Al parecer, el manejo de los escombros en Cali es un problema de nunca acabar.

Durante décadas, la comunidad ha exigido soluciones a los alcaldes de turno, y tras innumerables promesas no han tenido la respuesta que esperan.

La pregunta clave es por qué no se incentiva el aprovechamiento de los residuos de construcción que pueden ser reciclados como en todas partes del mundo, resolviendo el problema y generando empleo.

Y por qué las autoridades le han dado larga a un asunto que crece y se convierte en el epicentro de contaminación de la Carrera 50.

Pese a que la ley demanda que el tratamiento de los residuos de construcción y demolición debe realizarse a las afueras de la ciudad y una sentencia ordena el cierre de la escombrera, la situación se repite.
El círculo vicioso hace que se gasten $5000 millones en la evacuación,
y al poco tiempo nuevamente esté llena, generando la protesta.

Pero no parece que haya voluntad para desarrollar una solución que permita convertir el problema eterno en una oportunidad.

Tomar la decisión de hacerlo es la salida al dolor de cabeza que padece Cali con la escombrera y resuelve otros dilemas como el de las carretillas de tracción animal que transportan escombros.