A los caficultores del norte del Valle se les adelantó la cosecha con la declaratoria de Patrimonio Cultural de la Humanidad por parte de la Unesco. Costumbres, mitos, leyendas, celebraciones y paisajes fueron incluidos en la lista de los ‘tesoros’ del mundo. Recorrido.

“La Unesco nos hizo justicia”, fueron las primeras palabras de Ovidio de Jesús Ramírez al escuchar en su viejo radio que su finca Las Margaritas ya hacía parte del Paisaje Cultural Cafetero declarado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.Él es un humilde campesino que se gana la vida cosechando café junto a sus nietos y tiene 63 años de edad, 17 de los cuales ha vivido en su tierrita ubicada en el municipio de Ulloa. Es un hombre pequeño, con callos en las manos y alma emprendedora. Al conversar destila amabilidad y por ello resulta fácil para cualquier parroquiano enamorarse de las montañas a las que le coquetea con su acento nortevallepaisano.“Es que los gringos que se toman el cafecito no se imaginan cómo es que se produce”, asegura mientras contempla el verde paisaje que se divisa desde su casa y que espera perdure en el tiempo aunque los extranjeros comiencen a llegar en busca de este tesoro.Al igual que Ovidio, en Ulloa, uno de los siete municipios del norte del Valle que fueron objeto de tan importante distinción, hay decenas más de labriegos que entre cafés de madrugada, canastos al cinto y surcos de grano se rebuscan la vida practicando el oficio ancestral de la caficultura.Fabián Montoya es uno de ellos. Tiene todas las esperanzas puestas en este reconocimiento para pasar el trago amargo que dejaron los últimos años debido a que no hubo buena cosecha por las lluvias excesivas y la baja en el precio del grano.“Esperamos que con esto el Gobierno se acuerde de dar auxilios y ayudarnos a arreglar las fincas, sobre todo las casas que están para caerse”, aseguró Rubiola Rogeles, esposa de Fabián y copropietaria de La Esperanza, otra de las propiedades que pasaron a ser Patrimonio Cultural.Más que fincasJunto a las haciendas de corredores grandes, chambranas coloridas y cuartos con corredores internos están las demás características de la raigambre cafetera. La gastronomía, las creencias, la forma de hablar y todo aquello que no es posible tocar, pero que puede ser disfrutado por cualquiera, así no hable español.Según Ricardo Hincapié, director del Centro de Investigación en Territorio, Construcción y Espacio de la Universidad del Valle, a los campesinos y dueños de los terrenos que hacen parte del nombrado patrimonio se les avecina la gran responsabilidad de salvaguardar los valores que ya fueron reconocidos ante el mundo entero.Entre estos se cuentan, por ejemplo, los mitos y las leyendas típicas de la cultura cafetera, como las de El Mohán, La Patasola, El Sombrerón, las brujas, María Pardo y Bermúdez y La Chillona, entre otros personajes de fantasía que han ‘asustado’ a generaciones de labriegos a lo largo y ancho del Eje Cafetero.Las celebraciones populares también hacen parte de la denominación dada por la Unesco. De ahí que las fiestas del Campesino, del Retorno y de la Cosecha llevadas a cabo en los siete municipios –Alcalá, Ansermanuevo, Sevilla, Caicedonia, El Águila, Ulloa y El Cairo-, al igual que las religiosas, como el Día de San José, de la Virgen del Carmen, los Siete Lunes, la Semana Santa, el Mes de las Ánimas y las Novena al Niño Dios, hagan parte de lo que en adelante ‘se mostrarᒠante el resto del país y el exterior.En la declaratoria mundial están incluidos así mismo atractivos turísticos como el Parque de las Heliconias, en Caicedonia, y la Finca Hotel Bosque El Samán, en Alcalá, que, además de ser lugares adecuados para el entretenimiento, han procurado conservar y dar a conocer la cultura cafetera.El Samán, por ejemplo, inició como una salida para la crisis de 1998. Su propietario Rafael Madrid, hijo de caficultores, hizo adecuaciones para hospedar a los visitantes que llegaban al municipio en busca de descanso.Poco a poco su finca se fue extendiendo y con ella el negocio de la hotelería, que es amigable con el paisaje verde. No en vano hoy tiene capacidad para albergar a casi un centenar de personas que durante su estadía aprenden cómo es el proceso del cultivo del grano y la producción del café hasta llegar a la taza. Su éxito le mereció ser tomado como guía para el Plan de Desarrollo Turístico de Alcalá, al que esperan vincular a las otras fincas dedicadas a la siembra de este producto.“En Alcalá quedaron incluidas las veredas que están al Oriente, La Caña, Trincheras, La Cuchilla, Marabeles, El Congal, La Floresta, El Congal, Bélgica y La Polonia”, comentó Diego Felipe Castaño, coordinador de Cultura y Turismo del Municipio.Las iniciativas que surjan en torno al café en estas veredas y las otras 65 del Valle del Cauca que hacen parte de la declaratoria tendrán a partir de ahora, según Héctor Fabio Cuellar López, director ejecutivo del Comité Departamental de Cafeteros, apoyo técnico y de investigación.Así el camino apenas inicia y tanto los campesinos como las entidades estatales parecen estar dispuestos a que el ‘tinto’ que se le ofrecerá al mundo sea de alta calidad.