En tablas. Así quedaría el balance del Gobierno Petro al término del primer año de labores del actual Congreso, después de un primer semestre exitoso, sobre todo de la mano de la reforma tributaria, pero con los seis últimos meses marcados por la falta de liderazgo y de resultados.
Así lo consideran analistas, políticos y funcionarios, quienes resaltan de hecho un alto contraste entre ‘la aplanadora’ en la que según algunos se convirtió el año pasado la coalición oficialista, al punto de lograr también la aprobación del Acuerdo de Escazú y la modificación de la Ley418 o de Orden Público, que le da el piso jurídico a la llamada Paz Total.
Parecía entonces que la avalancha de proyectos de ley anunciados por el Ejecutivo posesionado el 7 de agosto iba a resultar incontenible y que las reformas sociales tendrían el camino despejado para convertirse en realidad.
Bien recuerda el periodista político Argemiro Piñeros, que esas primeras de cambio del Congreso no pudieron ser mejores, al recibir el espaldarazo tributario que le garantizaba más de 20 billones de pesos, además del presupuesto de las regalías.
En opinión del consultor político Álvaro Benedetti, ese positivo arranque en el trámite legislativo se explica por “el mensaje de unidad que supuso el Gobierno de Gustavo Petro al conformar un gabinete plural e inclusión de partidos políticos distintos al Pacto Histórico en el poder”.
Piñeros, de su lado, sostiene que “diciembre, además, le dejó un resultado transitorio bueno al Presidente en cuanto a las reformas constitucionales. La principal que radicó, la política, tuvo sus primeros cuatro debates, aunque empezó a tener complicaciones por asuntos como la posibilidad de que los congresistas fueran ministros y las listas cerradas”, especialmente por miembros de la Alianza Verde, pese a ser de la coalición.
Lo cierto es que el 2023 comenzó con sesiones extras que casi que se fueron en blanco, pese a los reiterados llamados del entonces presidente del Senado Roy Barreras para que las iniciativas más importantes que había anunciado el Gobierno fueran radicadas con prontitud, lo cual no ocurrió.
Apenas si se discutió el Plan Nacional de Desarrollo y en marzo, cuando comenzó el periodo ordinario, muy rápido se hundió la reforma política en medio de denuncias de ‘micos’. Para entonces, el país ya estaba dividido frente a la reforma a la salud, cuyo texto se conoció antes de ser radicado.
De hecho, fue solo hasta mayo que la Comisión Séptima de la Cámara inició formalmente el estudio de la iniciativa y tras aprobada allí, en medio de una gran controversia y quejas de vicio de trámites, quedó ‘sepultada’ porque no alcanzó a ser discutida en la plenaria.
Al tiempo, y con el final de la legislatura en el horizonte, el Ejecutivo llamó a marchar para presionar a los congresistas a debatir también las reformas laboral y pensional, pero, como se sabe, la primera se hundió el pasado martes porque tampoco se lograron los acuerdos políticos necesarios para que siguiera su trámite a partir del 20 de julio, cuando empieza la segunda legislatura del actual Congreso.
Para Benedetti, esta situación se debió a la “radicalización del Ejecutivo frente al trámite de las reformas, especialmente la de la salud, que a su vez supuso un quiebre en la gobernabilidad que se había gestado y que condujo a la salida de los ministros de los partidos que habían garantizaron la coalición”.
Advierte además que el Congreso ha terminado sumido en la polarización y la inacción, por cuenta de quienes, de un lado, aseguran que el Legislativo “está amañado a favor de tumbar la reformas”, y de otro, que el Gobierno está haciendo todo lo posible por garantizar acuerdos burocráticos clientelistas de cara a pasarlas”.
De su lado, el ministro del Interior, Luis Fernando Velasco, tendrá la difícil misión de recomponer la coalición de Gobierno de cara al nuevo periodo legislativo que iniciará el próximo 20 de julio. Sin embargo, será una misión complicada no solo porque las presidencias de la Cámara de Representantes y el Senado ya no estarán en poder del Pacto Histórico. También porque este es un año electoral en el que las fuerzas políticas que salieron derrotadas en las elecciones del año anterior le están apostando a hacerse al poder en las principales capitales del país.