Con frecuencia, las cosas que pasan en esta ciudad me devuelven a esa pasión enfermiza de todo melómano: redescubrir nuevos sentidos a la música, encontrar la melodía perdida de la vida, usarla para reforzar ideas. Y lo que pasó esta semana en el Concejo de Cali me devolvió a la vieja esquina salsera de mi barrio. Cuento y explico:
El pasado lunes en una sesión plenaria de esa corporación se armó una gresca virtual porque a un concejal, Juan Martín Bravo, del Partido Conservador, le dio por proponer que se citara a dos funcionarios de la Alcaldía para que expliquen cómo han invertido los recursos públicos para atender la emergencia por la pandemia del coronavirus.
Nada extraño, ni por fuera de lo que se espera que haga un concejal.
Después de todo, la Constitución dice que para eso existen: para ayudar a gobernar la ciudad y ejercer los controles que sean necesarios al Alcalde de turno. Son la ‘junta directiva’ que representa a todos los habitantes de un Municipio.
Pero, en un hecho insólito y absurdo, a la mayoría de los demás concejales esa idea les resultó inapropiada, inconcebible, casi un agravio. Apenas tres respaldaron la proposición y los demás dijeron No.
Más asombrosa aún fue la razón que esgrimieron algunos: que pedirle a la Alcaldía que explique en qué y cómo se está gastando la plata de los caleños, es someterla a un “profundo desgaste” y que es mejor “dejarla trabajar porque está haciendo las cosas bien”.
Pero ayer, solo tres días después, la pregunta que retumbaba en todos los medios de comunicación locales es por qué aquí nos salió tan costoso entregar mercados a las familias afectadas por la cuarentena.
En Cali pagamos hasta $27.820 por mercado entregado, mientras en Medellín pagaron $11.501 y en Barranquilla $6.077, según cifras que analiza la Contraloría Municipal.
También muchos se preguntan por qué para entregar alimentos se contrató a una unión temporal en la que figura como socio un especialista en, adivinen qué... maquinaria pesada.
Me resulta inexplicable que, de forma apresurada, el Concejo haya renunciado a recibir una explicación sobre semejantes dudas. Y me parece una torpeza que la Alcaldía haya permitido que el tema pasara ‘de agache’, para tener que salir 72 horas después a apagar un incendio.
Como muchos otros ciudadanos, soy de los que cree que el alcalde Ospina lo ha hecho bien hasta ahora en esta dura prueba de la pandemia. Y, como ya lo he dicho, espero que le vaya bien en su Gobierno, porque si así ocurre a Cali le irá bien.
Pero de ahí a creer que los ciudadanos, y los concejales que nos representan, debemos renunciar al derecho de vigilar el uso de los dineros públicos, y firmarle un cheque en blanco al Alcalde para que disponga de ellos sin ningún tipo de control, hay una diferencia enorme.
Eso habla mucho, y muy mal, del talante de este Concejo, que al inicio del año se proclamó como supuestamente renovado y distinto.
No soy ingenuo. Desde los lejanos días en los que cubrí como reportero el Concejo de Cali sé muy bien cómo funcionan las relaciones entre esa entidad y el Gobierno Municipal. Todos los alcaldes, sin excepción, han transado gobernabilidad por puestos. Y por contratos. Y por favores.
El alcalde Ospina cuenta hoy con una coalición que le permite tener el apoyo de al menos 17 de los 21 concejales.
Pero ambos, Alcaldía y Concejo, podrían estar cayendo en el grave error de creer que los tiempos no cambiaron, que esta ciudad y su gente son como eran hace 10 o 20 años. Y que en este Siglo XXI, lleno de crispación y dominado por las redes sociales, se puede seguir gobernando a espaldas de la gente.
No es así. Hay una nueva generación de ciudadanos que exige transparencia en todas las actuaciones de lo público. Que no 'come callada'. Y que tiene una voz amplificada por la tecnología para pasar 'cuenta de cobro' en las calles por lo que no parece ir bien dentro de los recintos oficiales. ¿Remember el 21N?
Le convendría mucho a esa nueva generación de políticos que hoy integra el Concejo de Cali -- varios de ellos elegidos con las banderas de un partido que dice impulsar la lucha contra la corrupción --, entender que los tiempos del unanimismo se acabaron. Y que la labor de vigilancia a la que parecen estar renunciando sí la vamos a ejercer nosotros los ciudadanos sobre ellos.
Y vale la pena que no olviden el coro de una vieja melodía salsera que me devolvieron por estos días con su vergonzante actuación del lunes: “Vigilándote vengo como el águila, como el águila vengo vigilándote...”.