y su figura se inclina levemente. Intelectualmente, lúcido, expositor luminoso, lo envuelve, no obstante, un aire ausente y hay una tristeza vaga en sus ojos, que ya no son vivaces. Se entiende -me dirán- a sus ¡83 años! .No, es el peso de sus hijos muertos, Carlos y Natasha, idos tan prematuramente. Tan de pronto. Nacidos de su unión con Silvia Lemus, la rubia periodista que lo enamoró en una fiesta en 1977. Según ella misma ha contado, Fuentes le pidió matrimonio una noche de baile.Apartándola un poco de su abrazo la miró profundamente a los ojos y le dijo roncamente: “quiero casarme contigo, quiero tener hijos contigo, quiero llevarte a vivir a París.” Y allá fueron, hace ya, 35 años. Hoy viven entre Ciudad de México y Londres. La historia Felipe Boettinger Keller, el bisabuelo materno de Fuentes venía de la Renania, según cuenta, y era un hombre de ideas políticas lasallianas, enemigo de Bismarck.Sentó sus reales en Veracruz y se hizo muy rico cultivando café. Tuvo tres hijas extraordinariamente bellas, una de ellas, Emilia, fue la abuela del escritor.Rafael Fuentes, su padre, fue diplomático en diversos países y aunque Carlos nació en Panamá, al mes lo pusieron en un moisés y lo llevaron a Guayaquil y de allí a Quito. Rafael era el Encargado de Negocios de México en la capital ecuatoriana. Vinieron luego Montevideo, Río de Janeiro, Washington, Santiago y Buenos Aires.El mismo Carlos fue, muchos años después, embajador de su país en Francia. De allí su cosmopolitismo, su amplia visión del mundo y su dominio perfecto del inglés y del francés. En Washington tomó conciencia de su condición de mexicano. A finales de los años 30, Lázaro Cárdenas nacionalizó el petróleo, hizo la reforma agraria y organizó los sindicatos obreros. El día de la nacionalización petrolera –cuenta Fuentes con un gesto divertido- sus amigos de la escuela dejaron de saludarlo: el periódico titulaba: “Los comunistas mexicanos se roban el petróleo norteamericano”.La figura de su padre es crucial en su vida y en su obra. Rafael lo acercaba a los libros, le daba los periódicos, lo llevaba de la mano a Broadway a ver sus primeras obras de teatro y su madre lo llevaba a oír grandes conciertos. Fue su padre quien encauzó su pasión por el cine, afición adquirida desde muy niño, porque su institutriz, una lituana llamada Teklunis Tankanaike, lo llevaba a ver películas para poder verse con su novio. Susan Lenox con Clark Gable y Greta Garbo, con una trama incestuosa, fue su primer impacto: “Yo no entendía por qué el papá de Greta Garbo le hacía semejantes cosas a su hijita, pero a partir de entonces tuve una enorme pasión por este arte del Siglo XX que, por lo demás, atrae a todos los talentos nuevos”. Cine y matrimonio Muchos años después se hizo muy amigo de Luis Buñuel, exiliado de Franco, con quien trabó una amistad entrañable. Lo conoció en el set donde se grababa en México ‘Nazarín’, sobre la vida de Benito Pérez Galdós, adaptada magistralmente por Manuel Barbachano Ponce.En ese mismo set se enamoró de la hermosa actriz Rita Macedo, su primera esposa, a quien su amigo José Donoso, el escritor chileno, describe así en una fiesta: “Diosa estática, intocable, era como si las autoridades culturales la hubieran prestado para la ocasión, como valiosísima pieza traída del recién inaugurado Museo Arqueológico y Antropológico de México”.En esos tiempos, Donoso, que padecía “sequía literaria”, y su mujer se instalaron en un pabellón que Carlos Fuentes les alquiló, al fondo de su jardín en Ciudad de México. El chileno escribió allí ‘El Lugar sin Límites’. Carlos Fuentes, mientras tanto, oía a todo volumen Las Cuatro Estaciones de Vivaldi, y escribía ‘Cambio de piel’. “Toda la picaresca literario-política-musical-cinematográfica- teatral-social de México, además de la internacional, desfilaba por la casa de Carlos Fuentes y Rita Macedo”, ha contado Donoso en su Historia Personal del ‘Boom’. Infidelidades y tragedias Con Rita tuvo una hija, Cecilia Fuentes Macedo. Y cuentan las malas (o las buenas) lenguas, que Rita enloquecía de celos por las constantes y nada clandestinas infidelidades de su marido. Vino el divorcio y, muchos años después, Rita, la bella, decepcionada y sola, terminaría quitándose la vida. Ya estaba Fuentes casado con Silvia Lemus, su actual esposa, una mujer independiente y rubia (y bella), que hacía un programa periodístico televisado con el mítico Jacobo Zabludowsky.En la sede de los estudios de Barbachano, ‘La Mansión de Drácula’, Álvaro Mutis propició una amistad eterna, a partir de un verdadero ‘coup de foudre’, entre Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes. El mexicano había leído La Hojarasca, y había publicado otros cuentos de Gabo en La Revista Mexicana de Literatura, que se correspondía, en Bogotá, con la Revista Mito, de Jorge Gaitán Durán.Precisamente de esa época, Fuentes ha confesado una aguda ‘aerofobia’ compartida por García Márquez, derivada de la trágica muerte de Gaitán en un accidente aéreo.Y ha contado también que en un viaje por carretera hacia Acapulco vio a ‘Gabo’ transformarse súbitamente, como tocado por un ángel. Se preguntó por qué su rostro irradiaba una beatitud desconocida y por qué su cabeza parecía iluminada por un halo: “sin saberlo, yo había asistido al nacimiento de Cien Años de Soledad, ese instante de gracia, de iluminación, de acceso espiritual en que todas las cosas del mundo se ordenan y nos mandan: ‘Aquí estoy. Así soy. Ahora,¡escribe!’.” El destino diplomático de su padre recaló en Buenos Aires, donde se enamoró precozmente (14) de una provocativa actriz checoeslovaca que vivía en el mismo edificio. Él era todavía un ‘esquincle’ mexicano que seguía una serie radiofónica sobre la vida de grandes mujeres. “Perdí mi revista de programación y aprovechando que mis padres y su marido se iban muy temprano a trabajar, toqué a la puerta y cuando me abrió le pregunté cuándo pasaban Juana de Arco. Ella me contestó: ‘No sé Juana de Arco, pero hoy pasan Madame Bovary’. Le dije: “Vamos a verla juntos”. (Risa). El autor de Aura alega no saber si era ‘precocidad’ o más bien “una conciencia muy aguda de la necesidad de postergar la muerte, de adelantarme a ella y de no permitirle que imponga sus dominios. Eso dicta mucho mi particular estilo de vida, mi energía, mis proyectos. Yo trato de vencer la muerte mediante una afirmación constante de la vida. Una vez Luis Buñuel durante una discusión sobre la moral me dijo una cosa muy sencilla que no olvido: “Moral es la buena vida, inmoral es lo que quita vida”. Es tan fácil como eso. México, escritura y excesos En Ciudad de México, estudiaba Derecho por las mañanas. Luego se iba a trabajar al Ministerio de Relaciones Exteriores donde tenía un puesto para escribir discursos. Volvía a almorzar a su casa y a las 2:30 se sentaba a escribir La Región más Transparente, hasta las 8:00 p.m. cuando se encontraba con sus amigos para ir “a bailar el mambo, enamorar muchachas y lo que hiciera falta”.Al otro día se repetía la dosis. En esa época, convertido en una figura de la alta sociedad, ejercía su condición de ‘niño bien’ y era huésped permanente de las páginas sociales de los diarios.Con un grupo de amigos fundó una sociedad que el pintor, cineasta y multifacético Adolfo Best bautizó como ‘Los Basfumistas’. Tan hermética, que a su alrededor empezaron a tejerse consejas y leyendas y hasta se llegó a decir que hacían prácticas demoníacas. Fuentes se ríe y dice que su secreto era que no tenían secreto: “era una sociedad para pasarla bien, pero la malicia popular la convirtió en una secta, en un movimiento filosófico, y hasta en una amenaza política, en un momento determinado”. Iban de borrachera en borrachera, inventaban sus propias leyendas y hasta tenían himno: “Semi-Preludio a Cristóbal Colón”, del maestro Julián Carrillo, inventor del número 13 de la Escala Musical”. En La Región Más Transparente y en La Muerte de Artemio Cruz, dos de sus obras preponderantes, Fuentes retrata el momento en que la capital mexicana dejaba de ser provincia y se preparaba para dar el salto que la convirtió en la ciudad más grande del mundo: “Es un adiós, una nostalgia de la ciudad que cuando yo nací no tenía un millón de habitantes y hoy tiene más de 20 millones. Buena parte de mi obra ha sido un himno, una palinodia, una despedida a la ciudad que ante mis ojos ha ido desapareciendo, transformándose y muriendo a una velocidad y en una metamorfosis asombrosas. La Región más Transparente es un oratorio sobre esa ciudad perdida”. Diana la Cazadora El próximo mes de noviembre Carlos Fuentes cumplirá 84 años y tiene siete novelas en proceso para curarse de la nostalgia y del olvido, porque sostiene que cada novela que termina lo deja vacío. Viudo.Dicen los críticos literarios que Diana o la Cazadora Solitaria la escribió Fuentes como una reivindicación a la famosa actriz Jean Seberg, con quien tuvo un fugaz romance. En la novela cuenta que conoció a esta actriz, Diana Soren en la novela, el último día de 1969. Dicen que ese fue el inicio de “una relación descarnada, apasionada, violenta en lo psíquico, y en la que el escritor no ahorra ningún detalle sobre sí mismo y sobre Diana-Jean”. La escritora Olga Huerta se sorprende de que en esta novela Fuentes hable con tanta claridad sobre él, sobre su primera mujer, sobre su parte más activa en la sexualidad, sobre su crueldad o cobardía como amante, “lo que debió suponer para él no solo un ejercicio estilístico, sino también un exorcismo de sus demonios internos. En definitiva un descarnamiento tan cruel y tan verdadero que se hacen auténticos los personajes a fuerza de ser brutales. Independientemente de que Fuentes narra con intensidad, incluidos los encuentros sexuales, toda la historia de amor con Jean Seberg- Diana Soren, no es menos cierto que no puede abandonar ese posicionamiento político que surge, sobre todo en sus primeras novelas”. Jean Seberg tuvo un triste y dramático final porque era contestataria y desquiciada, y porque debido a su simpatía expresa y su activismo por el famoso partido político afroamericano de Las Panteras Negras, el FBI había lanzado una implacable campaña de difamación en su contra. La actriz se suicidó en 1979 y fue encontrada once días después de su muerte, en una callejuela de París, dentro de su Renault y cubierta con un sarape de saltillo. Fuentes se pregunta: ¿Será el que se compró conmigo en Santiago? Generoso, el escritor mexicano ha exaltado siempre la obra de los buenos escritores, no solamente en su país sino fuera de éste. Cuando García Márquez le envió el manuscrito de Cien Años de Soledad le escribió a Julio Cortázar: “Me siento nuevo después de leer este libro, como si les hubiera dado la mano a todos mis amigos. He leído el Quijote americano, un Quijote capturado entre las montañas y la selva, privado de llanuras, un Quijote enclaustrado que, por eso, debe inventar el mundo a partir de cuatro paredes derrumbadas. ¡Qué maravillosa evocación del universo inventado y re-inventado! ¡Qué prodigiosa imagen cervantina de la inteligencia convertida en discurso literario, el pasaje continuo e imperceptible de lo real a lo divino y a lo imaginario!”. Drogas, inmigración, Obama Donde va, Fuentes expresa su opinión sobre el fracaso de la lucha contra las drogas y su convicción de que los gobiernos de México y los EE.UU. deben ponerse de acuerdo para combatir al unísono el narcotráfico. Sostiene que con una frontera tan extensa se sabe que la droga entra a los EE.UU. proveniente de su país y que de allí en adelante no vuelve a saberse su destino. Fustiga a las autoridades norteamericanas porque no investigan cuáles son las redes dentro de su inmenso territorio, quiénes son los grandes capos y porque nunca se oye hablar de grandes penas para quienes acumulan, gracias a ese comercio, fortunas descomunales.Por fin logro acercarme; Fuentes no me recuerda. Yo sí a él, en una de las mejores entrevistas de mi vida. Él tiene en su haber 20 años más de reportajes a lo largo y ancho del mundo y yo no estoy planillada para reportearlo ahora. No importa.Puedo escribir una historia interesante y un perfil. Me instalo en la silla frente a él, mientras llega la próxima entrevistadora y le pregunto qué cree que pasará en las próximas elecciones presidenciales de los gringos, qué opina de Romney y del Tea Party, del voto hispano. La respuesta es contundente: Obama ganará. Piensa que haber abatido a Ben Laden le dio pasaporte a su reelección y que el presidente norteamericano, de quien es gran partidario, se atreve a tomar las decisiones que tiene que tomar y lo hace sin alharaca ni excesos publicitarios. Y no hay que olvidar que frente a la teoría -ventilada con gran escándalo en 2004 por el profesor de la Universidad de Harvard, Samuel Huntington- de que los inmigrantes mexicanos no viven –invaden- no trabajan –explotan-, no enriquecen –empobrecen-, porque la pobreza está en su naturaleza misma, y que los hispanoamericanos constituyen una amenaza para la cultura anglo americana, protestante y de raza blanca, en lo que llamó “choque de civilizaciones”, Fuentes terció con indignación para decir:“Hay oferta laboral mexicana porque hay demanda laboral norteamericana”. Si algún día existiese pleno empleo en México, Estados Unidos tendría que encontrar en otro país mano de obra barata para los trabajos que los blancos, sajones y protestantes -por llamarlos como Huntington- no desean cumplir”. Carlos Fuentes está triste, pero es un coloso, un pensador que abarca el mundo entero, pero especialmente este continente hecho de ríos y de fronteras, tan amargo a veces, a veces tan violento, pero también tan lleno de poesía y de esperanza.

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