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Diyón, el caleño que ha donado 100 veces sus plaquetas

Cada mes, Diyón Alberto Balanta dona sus plaquetas. En mayo completará su donación número 100. Será en el banco de sangre del HUV. Él no hace cuentas, pero deben de ser cientos las personas que ha ayudado a vivir un día más.

16 de abril de 2015 Por: Santiago Cruz Hoyos | Reportero de El País

Cada mes, Diyón Alberto Balanta dona sus plaquetas. En mayo completará su donación número 100. Será en el banco de sangre del HUV. Él no hace cuentas, pero deben de ser cientos las personas que ha ayudado a vivir un día más.

Diyón Alberto Balanta completa casi nueve años donando sangre o alguno de sus componentes. Desde hace 7, hace parte del programa de donantes permanentes del Banco de Sangre del Hospital Universitario del Valle. En mayo próximo completará su donación de plaquetas número 100 -  cada mes las dona -  y él se está  preparando para ello aunque en realidad, por su estilo de vida, permanece listo para donar.

 Diyón, por ejemplo, a pesar de tener familia en Tumaco, jamás viaja al Pacífico.  Uno de los requisitos para donar sangre es no haber visitado la Costa Pacífica ni los Llanos Orientales en el último año- por el riesgo de contraer enfermedades endémicas como el paludismo – entonces cada que su tía tumaqueña lo invita a su tierra, él se excusa con una frase que no hay manera de rebatir. “Si no me cuido, no puedo ayudar a otros”. Diyón, ¿cómo explicarlo?, es alguien distinto.

 Su alimentación también está pensada para cuidar su sangre. Siempre incluye en su dieta abundante ensalada para incrementar sus niveles de hierro. También consume mucha proteína y frutas, poca grasa. Diyón, 43 años, pesa 73 kilos. El peso mínimo para donar es de 52 kilogramos.

 Además hace deporte – mucho fútbol, mucha bicicleta -, no fuma, no toma licor, como si los mandamientos que rigieran su destino fueran exactamente los diez requisitos que se exigen para donar sangre. Entonces tampoco se ha hecho tatuajes.

 A Diyón - cuyo único tocayo conocido es un tío suyo por cierto –  el banco de sangre del HUV no le paga por sus plaquetas (aunque una unidad está avaluada en promedio en un millón y medio de pesos) tampoco recibe dinero alguno para su transporte el día de la donación, sí le brindan un refrigerio y en el banco lo tratan con la cercanía con la que se le habla a un amigo de infancia. Él por su parte camina por la sala de donación con la confianza con la que recorrería su casa en el barrio El Refugio de Cali. Diyón es soltero.

 Es un viernes en la mañana y él justamente está sentado en la máquina encargada de extraer su sangre, sacar las plaquetas, e introducir de nuevo  el líquido a su cuerpo. El procedimiento se llama ‘plaquetoféresis’ y en promedio tarda una hora y media.

 A su lado está una estudiante de medicina en el mismo plan. Si algo requiere el Hospital Universitario del Valle son plaquetas, esas células necesarias para la coagulación sanguínea -  las requieren pacientes leucémicos sobre todo – pacientes con cáncer o con sangrado activo, hemorragias post parto, heridos de bala.

 El problema es que mientras los glóbulos rojos se pueden almacenar durante un mes, las plaquetas solo duran cinco días. Con una unidad, una bolsa de sangre, en todo caso, se podrían ayudar a tres pacientes. Diyón nunca se ha puesto a hacer cuentas de las personas que ha salvado o por lo menos ayudado, pero  deben de ser cientos. En el banco de sangre del HUV hay un calculo: si una persona donara sangre dos veces al año, desde los 18 hasta los 65, la edad máxima para hacerlo, podría salvarle la vida a 282 personas. No es extraño entonces que en el banco, a los donantes, los llamen “héroes”.

 Sin embargo hay tantos mitos y miedos que en realidad pocos donan, pocos son los héroes. Los bancos de sangre deben ser los únicos del mundo que permanecen en déficit.  El programa de donantes permanentes del HUV apenas está integrado por 50 personas, por ejemplo, y sin embargo cada fin de semana ingresan a la unidad de trauma un promedio de 60 pacientes heridos por arma de fuego o corto punzante y 80 pacientes adicionales de accidentes de tránsito. El 20% de ellos requieren por lo general cirugías de alta complejidad, dice el doctor Luis Fernando Pino, subdirector de urgencias,  y para esas cirugías se requiere sangre. Solamente para los pacientes de trauma requieren 120 unidades cada fin de semana.

[[nid:412783;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2015/04/diyon.jpg;full;{“Generalmente no tengo contacto con los pacientes. Solamente una vez supe de una señora. Doné, pero lamentablemente después de un tiempo, falleció”.Foto: Johan Manuel Morales | El País}]]

 

 En marzo pasado, además,  los médicos solicitaron 1021 unidades de sangre y en todo el mes se presentaron 939 donantes, entre permanentes y ocasionales, es decir que hubo un déficit de 82 unidades.

 Los días de abundancia del banco de sangre del HUV se podrían contar entonces con los dedos de una mano y ocurren solo cuando  hay donaciones masivas motivadas por una urgencia específica. Al hospital han llegado buses repletos de gente que desea donar sangre para salvar un familiar, pero nunca regresan después de superada la emergencia.

 Algunos se acercan a donar pensando en cambio que al hacerlo suben o bajan de peso. Cuando comprueban que no funciona ni para lo uno ni para lo otro, jamás vuelven. Otros no donan por creencias religiosas. Se cuentan historias de Testigos de Jehová que han preferido morir a someterse a una transfusión sanguínea – según su interpretación la Biblia ordena “abstenerse de la sangre, consumirla” – pero Diyón, que es cristiano (trabaja en oficios varios de una iglesia evangélica) – dice que la primera transfusión de la historia la hizo Jesús al derramar su sangre en la cruz para que el resto de la humanidad viviera, así que lo que él hace es algo de cierta manera similar, dar sangre para que alguien viva.

 Otros no donan por temor a contagiarse de alguna enfermedad -  en el banco de sangre aseguran que cada material que se utiliza es de uso exclusivo para cada donante y además desechable - y otros no donan por el pavor que genera una aguja. A Diyón todavía le aterra la aguja.

 Cuando se enferma evita una inyección de rápida acción contra el malestar incluso y en cambio prefiere que le receten medicinas. Cuando llega el día de donar, sin embargo, no hay miramientos. Diyón se sienta en la máquina, se encomienda a Dios, mira para otro lado mientras la enfermera introduce la aguja en su vena. Las venas de Diyón, no lo habíamos dicho, son tan gruesas y protuberantes que se notan a simple vista.

 Diyón nació en Cali y se crió en el barrio El Vergel. Él no sabe muy bien por qué empezó a donar sangre. Lo que sí recuerda es que sus padres siempre le inculcaron que había que ayudar a los demás, no detenerse exclusivamente en el propio ombligo, y él llegó a la conclusión de que la mejor manera de ser solidario era donando sangre, después plaquetas, que por cierto se regeneran después de 72 horas de extraídas.  “No es necesario tener dinero para ayudar a los otros”.

 En su billetera carga un carnet que lo certifica también como donante de órganos. Su razonamiento es de lo más lógico: ¿si el cuerpo se va a podrir, para qué llevarlo a la tumba cuando una persona podría necesitar alguna de sus partes? Diyón se hizo donante de órganos desde hace dos años, cuando un amigo suyo, Germán Olave, murió mientras esperaba un corazón.  “Donar mis plaquetas o los órganos llegado el momento es mi obra social. Es lo que le respondo a la gente que me pregunta por qué más bien no aprovecho la falta de sangre de la ciudad y  vendo la mía. Jamás haré algo así”.  

Cuando dona, dice Diyón, en vez de sentirse débil o algo parecido, en realidad se siente restablecido por haberle aportado a la salud de alguien, tal vez por haberle permitido vivir un día más. Se siente feliz de solo sospecharlo. Donar entonces es algo que promete hacer hasta que cumpla la edad máxima para hacerlo, los 65. Aún hay muchas agujas por delante. ¿Cómo sería el mundo si existieran millones de Diyón? A la salida del banco de sangre del HUV se escucha la sirena de una ambulancia.

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