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Se cumplen cinco años del fallecimiento del arquero vallecaucano Miguel Calero

El arquero vallecaucano murió en Pachuca a los 41 años por causa de una trombosis cerebral.

4 de diciembre de 2017 Por: Elpais.com.co

La forma como Miguel Calero vivió el fútbol desde la posición de arquero fue una pequeña metáfora de su manera de asumir la vida. Siempre responsable, competitivo; pero también siempre alegre, siempre buscando animar a los otros, siempre siendo un show eterno.

Por eso este lunes 4 de diciembre, cuando se cumplen cinco años de su inesperado fallecimiento (murió en México, de una trombosis cerebral, a los 41 años), la gente lo sigue recordando y queriendo.

Porque más allá de la huella futbolística que dejó en Sporting de Barranquilla, Deportivo Cali, Atlético Nacional, Pachuca y la Selección Colombia —donde lo consideraron como un mítico portero— lo que más caló de Miguel en los otros fue su grandiosa manera de ser y su filosofía de desbordar positivismo.

Todo comenzó en Ginebra

Su historia comenzó en el municipio de Ginebra, Valle, donde nació el 14 de abril de 1971. Desde ahí empezó a verse el positivismo de Miguel, quien desde muy pequeño supo que el fútbol iba a ser el medio para sacar adelante a su familia.

Por esa convicción no tardó mucho en venirse a vivir a Cali, ya que la Escuela Carlos Sarmiento Lora le compró sus derechos a Real Independiente, el equipo de fútbol de Ginebra donde dio sus primeros pasos para ser futbolista. Dicen que su pase costó $150.000 colombianos y diez balones.

Ya en Cali e instalado en la Sarmiento Lora, Miguel contó con padrinos de lujo. El primero fue el técnico vallecaucano Reinaldo Rueda, quien lo llevaba todos los días desde San Antonio (donde vivía) hasta los entrenamientos. El segundo fue el exfutbolista argentino del Deportivo Cali, Mario Desiderio, quien lo ayudó a formarse en la Sarmiento.

Con cariño, Desiderio recuerda que, en sus inicios, Calero llegó a estar muy lejos del arco, la posición que años después lo convirtió en un inmortal de este deporte. “Miguelito era un muchacho gambeteador, que siempre quería que lo pusieran de volante o de delantero. Jugaba muy bien”.

El argentino, entonces, recuerda cuándo fue el momento que el destino de Calero se unió con la portería. “Un día, en un partido, había un inconveniente con el chico que atajaba, no se presentó, entonces les preguntamos a los muchachos quién quería tapar. Miguel gritó “Yo” y ese día le metieron un gol por la galleta, casi lo devolvemos en bicicleta a Ginebra”.

Pero ese gol no amilanó a Calero, que desde allí se volvió un guardián de la portería. No tardó mucho en pasar a las filas del Deportivo Cali, donde lo terminó de formar Carlos Portela, uno de los mejores entrenadores de arqueros que ha tenido el fútbol colombiano (también pulió a Óscar Córdoba y a Faryd Mondragón).

El ‘Show’ se tomó confianza

En los años noventa, un joven Miguel tenía pocas chances de ser titular en el Cali. Entonces, el club azucarero lo prestó al Sporting de Barranquilla, donde empezó a lucirse con sus atajadas increíbles y con su ‘Show’ bajo los tres palos, que consistía en un sin fin de trucos que iban desde exagerar sus movimientos cuando venía un balón inofensivo, hasta desafiar a los delanteros soltando la pelota en el área para luego volverla a agarrar.

Después de eso regresó al Cali y se consolidó como arquero, ya que en la temporada 1996 fue vital para que los verdiblancos quedaran campeones tras 22 años sin títulos.

Óscar Pareja, exvolante, compartió con Calero esa experiencia de ser campeón con los verdes en el 96 y la rememora a la perfección. “A Miguel lo recuerdo mucho porque fue un gran amigo. Vivimos grandes cosas en ese Deportivo Cali, ambos ejercimos mucho liderazgo en el equipo. Creo que fue el mejor portero con el que compartí en mi carrera”, sostuvo.

Más allá de sus atajadas, a Calero también lo recordarán por haber sido un bromista.

“Yo nunca recuerdo a Miguel triste o callado. Siempre estaba alegre. En el Cali, cuando perdíamos un partido y el ánimo del grupo estaba bajo, él hacia una broma y todos se ponían contentos”, asegura Fernando ‘Pecoso’ Castro, DT azucarero en esa época.

‘Pecoso’ no olvida sus bromas, como tampoco lo hace Adela Carabalí, cocinera del Cali por más de 30 años, que una vez, asombrada, se dio cuenta de que Calero “se me metió a escondidas a la cocina y le echó uvas a la sopa que estaba preparando”.

Ídolo por siempre

Después de triunfar en el Cali, brilló también en Atlético Nacional y fue un líder en la Selección Colombia. Pero sin duda, su gran lugar en el mundo fue el Pachuca de México, donde atajó desde el 2000 al 2011.
Allí ganó casi todo lo que disputó (campeonato mexicano, Copa Suramericana y Liga de Campeones de la Concacaf) y se convirtió en un ídolo de esta hinchada.

En el 2012, después del retiro por la puerta grande, Miguel se encontraba a gusto trabajando en el Pachuca como entrenador de arqueros, al mismo tiempo que le dedicaba todo su amor a su esposa Sandra Sierra y a sus dos hijos, Miguel Ángel y Juan José.

Hasta que ocurrió lo de la trombosis y el ‘Show’ tuvo un final inesperado: la muerte. Cinco años después de aquel fatídico 4 de diciembre, Sandra, su esposa por más de 20 años, dice que aún no se repone a la pérdida.

“Extraño su alegría, su compañía, extraño al ser humano, al esposo, al padre... con el paso del tiempo es peor, porque su ausencia es más grande”, afirmó Sandra, radicada en Pachuca.

Para el eterno amor de Calero: “ha sido muy duro aprender a vivir sin él. Y aunque Miguel, en sus últimos momentos, no estuvo consciente, creo que lo que más lamentó fue tener que haber dejado a sus hijos, que eran su vida, lo que él más quería”.

Quizá, lo mejor del ‘Show’ fue eso: amar eternamente a sus hijos. Hoy, Miguel Ángel trabaja fuertemente en la parte administrativa del Pachuca, mientras que Juan José es una promesa de goleador. La Leyenda Calero, entonces, seguirá perdurando.

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