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Fabio Arias pertenecía a una familia tradicional del Pacífico nariñense, su herencia afrocolombiana y su experiencia de vida en la ciudad de Cali, se mezclan con originalidad en su obra poética. El primer poemario de Fabio Arias fue ‘Torre de murciélagos’, con este logró ganar el premio de poesía Mario Carvajal en 1982, la obra fue publicada en Cali por la desaparecida Editorial Altazor. | Foto: Foto: Especial para Gaceta / Archivo particular de Medardo Arias

POESÍA

Desde el otro lado del río, poemas de Fabio Arias 'Farías'

De su libro ‘Bulevar del sueño’, publicado originalmente en 1994 y reeditado en 2018, escogemos algunos poemas que aún están vivos en la memoria de la cultura caleña y del Pacífico.

1 de julio de 2020 Por:  Redacción Gaceta

El poeta Fabio Arias ‘Farías’ nació en Barbacoas (1950) y falleció en Cali (2014), esta última ciudad fue donde residió desde su juventud y escribió toda su obra poética, que está reunida en el libro ‘Bulevar del sueño’ (2018) publicado en la colección Las ofrendas del programa editorial de Univalle. Farías fue un poeta del Pacífico urbano que creó un universo poblado de sueños, ríos y criaturas nocturnas, su poesía es un permanente diálogo con una mujer, que puede ser la muerte o la vida, y él desde la otra orilla intenta seducirla con juegos de palabras que son esos poemas diáfanos como el agua, en cuyo fondo se mueven y reflejan como espejos las palabras. En nuestra sección de poesía moderna, la revista Gaceta comparte algunos poemas Farías, fallecido el 4 de junio, hace 6 años en Cali.

La marca del amor

Así lo debes entender:
la marca del amor
no es un acto de venganza.
El tiempo deja sus huellas
aún en los cuerpos extraviados.

Espejismos

Me hablas de desiertos y espejismos
dispersos en los libros.
Trama de bogavante
que sigue las páginas alcanforadas
de los años navegables.
Lectura correcta de mis ríos
en la misma tarde de la duda.
Ritual del muelle
que despide de besos
tu rastro inexistente.

Algo debe suceder
si no es posible tu boca
algo reflejan las palabras
sobre la región más lúcida.

Aves de confianza

Me he reconciliado
con la sencilla astucia de los pájaros.
Me he dado a su vuelo
que me avisa el desangre del verano.
He comido de su pesca milagrosa
en la misma playa
donde el aceite y los niños se confunden.
He conversado contigo
como anfitriona de palmeras
que apuntan el atardecer
de los bienes terrenales.

No me he cansado de entender
a estas discretas
aves de confianza
que nos permiten hablar
de las cosas imposibles.

Una lágrima edifico la lluvia

Y decimos
que anoche soñamos
en colocar las heridas aisladas de los nervios
o que éramos pulpos
que algún sol les traicionó su mar
para dejarnos mutilados hasta los poros.
Y al poco tiempo
una lágrima edificó la lluvia
y nos quedamos solos
mirando desteñir los cuerpos caminantes
y les vimos los ojos, las manos, los pies
y nos parecían que estábamos amarrados
a sus esquinas serpientes
para luego darnos cuenta
que no teníamos nada.
Todo le pertenecía a la temperatura de ser.

Porque debimos comprender
que hay un espejo en cada palabra
y a veces en una palabra
miles de espejos se miran.

Se limpió la tierra de la tierra

A esta hora
miles habrán dicho cosas
como días hay en el año.

A esta hora
así en fila no india
tapándonos las exageraciones fónicas
deseamos compartir la mano
con dedos invitados.
Antes
se limpió la tierra de la tierra
las herraduras de los caballos
el aire de los oídos
se limpió el segundo antes de la hora.
Todo estaba listo.

Salimos a vernos los mismos ojos
los mismos pechos
era una operación de la vista
por sufrir mucho de lágrimas.

A esta hora
hora recostada en este viento
piensa.

La tumba se hizo a imagen y semejanza del sueño

I

Morir al cuadrado
y restarle los suicidios
es impacientar la colgada del vacío
y trabajar en la fábrica de cáscaras.

Se ofrecieron matemáticos
para contarle los resbalones al plátano.

Calcularon
que morir al cuadrado
y dividirlos por ‘yo’
da una impotencia a millones.
(Y trataron de encontrar la fórmula
de restarle las mentiras).
Mas
los primeros árboles dijeron
que ellos dieron la idea
de que se hiciera la tumba
a imagen y semejanza del sueño.

II

Se escapa la llegada a la cocina.
Sólo alcancé a ver un lado de la estufa.
La muchacha hablaba de riñones
al subir a su barrio
y yo pensaba todavía
en la impotencia de cuatro ojos para adentro
y terminar saludando a mi vecina.
Después de todo
temí por eso de que mi madre grita:
no digan nada
los que dicen algo.
Mi hijo prefirió a los vegetales
luchó junto con ellos.

Yo os pido un favor por esta tierra:
hay que incrementar la producción de cáscaras.

El pez y la red

Si bajamos
a la orilla
pleamar que me viene
a tantas otras orillas
de mis labios
desterraríamos el olvido
del anzuelo hechizado
que nos trajo
para siempre la palabra.

Rito del recuerdo

¿Acaso
las propias ilusiones
deben desgarrar
el corazón más lejano?
Me pregunto
cuando asomo
al rito del recuerdo.
Respondo:
Somos obsequiados a los ríos
para ser más sutiles a la muerte.

Torre de murciélagos

De ser así
sólo la torre de murciélagos
nos hizo la vida a sustos.
Tan solo ella
nos regaló
la memoria de los ríos
como párpados sin nombre
a los manglares.

Ahora devuelvo
la sombra de los cuartos
para subir la escalera sin mi sombra.
Allí nadie espera
—como antes—
que alguien
solloce amargura.

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