Este Presidente, que ha tenido el apoyo incondicional y acrítico de casi todos los medios por ser sus colegas, sus parientes, ideológicamente afines, o por mermelada, cree que el asunto es cuestión de imagen y de problemas de comunicación. Más aun, incluso se atrevió a pedirles a los empresarios que llamen a los medios para presionarlos y pedirles que ‘informen’ sobre noticias positivas. No dudo de que los directores y periodistas sentirían esa presión como un chantaje velado tras el cual se esconde la posibilidad de que les retiren la publicidad.

Me temo, sin embargo, que tales llamadas no se producirán. Porque son los mismos empresarios los primeros en estar conscientes de que la realidad económica es muchísimo más mala que la colorida y fantasiosa que pretende vender el gobierno. Veamos cifras rápidas: a) el crecimiento proyectado del PIB para este año no será de 2,4%, ya muy regular, sino apenas de un raquítico 1,7 o 1,8%; b) la producción manufacturera cayó un 1,7%, si se incluye la refinación petrolera. Si se excluye, la caída es aún peor: 2,8%. En todo caso la diferencia de 1% es engañosa porque no mide los miles de millones de dólares perdidos por mala gestión y por corrupción en Reficar y que nunca serán compensados por mayor refinación; c) en enero y febrero el consumo interno cayó un 4,7%, resultado del aumento del IVA, como habíamos advertido algunos, y de la disminución de la confianza de los consumidores. La gente tiene menos dinero en los bolsillos y está temerosa por el curso de la economía, por los impactos institucionales de los acuerdos con las Farc y por las incertidumbres que ha generado su implementación a las patadas por parte del gobierno; d) la deuda externa se ha triplicado en los últimos siete años y alcanza la escandalosa cifra de 121.097 millones de dólares, alrededor del 42% del PIB que, para rematar, hay que pagar a tres mil pesos el dólar; e) la inflación en el 2016, el peor impuesto para los pobres, fue del 5,75%, casi el doble de la meta del 3% del Banco de la República, y estuvo por encima del 7% donde más gastan los pobres: salud, alimentos y educación. Es decir, entre la inflación y la subida del IVA, el aumento del salario mínimo se esfumó en segundos; f) ninguna de las 167 entidades estatales evaluadas por Transparencia Internacional está en riesgo bajo de corrupción. Ni una sola. Todas están en riesgo mayor. El 74% de la contratación estatal es directa, es decir, sin licitación y más del 50% tiene un único proponente. Por eso no debe extrañarnos que estemos en el puesto 90 entre 167 países y que hayamos retrocedido 12 puestos desde el 2010; g) por primera vez en tres lustros la pobreza aumentó del 27,8 al 28%, y la indigencia creció seis décimas, del 7,9 al 8,5%. Es decir, mal contados casi tres de cada diez colombianos es pobre y uno más es indigente. Con tasas de crecimiento del 2%, como en el 2016, o menores, como la de este año, la pobreza solo aumentará.
En fin, la situación no se arregla con más propaganda ni con amenazantes llamadas a los medios, sino con acciones enérgicas que ataquen la corrupción, regresen a la austeridad y disminuyan la burocracia y el gasto público, les devuelvan el dinero a los ciudadanos, y le den confianza y seguridad jurídica a los empresarios nacionales y extranjeros para invertir. Hay que corregir el rumbo. Porque como vamos, vamos muy mal y con tendencia a empeorar.

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¡Me rendí! Finalmente he abierto una cuenta de Twitter

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