No cabe duda alguna de que las corridas son un arte que emociona y que a su vez ha dado motivos de inspiración a la pintura, la literatura y la poesía. Y que toros, toreros y públicos (como tituló Antonio Caballero, gran aficionado, su bello libro) conforman todo un colorido espectáculo, a lo que hay que agregar las plazas de toros, cuya arquitectura en muchas de ellas también lo es, como la plaza neo mudéjar de La Macarena de Bogotá, tan oportuna y bellamente resaltada por las Torres de Salmona.Pero desde luego es necio del todo negar el sufrimiento del toro en su lenta muerte, como sucede casi siempre, pues muere agotado y humillado, sin saber por qué ni cómo, y aunque sólo los que están muy cerca pueden ver su mirada, oír sus quejidos y oler su sangre, por supuesto no puede gustar a quienes tienen animales y los quieren. Pero prohibir su muerte en el ruedo, como en el sur de Francia y Portugal, sería apenas contribuir a su lenta desaparición, al acabar con la verdad del toreo a pie, como lo saben bien los aficionados de verdad.Ver en los toros sólo su maltrato y muerte es pasar por alto que son aquí un viejo ritual urbano que fue muy popular. Como recuerda Gustavo Arboleda (Historia de Cali, 1956) en la Colonia se llamaba a “que en las funciones de fiestas salgan los encierros de toros y a capitanear con ellos a los matachines". La fiesta llegó con Sebastián de Belalcázar y los toros mismos no mucho después. Es decir, que han sido parte de nuestra cultura, pero no por eso se puede pretender que no evolucionen y se adapten a un movimiento mundial hacia la protección de los animales.Lo único que puede salvar las corridas, y por lo tanto a los toros de lidia, y a los que viven del toreo, es el toreo a caballo, en el que la muerte del toro en el ruedo no es tan importante, e incluso se podrían suprimir las banderillas, y no se pican, pero sobre todo porque es un espectáculo mucho más asequible al público general que el toreo a pie, lo que se pudo comprobar en temporadas anteriores, pese a ser más costoso. Por lo demás, las cogidas aparatosas son mucho menos frecuentes y no se maltratarían toros ni caballos como parte del espectáculo.Ante el derecho a exigir que los animales no sean maltratados y tengan una muerte sin sufrimientos, y la conservación de un patrimonio cultural, solo queda, pues, la belleza del rejoneo, al que lamentablemente no son tan aficionados los aficionados de verdad. Pero sólo basta con ver los videos de Pablo Hermoso de Mendoza, montando a Cagancho para entender cómo se podrían salvar los toros y las corridas, e incluso hacerlas nocturnas, las que por lo contrario en Cali vuelven el toreo a pie una especie de circo malo.Si no evolucionan las corridas se van a acabar pues cada vez hay menos aficionados (en Cali son los mismos que hace 60 años cuando se iniciaron sus ferias y la ciudad tenía 10 veces menos habitantes) y con ellas los toros de lidia, que vivirían aburridos en algún zoológico sin tigres o leones, pasando a la lista de especies en extinción, una por hora, lo que nos debería importar más, junto con el cambio climático, pues los que vamos a desaparecer somos nosotros o al menos nuestra actual manera de reproducirnos y consumir… y de ver los toros.