Semana por la Paz: un llamado a la memoria y a la reparación de las víctimas del conflicto armado

En Colombia, un país marcado por décadas y décadas de conflicto armado, hablar de paz es hablar de memoria, justicia y reconciliación.

Fue esa necesidad la que dio origen, en 1987, a la Semana por la Paz, una iniciativa ciudadana que cada septiembre reúne a comunidades, iglesias, universidades y organizaciones sociales para recordar que la paz no es solo un acuerdo político, sino una tarea cotidiana que exige verdad, respeto y dignidad para las víctimas.

Bajo el lema ‘Arropamos la vida con dignidad y esperanza’, este año Cali se unió a la jornada nacional con recitales poéticos, plegarias, performance, foros, exposiciones y encuentros comunitarios.

La agenda sigue con actividades artísticas y pedagógicas en distintos escenarios de la ciudad, con un mismo objetivo: construir un país en paz, promover la reconciliación y la unidad y fortalecer la esperanza.

Uno de los eventos destacados fue el encuentro que tuvo el pasado miércoles en la Casa de las Memorias, donde madres y tías buscadoras compartieron el dolor de la ausencia y la fuerza de su resistencia.

Con prendas, fotografías y velas encendidas, pusieron en el centro a quienes siguen sin aparecer. Más allá de la puesta en escena, lo que quedó fue un mensaje claro: la memoria sostiene y acompaña la construcción de paz.

Entre las voces escuchadas estuvo la de María Graciela Solís, integrante de la Corporación para el Desarrollo Regional, quien busca a su hijo Andrés Felipe Pineda Solís, desaparecido en Buenaventura en 2021.

Para ella, participar en estos espacios es parte de la ruta de búsqueda que ha emprendido junto a otras mujeres: “Presentarnos delante de la gente y decir: mire, este es mi hijo, está desaparecido… esa es mi ruta. Y la ruta de muchas de nosotras. Con nuestros gestos mostramos el desespero de la búsqueda, aunque nos duela ver llorar a la gente. Pero también es lo que hemos aprendido en este colectivo de mujeres”.

Sumado a la historia de María Graciela, está la de Blanca Álvarez, otra madre buscadora en el país, quien expresó: “Lo más lindo sería poder encontrarlos con vida, y si no, pues darles una cristiana sepultura. Ellos no son basura. Son seres humanos y para nosotras siguen siendo nuestros hijos.”

A esa voz se unió la de Ofelia Cirilo, que ha caminado años en la búsqueda de su familiar y que relató con claridad lo que significa resistir en colectivo: “La búsqueda es un camino muy duro, pero entre todas nos damos fuerza. Si caemos, nos levantamos juntas. Nos une el dolor, pero también la esperanza de que algún día vamos a saber la verdad”.

Las palabras de las madres buscadoras recordaron que detrás de cada número hay una historia concreta. Y las cifras son contundentes: la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas, Ubpd, estima que en Colombia hay más de 132 mil personas desaparecidas en el marco del conflicto armado.

El coordinador de la Semana por la Paz en Cali, Óscar Hernando Castro, de la Universidad Javeriana, subrayó el sentido de darle voz a las mujeres: “El acto simbólico de reconciliación es muy importante, porque son las mujeres las que van a representar los sectores. Normalmente en estos eventos siempre están los hombres, firman la paz los hombres, hablan los hombres. En este caso quisimos dar un lugar y una voz a las mujeres, que son quienes históricamente han arropado la vida en el país”.

Ese protagonismo femenino se ha convertido en el sello de la Semana por la Paz edición 38 en la ciudad. Las madres y tías buscadoras dejaron frases que se repiten como un eco: “Una Colombia en paz, que no nos cueste la vida”.

La Semana por la Paz es un espacio abierto para pensar colectivamente el futuro del país. La paz no es solo un ideal político, sino una práctica diaria que se nutre de la memoria y de la resistencia de quienes no se rinden en la búsqueda de la verdad, explicaron organizadores.

El mensaje que resuena es claro: la paz no será posible mientras haya miles de familias buscando a sus seres queridos. Colombia necesita un presente distinto, un país donde la vida y la dignidad estén en el centro.