Los ricos endeudados hasta el cogote: podría ser una manera coloquial de definir la actual situación de muchos de los países de la Unión Europea, que es el experimento de integración económica de países soberanos más ambicioso y exitoso que haya existido, hoy en la cuerda floja por cuenta del excesivo endeudamiento de algunos de sus miembros. El problema central es que para ser miembro de tan selecto club, formado inicialmente por naciones muy poderosas, con economías similares, hay que cumplir con metas fiscales rigurosas, pues no de otra manera podría tenerse una moneda común fuerte. Y algunos no han hecho más que gastar y gastar.La idea de una comunidad de naciones, nacida en 1951 como una comunidad del carbón y del acero, sobre las ruinas que la Segunda Guerra Mundial había dejado en Francia, Alemania, Italia, Bélgica y Holanda, fue extendiendo sus alcances y sus miembros. En 1973 se incorporaron Dinamarca, Irlanda y el Reino Unido. Cuando en 1981 se incorpora Grecia y en 1986 España y Portugal, eran más o menos los parientes pobres. En 1992 se firma el Tratado de Maastricht, que le da nacimiento a la Unión Europea como la conocemos hoy, con una moneda común (exceptuando la libra esterlina) y unos claros propósitos de integración política. En el 2004 se amplía a diez países más con un desarrollo relativo muy inferior a los miembros anteriores y enormes desigualdades internas, lo que ha producido en parte la crisis actual.El problema central es que en muchos sentidos pertenecer a una comunidad de este tipo es una renuncia a la soberanía, como se ha venido entendiendo desde la creación de los Estados Nacionales en el siglo XVI. Particularmente en el tema de la soberanía monetaria, que limita enormemente el manejo de problemas particulares de las naciones, como estimular el consumo, o el empleo o la inversión, pues las ata a condiciones generales. Entran al club de los ricos, empiezan a comportase como tales, piden prestado y luego no tienen cómo pagar la cuenta. Como la moneda es la misma, para que ella mantenga su valor el ajuste tiene que ser general. El cuadro es patético. Los salarios relativamente más altos del sector público han sido reducidos o congelados por períodos hasta de tres años en Gran Bretaña, Grecia, Portugal, España. Italia, y Alemania; el IVA se aumentará a niveles entre el 20 % y el 25% en España, Estonia, Letonia, Lituania, Grecia, Hungría, Finlandia, Reino Unido y Rumania. Las edades de jubilación se aumentarán entre los 62 y los 67 años en Francia, Reino Unido, España e Italia. Si los déficits fiscales de los gobiernos, financiados con bonos nacionales, no se controlan, el Euro se derrumbaría, y la economía mundial detrás de él.Curioso comparar estas medidas radicales para mantener el valor de la moneda con la situación de un país como Colombia, que vive el espejismo de una moneda sobrevaluada. La fiesta europea no ha dejado sino sinsabores: elevados niveles de desempleo, recesión, y una política de austeridad que puede agravar la recesión. Pero la disciplina está a la orden del día. Los cambios que se proponen en Europa para lograr de nuevo un ajuste fiscal son anatema entre nosotros: flexibilización del mercado laboral, disminución de salarios, recorte de poderes a los sindicatos, reducción de la nómina estatal y extensión de la edad de jubilación. Y eso que nuestro déficit fiscal consolidado se estima en 3.5%. Como dice el tío Baltasar, esos son los gajes agridulces de la vieja e irresponsable soberanía de los pobres.