Como la orden de la Alcaldía de Cali fue prohibir cualquier reunión con asistencia de público durante diciembre, Corfecali se quedó sin realizar los 81 eventos programados en las comunas y corregimientos.
Pero como los $3200 millones que se iban a gastar no podían sobrar, se optó por una solución que resultará peor: trasladar esos eventos a griles, bares y restaurantes de la ciudad.
Es la improvisación que se manifiesta en la que será una Feria presentada inicialmente como virtual, para luego conocer que sí habría programas presenciales y que vuelve a cambiarse faltando tres semanas para su inicio.
Hay que preguntarle a los organizadores cómo se harán las presentaciones de orquestas y artistas en esos establecimientos, cómo se controlará el cumplimiento de las medidas en las afueras de los sitios donde se harán las rumbas. Quién garantizará la calidad de las grabaciones, si se harán vía streaming y si se realizarán simultáneamente con otros eventos virtuales de la Feria.
En todo caso, la decisión de Corfecali contradice las órdenes dictadas por el Gobierno Municipal hace una semana y desconoce las recomendaciones de la Secretaría de Salud.
La inmensa mayoría de la ciudad ha pedido que no se haga este año la Feria de Cali, y que si lo que se quiere es ayudar a los artistas hay mil formas de hacerlo, no con una propuesta que sigue demostrando que no tiene ni pies ni cabeza.
Pero, al parecer, el CAM tiene oídos sordos.