59 de cada 100 mujeres de Cali viven en estratos 1 y 2, dice el más reciente informe de Cali Cómo Vamos, publicado y analizado por este diario.

Tuve que releer y devolverme al sumario para constatar que hablaban de Cali y no de alguna ciudad recién bombardeada: 55 de cada 100 caleñas no estudiaron ni trabajaron en 2021. ¿Y entonces? La carga de oficios en el hogar es siete veces superior para las caleñas, en comparación con la carga doméstica que asume el género masculino.

Como decían sobre el Covid: estamos juntos en el mismo mar, pero no vamos en la misma embarcación. Algunos van en yate, otros van en una balsa desinflada. Lo mismo aplicaría para las mujeres de Cali, una ciudad de enormes y legendarios liderazgos femeninos, pasados y presentes.

Pero, por otro lado, la realidad se impone para demostrar que es mucho más difícil nacer mujer que nacer hombre en este ecosistema, en este sistema que es, sobre todo, una mentalidad.

Y en esa mentalidad, que luego se convierte en cifra, en estadística, en paisaje, la mujer tiende a ser reducida a un rol ornamental, silente, pasivo, resignado, y muchas veces la idea de triunfo que se exalta socialmente es la del “Cacique y la Diosa”. Qué peligro quedar atrapado en un arquetipo tan limitado.

Alguna vez en un análisis de por qué los medios tienen más fuentes masculinas que femeninas en las noticias, concluíamos un hecho tan triste como real: buena parte de las mujeres consultadas por los reporteros preferían no opinar, mucho menos ser citadas con nombre propio en un medio pues, así fueran expertas en los temas, temían molestar a su “jefe, superior jerárquico, cara visible”. Para ahorrarse problemas preferían que quien hablara, figurara, apareciera o resaltara
fuera, de nuevo, un él.

Las mesas del fin de semana del Amor y la Amistad se llenan de rosas y empalagos, y qué bien que se mueva la economía, y qué bien que las canciones exalten caderas y frenesíes, pero de qué amor hablamos, de qué amistad hablamos si las caleñas tuvieron un ingreso laboral promedio casi 30% menor que la población masculina. El dato, de nuevo, es del citado informe que se pregunta: Cali Cómo vamos.