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Selección Colombia: Freddy Guarín, el ídolo que le ganó al dolor

Un reportero de Q’hubo viajó hasta Puerto Boyacá para conocer la infancia de una de las estrellas de la Selección Colombia: Fredy Guarín.

27 de mayo de 2014 Por: Yesid Toro - Reportero de Q'Hubo - Especial para El País.com.co

Un reportero de Q’hubo viajó hasta Puerto Boyacá para conocer la infancia de una de las estrellas de la Selección Colombia: Fredy Guarín.

El 1 de enero de 1997, cuando los Guarín y los Vásquez se preparaban para un almuerzo familiar con tres gallinas que habían comprado para recibir el año nuevo, ocurrió la tragedia que cambió sus vidas. La pequeña Luisa Fernanda, de apenas 10 años, murió aplastada por las llantas de una tractomula que estaba parqueada en la Carrera 3C frente al número 4-38, en el barrio Pueblo Nuevo, donde vivían. El primero en salir cuando todo el mundo gritaba preguntando angustiado por Luisa fue su hermano mayor, Fredy Alejandro Guarín. Hoy es una de las estrellas de nuestra Selección, pero para entonces era un muchacho delgado y enfermizo que pisaba el suelo polvoriento y caliente de su natal Puerto Boyacá. La muerte de Luisa, recuerda Fredy Walter, el papá del joven centrocampista del Inter de Milán, fue una tragedia familiar que por poco enloquece a su hijo. “Eso lo dejó marcado. Fredy fue el primero que la vio muerta”, recuerda. Por eso, ese mismo año, Fredy Walter Guarín y Silvia Vásquez se fueron de Puerto Boyacá. No querían que aquel dolor se repitiera en sus mentes, como pasaba cada vez que se asomaban a la puerta y les parecía ver a la niña muerta. Fredy, de hecho, ya no quiso patear más balones ni meter goles en los arcos hechos con piedras en la calle destapada. Se fueron para Ibagué, Tolima. Sin embargo, fue en Puerto Boyacá, ese pueblo petrolero y ganadero del Magdalena Medio, donde comenzó la historia de este ídolo que hoy hace parte de los convocados por José Pékerman para Brasil.El 'Lángaro'Fredy Alejandro Guarín nació el 30 junio 1986, en Puerto Boyacá, cuando las Autodefensas apenas comenzaban su proyecto de expansión. Su tía, Marta Guarín, recuerda que Silvia y Walter se conocieron en el barrio Pueblo Nuevo y decidieron irse a vivir juntos cuando trajeron el niño al mundo. “Ella trabajaba en un almacén y él era vigilante, muy pobres, pero trabajadores y echados para adelante”. Silvia, la madre de Fredy Guarín, sentada en el cómodo mueble de su casa en Envigado, mira con sus ojos pequeños hacia el techo y recuerda que también trabajó en una ferretería, en una frutería y como empleada doméstica.La pareja vivía en un pequeño apartamento, uno de los dos que construyó don Absalón Vásquez, el padre de Silvia, un negro de mirada noble que migró hacia Puerto Boyacá en los años 50, porque en Cali no encontró muchas oportunidades de trabajo. “La situación económica era dura, pero acá los apoyamos”, dice Absalón, ahora viudo porque Margarita Eleocunda Mosquera, la mujer con la que tuvo tres hijas, ya no está. En la casa de los Guarín, a seis cuadras de la de Absalón, viven los abuelos paternos de Fredy. O al menos su abuela Mercedes, porque el patriarca Miguel Guarín ya falleció. De allí, según Marta, es de donde proviene la vena deportiva del hoy considerado jugador más destacado de Colombia en Italia. Don Miguel Guarín, que hasta el 18 de diciembre de 2013, cuando falleció a los 86 años de edad, era considerado uno de los entrenadores de fútbol más queridos de Puerto Boyacá, fue también cocinero en los ferris, pintor de brocha gorda, boxeador y arquero. “Con mi papá nos íbamos a jugar cuando yo era niño, y luego, ya estando Fredy grandecito lo llevábamos a los entrenamientos y a ver los partidos en el club de la Texas”, dice Walter. Si bien no hay a quien atribuirle con certeza el éxito de Fredy Guarín, porque como dice don Absalón “él aprendió solito su fútbol”, sí es claro que la influencia deportiva y los consejos de su abuelo paterno sirvieron de mucho. Yo mismo, que mientras escribo está crónica recuerdo los años en que viví en Puerto Boyacá, no borro de mi mente la tarde en que estando en un entrenamiento con la escuela ‘El Pibe’ del viejo ‘Guaro’, como llamaban a don Miguel, todos nos sentíamos celosos de ver al nieto del profesor pateando antes que nosotros. Yo, claro está, siempre fui un ‘tronco’. Los primeros goles Fredy los marcó en Bogotá, asegura su padre, porque entre 1987 y 1991 vivieron en esa ciudad. Pero cuando a los 5 años de edad Fredy regresó a Puerto Boyacá, pronto su familia comenzó a notar que no podía vivir sin el fútbol. “Le decían ‘Lángaro’ porque era flaco y enfermo”, recordó Absalón. “Fredy fue muy enfermito, lo aquejaron muchos males: la gripa, el clima, ese calor de Puerto. Era muy frágil”, agregó su madre. “Pero aún así jugaba descalzo en el polvo. Fredy en la escuela no fue buen estudiante; para el fútbol era el mejor, pero para el estudio más bien de regular para abajo”, dijo su padre. En 1996, año en el que Walter seguía siendo celador y Silvia vendía empanadas, Fredy comenzó a estudiar en la Escuela Simón Bolívar, a dos cuadras de la casa de Absalón. “Allí jugó mucho ‘micro’ y lo llevaron a varios torneos en Tunja, y fue cuando claramente supimos que había algo grande en él”, relata Walter, quien aún le parecer ver a su pequeño cargado en sus hombros. “Le gustaba Fredy ‘El Totono’ Grisales. Me decía: ¡A papi! ¡A papi! yo quiero ser como él, y también quiero ser delantero”.El milagro de LuisaDe cierta forma, en casa de los Guarín Vásquez se cree que desde el cielo Luisa mandó una bendición para que Fredy fuera lo que es hoy. Un año después de la muerte de la pequeña, que sufría de Meningitis (una enfermedad queprovoca infección e inflamación de las membranas que rodean al cerebro), los padres de Fredy recibieron el pago por el seguro de la tractomula que causó el accidente. Con esa plata, recuerda Silvia, iban a dar la cuota inicial para una casa en Ibagué. “Luchábamos: yo hacía cien empanadas que Fredy salía a vender a $300 cada una. Todo el mundo en el barrio Las Américas lo llamaba: 'negro, negro' y él iba con su canasto, las empanadas y el ají”. Les dieron dos millones y medio de pesos. Silvia y Walter decidieron invertirlos para mandar a su hijo a Perú, con la Selección Tolima. “Le fue bien y ahí fue cuando pasó a Cooperamos, y lo demás ya la gente lo sabe: Huila, Envigado, Boca, la Selección, Porto, Inter”, dice Walter. Allí terminaron las caminadas de hasta 40 cuadras para llegar al sitio donde tenía que entrenar. Y pudo cumplirle la promesa que tanto le hizo a su madre de comprarle una casa. Porque si algo ha hecho Fredy Guarín es compartir lo que ha ganado. Sus tías dicen que además da con el corazón. “Nos ha invitado a viajar, yo he ido a Cartagena gracias a su generosidad. Esta casa -refiriéndose a la de doña Mercedes- nos ayudó a levantarla él. Si bien Fredy es un ídolo en Puerto Boyacá, donde la gente cierra calles y paraliza el pueblo cuando juega, también ha sido criticado. Muchos creen que debería tener mejor a su familia, pero es precisamente su familia la que más lo apoya. “Él tuvo su éxito, tiene a sus padres como a reyes, costea los estudios de sus hermanos, nos ayuda a todos. Solo que no tenemos por qué salir a gritarlo”, alega Marta. Don Absalón también aclara que desde que su nieto triunfó la pobreza se acabó. “Me pongo a pensar lo que él sufrió, todo lo duro que vivió. Nunca imaginé que fuera a llegar allá. Le deseo mucha felicidad. Estoy feliz con él”. Y de seguro, dice Marta, don Miguel desde el cielo debe estar bendiciéndolo. Cómo no, si su apellido, su fútbol, sus consejos y su nobleza los heredó de él.

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