En Buenaventura se baja la guardia y la violencia arremete en todas sus formas.

El miércoles de la semana anterior fueron asesinadas seis personas, con lo que ya son 22 las muertes violentas ocurridas en el mes de julio.
En su mayoría, esos homicidios tienen como denominador común al narcotráfico y a las organizaciones criminales.

Ya se conoce de sobra que la ciudad donde está el principal puerto marítimo de Colombia es epicentro del tráfico de drogas, del contrabando, que la extorsión al comercio y a sus habitantes no da tregua y que la disputa por su control es permanente.

Y se debe reconocer que si no permanece militarizado se convierte en un lugar de guerra, con territorios tomados por las bandas delincuencias, con fronteras por las que no se puede pasar porque si se entra difícilmente se podrá salir con vida.

Buenaventura no se merece lo que está viviendo, la ciudad necesita que se garantice la seguridad y se le brinde tanto la estabilidad como la tranquilidad que sus habitantes claman desde hace décadas.

Ello comienza por cumplir las promesas que y generar las oportunidades que demanda su población para que el narcotráfico y el crimen organizado dejen de dominar el territorio.

Y de atraer a miles de personas, en su mayoría jóvenes, que encuentran en el delito la solución a su pobreza.