“Sin duda hay riesgos, pero creo que la historia será mucho más severa con todos nosotros si no aprovechamos la oportunidad que hoy se nos presenta”.Juan Manuel Santos, septiembre 4 de 2012.La anterior frase resume lo que, en últimas, debería ser una reflexión que debemos hacernos hoy todos los colombianos. El Presidente puso en marcha un proceso que dejaría un legado formidable de Santos para la historia. Que van a presentarse problemas, tropiezos y dificultades, no hay duda; pero nada es fácil en la vida y mucho menos encontrar una solución a un problema de estas dimensiones. La acogida que estos anuncios han generado en la inmensa mayoría de los colombianos y de la comunidad internacional pone de presente la triste realidad de un país hastiado por más de 60 años víctima de la violencia. Lo importante es que se haya aprendido de las experiencias y eso se refleja en un sentimiento de esperanza pero un cauto optimismo. Afortunadamente ya pasaron los tiempos de pintar palomas o de las concesiones tipo Caguán. Hay un gran consenso sobre la importancia de no bajar la guardia ni perder el terreno ganado en términos militares pero, a su vez, hay el convencimiento sobre la necesidad de abrir espacios y caminos para llegar a soluciones de reconciliación para ponerle un fin al conflicto. Las condiciones, sin duda, son diferentes a las de procesos anteriores y afortunadamente son condiciones más favorables pero, sobre todo, se percibe mucho más claridad por parte del Presidente sobre lo que quiere hacer y deja la sensación de que se trata de un proceso elaborado, estructurado y que no va a caer en los errores del pasado. Como siempre ocurre ya comenzaron a aparecer los sabihondos que pretenden reproducir los esquemas del pasado solicitando puestos en las mesas negociadoras pensando que se trata de nuevo de escenarios para quienes volvieron el conflicto una forma de vivir. Por el contrario, la discreción en la etapa inicial y la claridad en el procedimiento que sigue muestra que esa no es la situación de hoy. Haber limitado el número de negociadores y, sobre todo, haber conformado un equipo de esas características ha sido un gran acierto. El país puede sentirse tranquilo de que las personas en la mesa van a participar sin ingenuidad y con mucha madurez en busca de una solución aceptable para el país.El reto será principalmente para las Farc que deben demostrar que se puede creer en ellos después de la infinidad de errores que han cometido y la enorme pérdida de credibilidad que hoy tienen. Infortunadamente con planteamientos como el de ‘Trinidad’ ya comienzan a plantear dudas sobre esta posibilidad.Negociar en medio del conflicto, por el otro lado, hace necesario que, a pesar de lo difícil que pueda ser, el proceso debe ser expedito y muestre avances tangibles porque, de otra forma, los incidentes de violencia volverán a quitarle el respaldo social al proceso. Los retos son enormes pero el país no puede negarse a apostarle a una salida a este absurdo conflicto.