Francia Márquez nació en la vereda Yolombó del municipio de Suárez, Cauca. Un pueblo fundamentalmente minero, de gente negra, trabajadora, y en donde las multinacionales mineras son la base de la economía lugareña. Luis Gilberto Murillo es oriundo de Andagoya, Chocó. Pueblo también minero que alcanzó a tener siete mil habitantes en su época más esplendorosa, la cual se vino a pique cuando la Chocó Pacífico Mining disminuyó gradualmente sus operaciones. Se fueron los gringos y las ofertas laborales. Se fue todo. El pueblo quedó a merced de la selva, la humedad y el abandono estatal.

Rodrigo Lara es hijo de una exsecretaria del Partido Liberal que quedó embarazada cuando Rodrigo Lara Bonilla, su padre, era una emergente promesa política. Conoció a su padre a los cinco años y lo vio un par de veces más, muy pocas, en su vida.

¡Qué lujo de candidatos a la Vicepresidencia! Tres personas que representan lo más distante de los territorios colombianos y la carencia de oportunidades tristemente tan colombiana. Pero son, sobre todo, la demostración de que un país que entrega educación puede aspirar a que más mujeres negras del Cauca, hijos negados del Huila e hijos de mineros chocoanos puedan llegar a la esfera más alta de la política. Tanto así que Murillo, por ser el mejor Icfes de su promoción, ganó una beca para estudiar ingeniería en Rusia en pleno fulgor de la Guerra Fría. Allá aprendió lo que se debe y no se debe hacer. Y se enamoró de Barno Khadjibaeva, una rusa que dejó su familia y comodidad para venir a la húmeda selva chocoana a acompañar a su esposo.

A Francia le quedó un dolor incrustado en su alma. Nos dijo en una entrevista en Caracol Radio que cuando el proyecto de la Represa de Salvajina llegó a su tierra en 1985, desplazaron a sus coterráneos y, desde entonces, este enorme cuerpo de agua -la decimoquinta hidroeléctrica que más energía genera en el país- mira de frente todos los días a miles de caucanos que no tienen agua. Algo similar ocurre con El Cercado, la represa del río Ranchería, en La Guajira, que surte de agua a los cultivos de arroz y, en paralelo, los habitantes del sector tienen que lidiar con las sequías.

En mucho han fallado los líderes colombianos al construir, entre otras, represas ante millones que boquiabiertos ven toda esa cantidad de agua bajo la paradoja de no poder beberla. Ni tenerla en sus llaves. Es una de las rabias -y deudas- que guarda Francia Márquez.

Y ese es uno de los retos de la industria azucarera del Valle del Cauca si Márquez y Gustavo Petro son elegidos. Márquez no habla de expropiar y democratizar, habla de dialogar. Pero es evidente entre sus palabras el dolor de sus ancestros. Acabar la desigualdad es su bandera y está dispuesta a lo que sea para devolver a su pueblo la dignidad, el trabajo y, por supuesto, el agua.

Un comunicado de los trabajadores sindicalizados del sector azucarero, en respuesta a Francia, resalta que la industria genera más de 285 mil empleos. Pero los tiempos han cambiado y las necesidades, así como la forma de relacionarse con los trabajadores, también. El reto de los azucareros está en que sus empleados se sientan parte activa de ese progreso y saquen verdaderamente pecho. Es la única manera de contar una historia distinta a la desigualdad y desbaratar ese discurso tan triste de una tierra partida en dos.

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