Esta es una frase que se oye con frecuencia sobre muchos temas y en esta confusa campaña electoral es común pensar que somos un caso muy particular. Resulta que no somos tan especiales y no nos diferenciamos de lo que ha venido ocurriendo en muchas partes del mundo. En un interesante libro lanzado hace pocas semanas, titulado ‘La Revancha de los Poderosos’, Moisés Naim hace un sólido diagnóstico sobre lo que viene ocurriendo con los sistemas democráticos en muchos lugares y cómo estas tendencias no son tan recientes, sino que desde los años 70 del siglo pasado comenzaron a aflorar.

La estrategia de las tres P, llama Naim, a esa combinación de Populismo, Posverdad y Polarización que ha servido a varios políticos que, con el disfraz de la antipolítica, se han venido tomando el poder en diversos países utilizando las reglas de juego del sistema democrático, en especial las elecciones, para luego penetrar el sistema y apoderarse de él.

El punto de quiebre parece haberlo marcado Berlusconi en Italia y luego son innumerables los casos en que, por esta vía, nuevos autócratas y en distintas formas, definen los destinos de sus pueblos. Chávez, sin duda, pero también Orban en Hungría, Erdogan en Turquía, Trump, Bolsonaro, Ortega, Putin, etc, etc., han llegado al poder por la vía electoral y, una vez posesionados, han ido penetrando las otras ramas y órganos del poder, cambiando en algunos casos constituciones, prolongando los períodos, apoltronando jueces de bolsillo y mucho más.

No siempre lo logran, como le ocurrió a Trump (hasta ahora), pero otros ya están pensando no solo en perpetuarse en el poder, sino en expandir las fronteras de su influencia, como ocurre con Putin.

El discurso más frecuente es el del rechazo a los políticos y a los medios de comunicación cuando, paradójicamente, es política lo que ellos hacen y utilizan intensamente los medios de comunicación tanto convencionales como digitales. Con afirmaciones sin sustento y en muchos casos mentirosas (Posverdad) y ofreciendo imposibles, como derrotar de un tajo la corrupción (‘quitándoles la chequera a los corruptos’), o logrando la transformación energética al suspender completamente los contratos de exploración sin medir las consecuencias (Populismo) logran la atención de la gente.

El otro elemento de la estrategia, la Polarización, les ayuda de manera muy efectiva en el logro de sus objetivos. Denigrando del pasado, acusando de todos los males a los antecesores, y describiendo el mundo en blanco y negro y donde solo hay buenos o malos logran despertar emociones y pasiones. Las que mejor les funcionan son las más dañinas, como son el odio y el miedo. Con esto consiguen más que seguidores políticos a fanáticos de este espectáculo de una política degradada. Poco les importan las propuestas o las consecuencias de las mismas. Solo siguen ciegamente a los que más parecen ídolos de su espectáculo.

Son muchos los indicios en varios de los candidatos de estar siguiendo esta fórmula de las tres P. Estamos a tiempo para evitar que Colombia sea otra víctima de esta corriente.