La historia se repite: chiva bomba, ataque a la población civil, retenes de las Farc, bombardeos en serie y la cuota de víctimas fatales. La historia se repite: el gobierno se desplaza a la zona, se anuncian medidas de choque, batallón de alta montaña, fuerza de tarea especial y acompañamiento a la comunidad. La historia se repite: pasan un par de semanas y todo vuelve a la normalidad; a la normalidad de muchas poblaciones del Cauca, que es más bien la anormalidad de una guerra incrustada en la entrañas de un departamento que por años ha visto a distintas guerrillas convertir su tierra en centro de operaciones. Lo que ha pasado esta semana es diferente a todo lo ya vivido: la Guardia Indígena se tomó la justicia por las manos, derrumbó las barricadas de la Fuerza Pública y al día siguiente fue tras los campamentos de las Farc. Ayer en la tarde se resistieron a una reunión con el Presidente Santos, quien ofició consejo de Ministros en Toribío, además de abuchear la comitiva presidencial al llegar al pueblo.Un claro síntoma de desespero, de hastío, de algunos de ellos. Porque hay quienes señalan que hay indígenas que simpatizan con la guerrilla. Que hay un radicalismo extremo entre muchos, contra el Estado y la seguridad (ojo, no podemos igualar a la Policía con la guerrilla, como causante de la guerra en el Cauca) que se resisten a leyes distintas a las suyas y que incluso un sector de ellos cultiva coca. Pero esa es apenas una pieza del complejo panorama del Cauca, donde el desempleo azota a las comunidades campesinas, que hace muchos años perdieron su vocación como lo han explicado los líderes de la región, argumentando que, en consecuencia hay quienes terminan en una u otra orilla de la confrontación. Lo cierto, al final, es que el Cauca, el departamento sitiado por las Farc en el que fue abatido su máximo cabecilla, en el que estalla cualquier forma de bomba cada mes y en el que hay retenes de la guerrilla (los periodistas que estuvieron ayer en la zona vieron dos) enfrenta estoicamente un infierno cíclico que termina con visitas y promesas del gobierno de turno (para ser justos). Luego, todo sigue igual.Por eso, antes que condenar la aireada reacción de la Guardia Indígena, que ha sufrido en carne propia la guerra, lo que hay que analizar es por qué las distintas estrategias de lucha no dan resultado; por qué el componente social de las mismas parece insuficiente y por qué parecemos impotentes ante lo que pasa en el Cauca. Eso, antes que pensar que el problema ha sido de indolencia. Eso, antes que pensar que la historia se repetirá por siempre.