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Jéssica trataba de salir una vez cada mes, por lo menos tres o cuatro días. Pero todo dependía de las condiciones del clima. | Foto: Especial para El País

NUEVA ZELANDA

La colombiana que estudia para ser toda una experta en delfines

Jéssica Patiño Pérez adelanta su doctorado en Biología de la Conservación en Nueva Zelanda, donde estudia el comportamiento y la manera como se comunican los delfines nariz de botella.

5 de abril de 2020 Por: Meryt Montiel Lugo, editora Equipo de Domingo

Desde niña Jéssica Patiño Pérez sintió una atracción especial por los delfines luego de ver la película ‘Liberen a Willy’ y de observarlos en documentales de National Geographic y Discovery Channel. Era tanta su fascinación, que soñaba con ser entrenadora de estos animales.

"Menos mal cambié de opinión", dice hoy riendo desde Nueva Zelanda - donde adelanta su doctorado sobre Biología de la Conservación y continúa estudiando acerca de estos mamíferos acuáticos- “porque esa no es muy buena carrera y estoy en contra de tener animales en cautiverio”.

En la ciudad de Auckland, la más grande en el pequeño país oceánico, la bióloga antioqueña también se encuentra en cuarentena obligatoria y ha aprovechado el tiempo para escribir la tesis con la que espera graduarse como doctora de la Massey University, la institución donde también hizo su maestría en la misma línea: investigar sobre los delfines nariz de botella (que son de la misma especie de Flipper, el delfín que conocimos en Colombia por la serie de Tv. del mismo nombre) y que en Nueva Zelanda están en peligro de extinción.

Esta problemática se debe a que hay muchas presiones de los seres humanos hacia estas pequeñas poblaciones de delfines, explica la joven oriunda de Medellín. “Este país es muy turístico, entonces hay demasiados botes, por ejemplo, puede haber diez delfines en una zona y 40 botes encima de ellos, esto ha generado que las poblaciones empiecen a reducirse”. Por eso su labor es colectar información básica sobre estos animales para proponer medidas de conservación y de manejo que ayuden a su protección.

La científica se encuentra estudiando las vocalizaciones (la emisión de sonidos) de estos delfines y las redes sociales de estos cetáceos, para saber cómo se organizan, cómo son sus grupos, si se mantienen estables durante largo tiempo o cambian en el corto tiempo, esto permite, explica, estudiar la estructura social de las poblaciones que es una información importante para saber cómo se comportan y de acuerdo con esto, “proponer medidas de mitigación y de protección”.

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Repertorio vocal de los delfines

Describir el repertorio vocal de los delfines nariz de botella y comparar estos sonidos en tres poblaciones de estos animales que viven en áreas muy diferentes de Nueva Zelanda ha sido uno de los enfoques de su investigación.

La bióloga comenta que usualmente los delfines emiten tres tipos de sonidos: los llamados silbidos, que son los que los humanos les pueden escuchar, por ejemplo, desde un barco. Otro, de alta frecuencia, que el oído humano no puede detectar y estos animales lo usan para ecolocalización, es decir, emiten el sonido, este rebota en la presa y ellos reciben el sonido de vuelta y su cerebro forma la imagen de lo que ellos acabaron de ecolocalizar. Y el otro tipo de sonido son pulsos de una frecuencia fuerte que utilizan para interactuar socialmente.

“Eso es básicamente lo que yo estudio, pero lo mío es más descriptivo para saber qué tipos de sonidos son los que los delfines emiten acá (en la isla de la Gran Barrera, una de las islas del Golfo Hauraki) y cuán similares o diferentes son a los que emiten otras dos poblaciones de estos delfines de Nueva Zelanda (del extremo Norte y extremo Sur del país) y cómo ellas se adaptan al medio local.

Por ejemplo, continúa, la científica, si hay demasiado ruido la frecuencia cambia. Ellos tienen que buscar la frecuencia en la que puedan comunicarse, pero que los botes no los afecten, entonces, esa variabilidad me parece muy interesante, cómo ellos pueden cambiar para poderse adaptar al lugar donde viven, además, son bastante resilientes para poder sobrevivir, porque las presiones humanas son demasiadas, demasiadas, reitera lamentándose la investigadora colombiana.

Jéssica Patiño tiene la hipótesis de que las vocalizaciones de los delfines nariz de botella del norte de Nueva Zelanda, donde ella ha hecho su trabajo de campo van a ser diferentes a las de los del sur de ese país. “Si los sonidos son diferentes quiere decir es que va a haber más barreras para que, por ejemplo, los animales se reproduzcan, lo que va a afectar el crecimiento de las tres poblaciones de delfines nariz de botella que hay aquí, que están al borde de la extinción local, o sea en Nueva Zelanda, no la especie en general”.

Sus estudios sobre diferentes especies de delfines en el país oceánico, en Brasil y en Colombia, la han hecho convencerse cada día más que estos animales son bastante inteligentes y que tienen relaciones sociales muy complejas entre ellos, “tan complejas como las de los seres humanos, lo cual es bastante interesante”, sostiene.

Cuando termine su doctorado, en el que ha invertido cuatro años, comenta entre risas, “aún no sé qué hacer, por el momento quiero terminar y ver qué pasa después de esta pandemia (del coronavirus)”.
Su idea siempre ha sido regresar a Colombia y seguir estudiando los delfines de nuestro país, pues, comenta, es muy poco lo que se ha estudiado sobre ellos allá y cualquier cosa que uno haga es un aporte valiosísimo.

Pero la realidad es que es muy difícil encontrar trabajo allá, agrega, “siempre he querido seguir siendo investigadora y para hacerlo tengo que ubicarme laboralmente en una universidad ya que son muy poquitos los centros de investigación independientes”.

Aventuras en Brasil y Colombia

Desde antes de graduarse como bióloga de la Universidad de Antioquia, Jéssica tuvo la oportunidad de investigar sobre delfines haciendo su pasantía en el noreste de Brasil, en Playa Pipa. Estuvo tres meses. Allí aprendió sobre los métodos no invasivos que se usan para estudiar estos maníferos acuáticos. ”No he sido nunca de entrar en contacto directo con los animales. Yo estoy en contra de nadar con los delfines porque eso les genera mucho estrés”, sostiene con marcado acento paisa.

En Playa Pipa se dedicó a observar el comportamiento de delfines de dos zonas diferentes: una donde había muchos turistas y botes y otra muy, calmada. Tenía que describir y anotar cuatro comportamientos básicamente: su forma de alimentación, desplazamiento, socialización y descanso.

“Pudimos evidenciar que los animales cuando hay demasiado turismo tienden a estar más juntitos, hay más cohesión del grupo, se protegen como una manada y cuando no tienen esa presión los grupos son más sueltos y pueden forrajear (alimentarse) más.

Veíamos además que los tiempos de socialización y descanso tienden a disminuir más cuando hay mucho turismo y la alimentación disminuye. Esto tiene consecuencias a largo plazo como la desnutrición de los animales.

Al volver a Colombia su tesis de pregrado la dedicó a estudiar al delfín gris o de la Guyana, en un sector del Golfo de Urabá. Este delfín resultó ser de la misma especie del que había estudiado en Brasil.

Consiguió con aporte de la Asociación de Bananeros de Urabá y fundaciones internacionales, de su familia y hasta de su asesor de tesis reunir diez millones de pesos para su investigación: el uso que hacen estos delfines del hábitat y descubrió que ellos utilizan esa área del golfo para desplazarse y para descansar.

Para colectar información sobre sus animales favoritos no le importaba arriesgar su vida. Ella se iba a trabajar así hubiera mar de leva.

Luego de graduada se fue como asistente de investigación al Amazonas de Brasil para estudiar los delfines rosados y los tucuxí, (estos últimos, un delfín de la misma familia que ella había investigado en el Urabá).

Desde la casa flotante en que vivía en el río Amazonas con otra investigadora y el lanchero, cuando descansaba, tumbada en la hamaca, podía deleitarse viendo pasar los delfines por todo el frente del lugar. “También miraba a los micos encima de la casa, a un caimán chiquito que se subía al techo a tomar el sol, veía serpientes, jaguares, en una ocasión vi a una madre con su cría, todo era como irreal”. Cuando se les acababa el mercado y no había llegado el buque con alimentos, “salíamos a la puerta de la casa y pescábamos pirañas. Las pirañas fritas y completicas son súper ricas de verdad, esa fue una experiencia toda surreal”, rememora entre carcajadas Jéssica.

Las aventuras y desventuras que ha tenido esta colombiana estudiando los delfines darían para un libro. Pero por ahora, está dedicada a redactar su tesis y sigue soñando con producir documentales al estilo Discovery Channel o National Geographic, donde los delfines, esos mamíferos marinos que la han “obsesionado” desde que era niña, sean los protagonistas.

Acción

Cuenta Jéssica que para el avistamiento de los delfines se debe estar a 50 metros de distancia. Y si el investigador los tiene que seguir lo debe hacer a la misma velocidad que nada el delfín más lento (uno nariz de botella puede nadar lentamente a unos 5 kms por hora, por ejemplo. El más rápido, a 100 km por hora).

Nunca se le puede atravesar la lancha a un grupo de delfines, “sino que uno debe ir siempre de forma paralela a ellos, conservando la distancia”.

Desde una lancha o en un barco, Jéssica puede observar e ir describiendo el comportamiento de un grupo de delfines por horas. Escucha y graba los sonidos que emiten y les hace fotografías y foto-identificación, que consiste en tomarles imágenes a las aletas dorsales de los delfines para ir identificándolos individualmente, basada en las marcas que tienen en esas aletas.

Si en los estudios se descubre que una zona es el área de descanso de un grupo de delfines esta se tiene que proteger porque el descanso es un comportamiento vital para ellos.

Nueva Zelanda, destino universitario

Jéssica Patiño cursó su maestría en Massey University gracias a un
crédito -beca de Colfuturo y su doctorado también en ese mismo centro educativo neozelandés porque este le otorgó una beca.

En los últimos años el país de Oceanía ha venido fortaleciendo la cooperación bilateral en materia de educación con Colombia y lo ha hecho a través de la firma de acuerdos para que los estudiantes nacionales puedan experimentar la calidad de su sistema de educación pública.

Auckland University of Technology, Massey University, Universidad de Auckland, Universidad de Canterbury y Victoria University of Wellington, hacen parte de las entidades educativas que ofrecen becas de estudio y descuentos especiales en alianza con Colfuturo para los beneficiarios.

Nueva Zelanda conoce y entiende la necesidad de los colombianos por desarrollar sus estudios superiores en otros países, por lo que está brindando su apoyo académico para ayudarles a fortalecer sus habilidades interdisciplinarias, creativas, analíticas, empresariales, digitales y técnicas, así como su sentido de liderazgo.

“Extendemos nuestra invitación para que los ciudadanos sigan consultando las oportunidades que existen para complementar y fortalecer sus conocimientos en un país que sobresale por sus excelentes índices de calidad de vida y la promoción de la independencia, el libre pensamiento y la competitividad de sus habitantes y visitantes”, afirma Amy Rutherford, directora regional para Américas y Europa en Education New Zealand.

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