Hace 38 años Águeda Pizarro Oniçiu fundó el Encuentro de Mujeres Poetas, cuando hacerlo no daba réditos ni estaba de moda.

Poeta de raíces españolas y rumanas, Águeda era -en aquel entonces- más conocida por ser la esposa de Omar Rayo, etiqueta de la que se fue liberando hasta ser hoy, ella, la cabeza platinada, el corazón ardiente, los labios rojos y la potente voz de un museo, de una ciudad donde es el faro cultural, y de su propia obra literaria.

A sus 81 años tiene una belleza iridiscente, que brota no sé de qué longitud de onda suprema. Mucho en común con la siempre extrañada Soffy Arboleda: sofisticación sin edad, sensibilidad cultivada, elegancia innata y generosidad sin agenda.

Libres de ruindad y bajeza, ciudadanas del mundo, con seguridad en su propio brillo, y esa tranquilidad que da una vida vivida intensamente, lejos de las cuadrículas.

No olvida detalles mínimos que uno le ha dicho años atrás. Lo recuerda con detalles milimétricos porque ella verdaderamente escucha, característica inequívoca de alguien generoso.

La buena memoria es, también, conditio sine qua non de la buena poesía. Qué sería de los poetas sin la capacidad de retener un color, una sensación, una palabra que retumba, una inquietud, una textura, una sutileza que años o décadas más tarde se convertirá en metáfora.

Esa capacidad de ser mecenas y aliada de los sueños y la voz de otras mujeres, la lleva a liderar, una vez más, el Encuentro de Mujeres Poetas, del 19 al 24 de julio.

En el Museo Rayo de Roldanillo se celebrarán 100 años del natalicio de Maruja Vieira, con 100 poemas por Ana Mercedes Vivas.
Se presentarán las Cantadoras del Patía, habrá homenaje a Mary Grueso, conferencia de Carmiña Navia, recital de Rosario Caicedo. Poesía afrocolombiana, y también poesía indígena colombiana.

El sábado 23, a las 10:30 a.m., conversaremos de forma presencial, sobre mujeres y letras, y los años de virtualidad volverán a ser de abrazos.

Águeda ha rodeado, con sus manos de largos dedos, muchas llamas narrativas. Lo ha hecho por cuatro décadas, y seguramente toda su vida, con centenares de mujeres sensibles que encuentra a su paso. Nada como la fe de una mujer en otra mujer.

En nombre de tantas voces alentadas por su inspiración, gracias a ella, a Águeda, quien escribió:

Te transformas/ atomo por átomo/ en implosión,/ en la materia prima/ de la tierra/ que es el vuelo/ negro/ de un arcángel /hasta la matriz de su origen.