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Los autos antiguos rodaron hoy por las vías de la versión 54 de la Feria de Cali

El tradicional desfile de autos antiguos fue el principal evento de la quinta jornada de la Feria de Cali. Tener uno de estos vehículos es como manejar un altar con ruedas, sugieren dos propietarios de carros clásicos.

28 de diciembre de 2011 Por: Redacción de El País

El tradicional desfile de autos antiguos fue el principal evento de la quinta jornada de la Feria de Cali. Tener uno de estos vehículos es como manejar un altar con ruedas, sugieren dos propietarios de carros clásicos.

Según el diccionario, coleccionista es aquel que colecciona objetos (en plural). La excepción podría estar entre los aficionados a los autos antiguos, pues se es coleccionista con sólo tener uno.Los mismos que se vieron esta tarde en el desfile ferial que hizo homenaje a esas joyas de la mecánica, venerables y veteranos, que parecen altares rodantes ante los cuales se rinde culto a la nostalgia.Entre los ‘planillados’ para hoy estuvieron Julián Arbeláez y Rodrigo Sarasti, propietarios de carros que son la admiración de todos cada vez que ruedan por la calle.El primero es el orgulloso dueño de tres Ford, modelos 1928, 1931 y 1938, y un ‘jeep’ Willys 1953. A éste lo llama lo llama ‘Pedro Brincos’, y casi muere de la risa cuando se enteró de que así llamaban a un bandolero de los años 50: “El carrito tiene alma noble, pero brinca mucho”, explica.Sarasti posee un Ford Roaster descapotable 1928 y una ‘pick up’ de ese año: “El Roaster perteneció a la familia del presidente y general Rafael Reyes, y luego lo compró un señor extranjero que al irse para los Estados Unidos me lo vendió a mí. Ese auto tiene todo original”, cuenta.Pero ambos tienen una actitud diferente ante sus carros, porque mientras Arbeláez los usa “con mucha frecuencia”, Sarasti les da “pequeños recorridos cada dos meses y los caliento con frecuencia, para que el motor no se pegue”.Ambos se ‘engomaron’ con los autos desde niños: “Mi papá me dejó comenzar a arreglar las cosas más elementales de un ‘jeep’ que tenía y luego me dejó meterle mano al carburador. Eso me hizo aficionar por los carros y de ahí me entusiasmé con los autos antiguos”, dice Arbeláez.“Uno nace con esa afición. Desde niño me llamaron la atención los carros con bombillas afuera. Como yo fui regular estudiante, mi padre me prometió un carro si ganaba el año. Como lo logré, me dio un Ford 1934 que tenía portasuegra (baúl con asiento), en el cual nos montábamos los 16 compañeros de estudios en el Pío XII”, recuerda Sarasti. Y añade con picardía: “Ese portasuegra era muy bueno para verles las piernas a las muchachas cuando se subían en él”.Los dos, también, se han encargado de restaurar los carros que tienen. Mientras Julián recuperó los cuatro suyos, don Rodrigo compró “la ‘pick up’ en Argentina y fue traída desde allá por carretera. Demoré cuatro años poniéndola a punto, pero nunca hice cuentas de lo que me gastaba, porque hubiera perdido el entusiasmo”. Ambos dicen que ese tema no es tan complicado: “Los repuestos aparecen casi que como por arte de magia. Los coleccionistas dan información y en internet hay oferta de servicios y de reparación”, cuenta Arbeláez. Y añade su amigo: “Se consigue absolutamente todo. Es tan bueno el negocio de los repuestos para carros antiguos, que en los Estados Unidos hay cinco fábricas que los producen”.Quedan en tan buenas condiciones, que Julián fue hasta Ushuaia, la ciudad más austral de América, en La Patagonia, en su Ford 28: “Me fui con unos valientes, pues recorrimos 24 mil kilómetros en 60 días. Eso se convirtió en acontecimiento, pues a cada pueblo que llegábamos la gente ya esperaba el carro y salía a verlo”, cuenta.Y añade: “El carro se manejó muy bien. ‘Sólo’ tuvimos 26 pinchazos. De resto, el carro no molestó para nada”.En realidad, cada salida de un carro de esos es acontecimiento: “Esos autos tienen enamorados en todas las esquinas. Al verlos, la gente deja la agresividad y la intolerancia, cede el paso, hace preguntas, ofrece negocios u ofrece cambio por una moto, una carretilla o la mujer. Están rodeados de amabilidad, pues tratan los carros como si fueran viejitos y despiertan la admiración que se tiene por una reina”, dice Arbeláez.Y cuenta que “una vez en La Línea se me acercó un vendedor de esos que se hacen cerca de los derrumbes, a preguntarme si era un carro antiguo o uno moderno. Me sorprendió, porque la apariencia no es común, pero me explicó: ‘Como ahora inventan tanta pendejada”.Y a Sarasti siempre le preguntan: “¿Lo vende?”. Es el interrogante más común, porque el más extravagante se lo hizo una periodista en un desfile a Arbeláez: “¿Es cierto que la camioneta tiene caja negra?”.Cuando a los dos se les pregunta si sus autos han sido determinantes en sus conquistas, Arbeláez responde: “Sí, pero son inconfesables”. Y Sarasti dice: “No se puede contar a la prensa” (y ríe).Encuentre aquí toda la programación de la 54 Feria de Cali.

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