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Opinión: No es tiempo de parar las rotativas

Los problemas del periodismo no se solucionan cerrando escuelas o programas de formación de periodistas. Hay que atreverse a modificar viejos esquemas de enseñanza de los futuros comunicadores.

26 de marzo de 2019 Por: Óscar Durán / docente.

Los críticos de la academia encontraron munición suficiente para atacar los procesos de formación de periodistas. El obsoleto modelo de negocio de los medios, sumado a su incapacidad de reinvención y su poca creatividad para encontrar recursos para su financiación, han traído la excusa perfecta para decir que los programas, escuelas y facultades de periodismo deben desaparecer, al menos, como opciones de pregrado.

Como periodista, pero también como académico, no tengo otra posibilidad distinta que ofrecer algunos elementos adicionales a este debate, reconociendo, eso sí, que los procesos de formación de periodistas en Colombia tienen varios defectos teóricos y prácticos, que muchos de ellos están desactualizados y que algunos tienen serios problemas de acceso a recursos tecnológicos.

Estas propuestas, no pretenden ser la única verdad sobre este tema, por el contrario, las planteo para que sean sometidas a críticas o modificaciones que tengan en cuenta otras miradas o contextos que permitan alimentar el debate:

1. Personalizar la educación. Cada individuo es único, como lo es su manera de abordar el conocimiento. El desafío educativo parece ser: o se ignoran las diferencias de los individuos y se supone que todas las mentes son iguales o, se asumen las diferencias como valor de aprendizaje.

2. Intervenir la formación de manera temprana. Lo más probable es que los nuevos buenos periodistas deambulen en las hojas volantes de un periódico escolar o, por qué no, en los relatos infantiles que amenizan las reuniones de casa. Allá debe encontrarlos el sistema educativo.

3. Estimular la libertaria capacidad creativa de los individuos. Esto llevaría también a abandonar los esquemas rígidos que operacionalizan las estructuras informativas, que no son efectivas por el esquema sino por la manera como transmiten el contenido y logran las reacciones.

4. Concentrarse en los talentos. La escuela, en general, como hemos visto, no hace ejercicios de concentración. De hecho, relaciona a los alumnos como grupos de estudio y los forma y evalúa con idénticos raseros. ¿Qué pasaría si, en cambio, identificamos talentos y le hacemos el seguimiento necesario para que se hagan periodistas?

5. Reconocer el rol de la familia. Esta es la actora determinante del sistema educativo, como acompañante de las vocaciones de los hijos. Una sola orden equivocada o una resistencia desmedida, habría sido suficiente para que muchos buenos periodistas desviaran el camino.

6. Precisar mentores adecuados. Hay que poner en el camino de los jóvenes a personas que inculquen inquietudes y afán por el descubrimiento permanente. Ya enrumbado en el oficio, un joven necesita toparse con maestros con vocación de enseñanza que muchas veces se derivaba de su propio ejemplo de vida.

7. Valorar la ética como recurso inherente al oficio. El hacer periodístico no podría estar desligado de la ética ni de los valores. No es posible ni siquiera empezar a desarrollar un nuevo sistema educativo en periodismo, si al lado de las naturales aptitudes y conocimientos, no se tiene en cuenta la clase de personas que se van a formar.

8. Enseñar menos periodismo. Debemos decir, a partir de varias experiencias investigativas, que hay que enseñar menos periodismo desde el periodismo. Las ciencias humanas tienen mucho para aportarle a la mente de un aspirante a periodista.

9. Fomentar el compromiso personal con la profesión. Primero, hay que leer mucho; segundo, hay que leer lo correcto. Así como hay una ética, debe haber una estética a la hora de contar un cuento, lo que equivale a usar las técnicas narrativas que garanticen la verdad y la hagan atractiva.

10. Propiciar los referentes críticos. En la formación periodística resulta clave, son como un espejo en el que hay que mirarse antes de salir a publicar, pues clarifican los ritmos y los tonos y validan el interés de las historias.

11. Estimular el contacto con la gente. El contacto con las personas es el factor que amolda a muchos de los buenos periodistas. Hoy, cuando se pide un consejo para los nuevos periodistas, cualquier buen contador de historias es categórico en decir: “Que salgan a la calle, que se unten de barro, que hablen con la gente”.

12. Mantener abiertos los círculos de aprendizaje. La formación no concluye con la escuela ni en la escuela. Un periodista que “se realiza”, se queda sin metas; un periodista que sigue sin “realizarse”, afina enfoques, supera paradigmas reporteriles, enruta estilo y, evoluciona.

*Docente de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.

Lea también: El periodismo como oficio / Columna de Mábel Lara

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