El tipo se llama Luis Von Ahn. Lo veo en la foto, con sus lentes delgados y su toque de Nerd, y por simple tontería relaciono pinta y nombre con la que podría ser su procedencia, Pero no, no es holandés, es guatemalteco. Luis Von Ahn es, dicen prestigiosos medios del mundo, un revolucionario de nuestros tiempos. Tiene a más de doce millones y medio de personas mejorando, gratis, el nivel de otro idioma diferente al nativo. Eso se llama Duolingo.Sí, ya sé que de eso tan bueno no dan tanto. Aquí hay gato encerrado, no crea que no me lo dije. Pero confieso que me ha costado mucho encontrarlo (el gato aquel), hasta el punto de que ando probando a ver qué tan cierto es que si durante 34 horas de juicio se hace la tarea de entrar a la página y cumplir con los ejercicios que arrancan con un nivel de kínder, aprenderé tanto como un semestre en una universidad.Las historias de Luis Von Ahn y Duolingo son paralelas y fascinantes. Luis nació en un hogar con medianos recursos. Su madre, le confiesa al Huffington Post, no le pudo dar el Nintendo, pero el niño de 8 años se las arregló para convertir su equipo en una sala de juegos. Solo hasta los 13 tuvo internet. Decidió ser matemático. No lo podía hacer en Guatemala. Dónde más que en EE. UU. Ya profesional (B.S. en matemáticas de la Universidad de Duke y Doctor en ciencias de la computación de la Carnegie Mellon), le apostó al crowdsourcing, esa forma de vida que parte de convocar a mucha gente en torno a un problema para resolverlo con un espíritu más comunitario que económico. Bien, Luis Von Ahn ya tiene dos resultados para mostrar. Usted los usa pero no sabe que él los inventó. Uno, permite recuperar fotografías a través de Google Images. Comenzó como un juego, pero quienes participaban en el mismo no sabían que las fotos que etiquetaban sirven ahora a millones de personas. El otro invento es recaptcha, esas letras medio sinuosas que nos exigen reproducir cuando estamos haciendo una transacción en internet. Eso se hizo para certificar que quien adelanta la operación es un ser humano y no una máquina. Hasta ahí el tema comercial. A Luis se le ocurrió que eso mismo podría prestar un servicio adicional: rescatar palabras para los traductores automáticos de libros en internet, que están siendo escaneados por millones. Es por eso que ahora aparecen, antes que letras sueltas, términos concretos. Con eso también ganamos millones de seres humanos.Sobre Duolingo (entre a internet y encuentre la página con cualquier buscador) hay que decir dos cosas: una, mientras uno estudia, el programa le presta un servicio a dos gigantes: Buzzfeed y CNN. Ellos ganan con nosotros, en la medida en que utilizamos documentos reales que traducimos. Por eso, Duolingo es gratis. La otra, es obvio que si yo traduzco un texto dentro de mí ‘plan de estudios’ es porque ese texto es de mi interés. Conclusión: ellos, los gigantes, ganan, y mucho (siempre es así); nosotros, algo. Duolingo comenzó desde el inglés para adentrarse en alemán, español, francés, italiano y portugués. Claro está, eso abrió paso a procesos de ida y vuelta que terminaron en diez combinaciones. ¿Qué pasó luego? Esas mismas combinaciones se fueron cruzando y ahora hay 30 posibilidades.Esta semana, cuando nos volvimos a dar golpes de pecho por los pésimos resultados de las pruebas Pisa, me acordé de Duolingo. Vi entonces cómo la mayoría de los candidatos presidenciales salió a pescar en ese río revuelto. Lo de siempre. Una solo de los aspirantes recordó la urgente necesidad del bilingüismo: Marta Lucía Ramírez. Está visto que aquí seguimos pensando más en bolillos que en libros. Por eso nos va como nos va.