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El Tifloencuentro se realiza gracias a Tiflolibros, una biblioteca digital para invidentes de la que puede participar cualquier persona con una discapacidad visual. | Foto: Valentina Parada Lugo

TURISMO

Una ciudad por descubrir: así es la Cali que sedujo a 69 invidentes extranjeros

Invidentes de ocho países del mundo aprendieron a bailar salsa, recorrieron los íconos de la ciudad en chiva, conocieron más sobre Jairo Varela y se llevaron en su corazón una buena imagen de la ciudad.

1 de septiembre de 2017 Por: Valentina Parada Lugo / Semillero UAO - El País

Sonidos de trompetas y tambores al ritmo de la salsa caleña retumbaban el Centro Cultural Comfandi de Cali.

Desde el primer piso hasta el tercero se escuchaba el zapateo, las carcajadas y los aplausos que provenían del Auditorio Central, en el que 69 invidentes de diferentes países aprendían los pasos del ‘Cali Pachanguero’ que los recibía en el VIII Congreso Tifloencuentro que por primera vez se realizó en el país.

“Izquierda, centro. Derecha, centro” eran las indicaciones más exactas de los tutores de danza para aprender el llamado “paso básico” del ritmo caleño.

Unos en parejas, otros en grupos, disfrutaban de las melodías a la par que cantaban y gozaban el taller de salsa ofrecido por la Fundación Artística Bembelequa, una escuela que asumió el reto de enseñar a bailar por primera vez a personas con discapacidad visual.

Invidentes de ocho países del mundo tuvieron la oportunidad de experimentar, durante una semana, lo mejor de la cultura colombiana y vallecaucana. Como Jorge Ceibel y Ana Guerrero, dos argentinos que se robaron la atención de los tutores de salsa por su gran estilo y entusiasmo al bailar.

“Hay un valor que está totalmente olvidado y es el de la alegría. Siempre pedimos voluntad, energía, dinero u otras cosas, pero la salsa lleva implícita esa alegría de la que nos hemos olvidado”, expresa Ana, quien asegura que la música colombiana es lo que más le ha gustado del país.

Pero no solamente los invitados se robaron el show. También los animales como Heily, la labradora de color beige que desde hace ocho años sirve de guía a su ama, Teresa Arroyo, una venezolana que mientras brincaba levemente por el salón no se libraba de su acompañante perruno. Ella fue la única participante que había decidido viajar con su mascota; el resto conservaba un bastón blanco que los identificaba y guiaba.

Al finalizar cada canción y luego de moverse para todos lados, los participantes sabían exactamente en qué lugar del salón estaban ubicados y dónde podían descansar antes de la siguiente tanda rumbera, lo que de alguna forma hizo que los instructores no percibieran de gran manera la condición de sus aprendices. Sin embargo, la preparación para enseñar salsa en este encuentro fue un reto para Diana Rivera que, dice, ha sido el más gratificante de su vida. Ella comenta que para prepararlos en la Academia les vendaron los ojos durante varias sesiones y les pidieron que se guiaran únicamente con indicaciones, lo que les permitió enfrentarse a la realidad que debían asumir como maestros.

Para Diana, “más que una discapacidad, ellos tienen unas aptitudes diferentes a las de nosotros”, lo que les permite realizar cualquier tipo de actividad de manera normal, haciendo uso de sus otros sentidos.

Luego de una hora y media de baile se empezaron a escuchar murmullos entre un grupo de tres mujeres que pedían el “tas tas”, la canción, que al parecer, les habían dicho era la más importante actualmente en la Sultana del Valle. El ritmo tradicional cambió y el salón se transformó en una pista de salsa choke.

El Tifloencuentro, que se realiza cada dos años en un país distinto, tiene como propósito conectar diferentes culturas en torno a la especial forma de ver el mundo para los ciegos. Por eso, además de las actividades turísticas, este espacio sirve para debatir sobre los avances sociales y tecnológicos para discapacitados que se llevan a cabo en todo el mundo.
Además, como menciona el director de la Asociación Tiflonexos, Pablo Leucona, “la idea es que las personas que participan de este espacio se concienticen del gran valor que tienen y de todos los miedos que pueden vencer”.

Para garantizar una experiencia más profunda en cada miembro del equipo, el folclor y las muestras culturales son fundamentales. Por eso, uno de los planes fue montar en chiva luego del taller de danza.

A eso de las 5:30 p.m. fueron subiendo a dos chivas los 69 participantes para movilizarse hacia los sitios más icónicos de la Sultana.

Comenzando por el Estadio Pascual Guerrero y con la melodía de Cali Ají (“si por la quinta vas pasando”), que sonaba de fondo, fueron atravesando la capital del Valle por lugares como la Biblioteca Departamental, el Bulevar del Río, el Museo La Tertulia...

Mientras la brisa del Oeste jugaba con sus cabellos, la guía explicaba: “A mano derecha está uno de los lugares más importantes de la ciudad, el Gato del Río”. Monumento que inició para embellecer y recuperar el río Cali.

Al llegar a la Plazoleta Jairo Varela, en donde se bajaron para aprender sobre la historia del maestro de la salsa, comenzaron a agruparse en filas para conocer con sus manos las trompetas que se levantan en honor al ritmo caleño. “Este espacio tiene a sus alrededores el edificio de la Alcaldía de Santiago de Cali y el Paseo Bolívar. Las trompetas que están tocando son de lámina metálica de color dorado. En sus ocho metros de altura están grabadas algunas letras musicales del Grupo Niche”.

Durante el recorrido que duró cerca de tres horas, los trece voluntarios estudiantes de fonoaudiología de la Universidad Santiago de Cali que acompañaron el evento durante toda la semana, bailaron con todos los participantes, a la par que les iban entregando unos collares hechos en en cartulina con mensajes como: “Yo soy la más rumbera”. “Estoy buscando a mi Romeo”. “Más dulce que el Cholao” y “Soy el más alegre de la fiesta”, entre otros letreros escritos en braille que colgaban de sus cuellos.

Y a pesar de que durante la sesión de baile solo se les haya enseñado salsa, en la chiva se bailó desde música tropical y merengue, hasta reggaetón. Porque desde Amparo Arrebato con su ritmo acelerado hasta el Despacito de Luis Fonsi se gozaron los visitantes en su tour por la ciudad. Mejor dicho, como dijo José, visitante desde España, ¡En Cali se aprende a azotar baldosa!”.

Al anochecer y con la brisa de los Farallones, el clima se volvió el aliado principal de aquellos que en vez de rumbear, preferían disfrutar del viaje sentados y sintiendo el aire en sus mejillas. Como doña Milagros, de México, quien prefirió contemplar el trayecto en la medida en que el guía iba describiendo cada espacio: los colores de los edificios, las luces que iluminan los andenes, el amplio y extenso túnel de la Avenida Colombia y las grandes trompetas doradas de la Plaza Jairo Varela.

Al llegar allí cada guía se ubicó con un grupo de cinco turistas que, en fila india y con sus respectivos bastones, se tomaban de los hombros para no perderse ni un detalle de la historia de este lugar. Como toda una travesía, comenzaron a caminar hacia adentro del monumento de ‘Niche’, luego de que les explicaran el significado cultural que tiene esta palabra, sobre todo para las personas del pacífico colombiano. Y como si fuese un reto, comenzaron uno a uno, sin soltarse, a agachar sus cabezas para entrar al interior de las trompetas donde se pueden leer letras de temas del Grupo Niche. Ellos, a pesar de no poder leerlas, iban tocando y sintiendo la sintonía de cada símbolo que les recordaba la salsa.

Mientras disfrutaban del fresco clima que envuelve la plazoleta, se les explicó sobre el edificio de la Alcaldía, los murales de relieve que adornan la ciudad y la importancia de ese sitio para la caleñidad. Algunos comenzaron a relacionar este importante lugar con algunos de sus ciudades por la similitud en la brisa e, incluso, la extensión del sitio.

Durante el trayecto, muchos aprovecharon para conocerse entre ellos y compartir sus diferencias culturales, porque para los discapacitados visuales no existen distinciones por edad, nacionalidad o género. “Todos comparten por igual, esa es su filosofía de vida”, como expresa Jorge Andrés Tobón, uno de los guías que acompañó las jornadas y quien cuenta que para las personas que tienen algún tipo de condición diferente, sea visual o auditiva, lo más importante es que los traten de la misma manera que a todos.

Los participantes no solo disfrutaron de la música colombiana sino que también tuvieron la posibilidad de realizar deportes extremos como paracaidismo, aprender manualidades en talleres de arcilla, visitar el Eje Cafetero, el río Pance, el Lago Calima y la Loma de la Cruz, espacios en los que, como dice la argentina Ana Guerrero, “logramos desmentir la mala imagen de Colombia en el exterior”. Un espacio en el que pudieron disfrutar de lo mejor de turismo nacional desde otra perspectiva. Otra mirada.

Tenga en cuenta

El Tifloencuentro se realiza gracias a Tiflolibros, una biblioteca digital para invidentes de la que puede participar cualquier persona con una discapacidad visual.

El participante más joven del Tifloencuentro 2017 tenía 21 años y el más viejo, cerca de los 80.
Los países que más hicieron presencia en esta versión del encuentro fueron Argentina, con cerca de 30 personas; España, con 14 y México, con 9.

“Cuando se hace el encuentro buscamos impactar la ciudad que será sede, porque cuando la gente ve tanto ciegos por la calle haciendo las actividades como cualquier otro, eso abre la cabeza”, dijo Pablo Leucona, director de Tiflonexos.

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