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Greta Thunberg, activista por el medio ambiente. | Foto: EFE

La apasionante historia de la niña autista que ahora es símbolo de la lucha contra el Cambio Climático

Greta Thunberg, adolescente de 16 años autista, se ha convertido en una voz feroz y áspera contra la inacción mundial para frenar el Cambio Climático. Líderes de hoy.

8 de julio de 2019 Por: Yefferson Ospina / Periodista de Gaceta

Se llama Greta Thunberg, tiene 16 años, síndrome de Asperger (autismo), el cabello rubio, y es probablemente la voz más fuerte en todo el mundo que pide, con cierta furia contenida, que hagamos algo para frenar el fin, o el cambio climático, que es lo mismo.

Greta es pequeña, apenas sobrepasa el metro sesenta de estatura. Suele trenzar su cabello en dos colas que caen sobre sus hombros, pero ante todo es elocuente y muy, muy radical.

Hasta hace un año Greta era solo ella: la adolescente hija de la cantante de ópera Malena Emman y el actor Svante Thunberg que vive en Estocolmo y que había sido diagnosticada desde su infancia con Asperger.

Pero desde agosto del año pasado Greta Thunberg se convirtió en Greta Thunberg, un nombre que a su vez se hizo ícono, una causa, un nombre que le dio forma a una urgencia general de la humanidad.

Todo empezó el 20 de agosto de 2018, cuando Greta, que cursaba noveno grado, decidió no asistir a la escuela hasta las elecciones generales de Suecia de 2018, realizadas el 9 de septiembre. En aquel agosto sucedía en todo el viejo continente lo que sucede ahora mismo: temperaturas superiores a los 45 grados centígrados, desesperaciones diarias, movimientos para que permitieran ir a la oficina en ‘shorts’, fotos de gente, mucha gente, bañándose frente a la Torre Eifel, muertes varias por el calor...

En Suecia, el país de Greta, los incendios forestales habían arrasado con centenares de hectáreas de bosques, así que en Estocolmo los estudiantes de secundaria - adolescentes de no más de 17 años - decidieron realizar una huelga y llegar hasta el Parlamento Sueco a exigir que el gobierno redujera las emisiones de carbono con base en lo establecido en el Acuerdo de París.

La huelga - en la que se perdía anónima aquella niña rubia - se prolongó hasta el 9 de septiembre, día de las elecciones generales suecas. Ese día, como es costumbre, todo acabó, los adolescentes fueron a sus casas, quizá satisfechos, quizá no, el gobierno se había quitado esa carga efímera de sus hombros.

Días después tuvo lugar el extraño: Greta regresó, sola, con un cartel en sus manos en que se leía ‘Skolstrejk för klimatet’ (huelga escolar por el clima) en sueco. Fue un viernes, y al viernes siguiente volvió, sola de nuevo, y al otro viernes hizo lo mismo, un día suéter azul, otro naranja, las trenzas perpetuas. Después empezaron a sacarle fotos, escribieron reportajes los diarios locales, luego los europeos, y entrevistaron a la chica con Asperger que decía cosas como “las generaciones mayores nos han fallado en esta crisis” y de la que las redes sociales hablaban sin cesar.

Entonces algo ocurrió, ¿milagro?, ¿efervescencia? Desde diciembre de 2018 más de 20.000 estudiantes, en gran parte inspirados por Thunberg, han realizadomanifestaciones en más de 270 ciudades en varios países del mundo, incluyendo Australia, Austria, Bélgica, Canadá, los Países Bajos, Alemania, Finlandia, Dinamarca, Japón, Suiza, Reino Unido y Estados Unidos, contra el cambio climático.

El 30 de novimebre de ese año, la cadena de noticias internacionales CNN publicó un reportaje titulado: ‘Niños estudiantes australianos desafían al Primer Ministro en una huelga por el clima’. Se trataba de unos 15000 niños y adolescentes que en más de 30 ciudades australianas habían decidido, siguiendo el ejemplo de Greta, manifestarse cada viernes por el cambio climático en contra de las palabras del ministro Scott Morrison, que dijo semanas antes: “Más aprendizaje en las escuelas y menos activismo”.

La casa en llamas
Greta no se desgasta con palabras correctas. No se desgasta con palabras superfluas. Greta sabe que la urgencia es la acción, detener la barbarie que ejercemos sobre el planeta.

El 24 de noviembre de 2018, realizó una charla en TEDx Estocolmo, en la que habló sobre el autismo, sobre su imposibilidad de vivir con el hecho de que el gobierno de su país no hiciera nada por disminuir las emisiones de CO2, y al final concluyó: “Hemos estado hablando durante treinta años y vendiendo ideas positivas. Y lo siento, pero no funciona. Porque si hubiera sido así, las emisiones habrían bajado, pero no lo han hecho”.
Para entonces, Greta se había convertido en eso que se llama una personalidad, una influencia mundial más allá de las redes sociales.

Días después, El 4 de diciembre de 2018, Greta realizó un discurso ante la Cumbre del Clima de las Naciones Unidas (COP24), que se estaba realizando en Katowice (Polonia), en el que dijo: “Mi nombre es Greta Thunberg. Tengo 15 años. Soy de Suecia. Hablo en nombre de Climate Justice Now (...) Ustedes solo hablan del crecimiento económico verde y eterno, porque tienen demasiado miedo de no ser populares. Solo hablan sobre seguir adelante con las mismas malas ideas que nos metieron en este desastre, incluso cuando lo único sensato que pueden hacer es poner el freno de emergencia. No son lo suficientemente maduros para decir las cosas como son. Incluso esa carga nos la dejan a nosotros los niños. Pero a mi no me importa ser popular. Me preocupo por la justicia climática y por el planeta (...) Nuestra biósfera se está sacrificando para que las personas ricas en países como el mío puedan vivir de lujo. Son los sufrimientos de muchos los que pagan por el lujo de unos pocos (...) Ustedes dicen que aman a sus hijos por encima de todo, pero les están robando su futuro ante sus propios ojos (...) Necesitamos mantener los combustibles fósiles en el suelo y debemos centrarnos en la equidad. Y si las soluciones dentro del sistema son tan imposibles de encontrar, tal vez deberíamos cambiar el sistema en sí mismo. No hemos venido aquí a rogar a los líderes mundiales que se preocupen. Nos han ignorado en el pasado y nos volverán a ignorar. Nos hemos quedado sin excusas y nos estamos quedando sin tiempo. Hemos venido aquí para hacerles saber que el cambio está llegando, les guste o no. El verdadero poder pertenece a la gente. Gracias”.

El discurso se hizo viral, fue replicado en portales de todo el mundo, en Instagram, Facebook, Twitter. Greta, la niña autista, se convirtió en la voz de millones. Un mes después, frente al presidente del Banco Nacional de Francia, François Villeroy, y el consejero delegado de la compañía estadounidense Expedia, Mark Okerstrom, dijo, entre tantas otras cosas: “En Davos, a la gente le gusta hablar sobre el éxito, pero su éxito financiero ha tenido un precio inimaginable, y en cuanto al cambio climático, debemos reconocer que hemos fracasado (...) Los adultos dicen: Tenemos que dar esperanzas a la próxima generación. Pero no quiero tu esperanza, ni quiero que la tengas. Quiero que entres en pánico, que sientas el miedo que yo siento todos los días, y luego quiero que actúes (...) Quiero que actúes como si tu casa estuviera en llamas, porque eso es lo que está pasando”.

Entonces la revista Time la nombró como una de las 25 adolescentes más influyentes del planeta, mientras que en marzo de este año fue la mujer del año en Suecia y fue postulada como Premio Nobel de la Paz.
Es probable que una de las medidas de la gran ineptitud y perversidad de la política mundial en nuestros días, e incluso del fracaso general en que estamos hundidos, es que una niña de 16 años deba venir a recordarnos eso que atestiguamos cada días en la tele o en el teléfono, eso tan evidente: que mientras planeamos nuestra próxima visita a la playa, nuestra casa está en llamas.

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