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Luis Orlando Castro Cabrera fue profesor titular de la Universidad de Nueva York. | Foto: Wirman Ríos / El País

CIENCIA

“La conservación del suelo es mi propósito de vida”: Luis Orlando Castro, científico colombiano

Con 21 años Luis Orlando Castro Cabrera ya era profesor titular en la Universidad de Nueva York. Cuando volvió a Colombia inició su investigación para el manejo de la materia orgánica.

3 de noviembre de 2019 Por: Por Susana Serrano Arango Reportera de El País

El día que Luis Orlando Castro Cabrera descubrió que la mayor contaminación del mundo la producía la materia orgánica, no pudo dormir.

Era la época de 1970 y el tema se convirtió en una obsesión para él.

En ese entonces se encontraba en Estados Unidos, trabajando como profesor titular de la Universidad de Nueva York (NYU), puesto que le fue otorgado al terminar su doctorado en biofísica.

Con su grupo de investigación estaba realizando un experimento con bacterias mandadas al espacio en un medio líquido de unas celdas solares de sulfuro de cadmio.

Luego realizaban exámenes de ADN para saber qué cambios habían sufrido las que sobrevivían.

Con esta idea, Luis Orlando empezó a trabajar con bacterias de suelos para tratar de cambiar el final de las materias orgánicas y que dejaran de convertirse en basura.

El nacimiento de un genio

Luis Orlando nació el 24 de abril de 1948 en Suaza, Huila, en la casa de Pablo Castro Hoyos, un agrónomo dedicado a la genética vegetal, y la poeta Soledad Cabrera Tovar de Castro.

“Como todo investigador, mi padre no tenía capital y muchas veces nos faltaron cosas para vivir”, cuenta el doctor Castro, quien también recuerda haber caminado descalzo por las calles de su ciudad, cuando era niño.

Pero sus juguetes fueron el microscopio y el esteroscopio de su padre, que eran sus fieles compañeros, con los que se divertía sin vislumbrar en medio del juego su futuro exitoso.

A los 5 años inició sus estudios en la primaria, ya que había aprendido a leer y escribir a muy temprana edad. Pero en bachillerato también lo ascendieron y a los 11, se graduó del Colegio Simón Bolívar en Garzón, Huila, recibiendo un premio de Matemáticas y Física otorgado por el Departamento.

Luis Orlando reconoce que no fue un alumno normal. “En primaria llegué a tercero solo con un solo año de estudio y validé bachillerato, terminándolo en solo cuatro años”, recuerda.

Esto creó resentimiento en sus compañeros de grado, quienes, le repetían que no podría pasar los exámenes de la Universidad Nacional porque le habían regalado el diploma.

Al final el único de su colegio que logró entrar a la Nacional fue él.
“Cuando un compañero se acercó a felicitarme le dije que había quedado porque la Universidad Nacional no estaba recibiendo bachilleres”, comenta riendo.

El camino de la ciencia

El doctor Castro estudió Ingeniería Eléctrica en la Universidad Nacional de Bogotá, pero no terminó la carrera en Colombia.

Séptimo semestre lo estudió con matrícula condicional, ya que no podía ser inscrito por ser menor de edad y ese fue el acuerdo que pudo alcanzar, luego de hablar con el Ministro de Educación de la época, gracias a un amigo en común.

En esas mismas fechas el Instituto Meyer, dónde había asistido a unos cursos de inglés, hizo la entrega de dos becas de estudio para Estados Unidos.

De los 5000 aspirantes que se presentaron, Luis Orlando fue uno de los beneficiados. Por eso tomó la iniciativa de terminar su carrera en el exterior.

“Los dos primeros meses afuera fueron horribles. Pero después obtuve una beca de rendimiento académico del estado de Nueva York y en la Universidad de Nueva York, pude hacer mi grado en ciencias (BSc) en ingeniería electrónica y más tarde uno en electro- diagnóstico humano. Simultáneamente hice un máster en física pura y luego realicé un doctorado en biofísica en la Nasa, bajo la dirección de Wernher von Braun, el científico que llevó el hombre a la Luna”.

Luis Orlando tenía 21 años cuando obtuvo su título de Ph.D. Inmediatamente, la Universidad de Nueva York, le ofreció el cargo de profesor titular, que él aceptó.

Ahí trabajó una temporada en la que investigó las mutaciones genéticas que presentaban las bacterias mandadas al espacio y en octubre de 1973 volvió a Colombia, bajo el programa ‘Recuperación de cerebros fugados’.

Bacterias para salvar el planeta

En la misma época en que decidió regresar a su país, el doctor Castro tuvo la convicción de encontrar una solución para el manejo de la materia orgánica.

Su obsesión inició después de leer un artículo de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA), que presentaba este compuesto como el mayor contaminador del mundo.

En el proceso de experimentación con las bacterias de suelo, descubrió que los agroquímicos de las plantaciones estaban matando a las bacterias buenas, que nutren y protegen a la planta.

Sin embargo, bacterias que podían ser nefastas para la planta, lograban adaptarse y sobrevivir.

Con esto en mente el científico decidió iniciar un proceso, en el que las bacterias buenas se volvieran quimioresistentes.

“Los laboratorios colombianos no tenían las condiciones que yo requería para hacer un trabajo serio. Así que vendí unas propiedades, monté un pequeño laboratorio en Bogotá, empecé a trabajar y fundé Biotecnología Salus Mundi”, dice.

El resultado de su investigación fue la creación de un abono de cuarta generación, compuesto por microorganismos de alta eficiencia en procesos de biodegradación, con adaptación genética y quimioresiste en un 600% a las moléculas que más se utilizan en los insumos químicos tradicionales.

Este producto, que ha conseguido patentes en Colombia y México, tiene petición para patentar en Argentina, Colombia, México y Estados Unidos.

“Las patente se debe renovar, porque es un nuevo producto. Como cada diez años las ‘casas’ de agroquímicos sacan moléculas nuevas, hay que volver a enseñarles a las bacterias a vivir en presencia de estos ‘venenos’”, explica el doctor.

El uso de químicos que envenenan el suelo, esa es una realidad incomprensible para Luis Orlando. “Las empresas no me parecen éticas y no respetan la vida. No he visto la primera compañía que siendo exitosa económicamente, cierre por ser dañina para humanos y animales”.

No obstante, algunos productores de caña que se ha encontrado en Colombia, le hacen creer que existe un mejor futuro, dice. “Tienen procesos más ecológicos, con suelos con materias orgánicas superiores al 5%, que es raro y excepcional en el mundo de hoy, y con bosques”, dice en su visita a Cali para asistir como conferencista invitado al Evento del Programa Fénix, ‘La Caña: Su impacto en el mejoramiento del suelo y su uso eficiente en el agua’, organizado por Procaña.

En el Valle hay unas 25.0000 hectáreas de cultivos de caña orgánica. Para él lo ideal sería que “todo el Valle fuera orgánico, que serían un poco más de 200 mil hectáreas si se quisiera”.

Y de paso, sostiene que no hay que satanizar el azúcar, porque es la fuente de energía para el cerebro. “Las neuronas necesitan glucosa para funcionar, lo que pasa es que abusamos de ella, se genera una energía excesiva y nos podemos intoxicar”, explica.

Su sueño es que a futuro el humano pueda disponer de alimentos aptos para ser consumidos. Por eso desea “repoblar la tierra con los microorganismo que hemos matado” y que el suelo sea más limpio.

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