Debido al hacinamiento que se presenta en las estaciones de Policía en Cali, el 20% de los uniformados que deberían dedicarse a vigilar la ciudad están cuidando detenidos.

Pensados para ser ante todo puntos de atención para la seguridad de los caleños, las estaciones que deberían alojar a máximo cinco detenidos durante no más de 72 horas, hoy superan hasta diez veces su capacidad y los presos pueden durar meses en esas instalaciones sin que se resuelva su situación.

En una ciudad como Cali que se enfrenta a altos índices de inseguridad y violencia, no se debería relegar a los agentes de la Fuerza Pública a funciones que no les competen, como convertirse en guardianes de los detenidos mientras la inseguridad crece.

La Policía debe estar en las calles, realizando las labores de control y vigilancia ciudadana para atender los problemas que golpean a los caleños.

En lugar de eso, tanto los detenidos en las estaciones como quienes se les ha dado la responsabilidad de cuidarlos enfrentan a un drama humanitario.

A lo que se suma la preocupación por los intentos de fuga, que ya se han presentado en la capital del Valle, y que ponen en riesgo a las comunidades vecinas.

Aunque se ha intentado descongestionarlas los esfuerzos son inútiles pues la sobrepoblación en las cárceles está desbordada.

Por ello si la solución es crear más centros de reclusión, que se haga, pero no se puede exponer a los uniformados y a los ciudadanos a una situación que afecta la seguridad y la convivencia en Cali.