El éxito de una ideología es de carácter gerencial: si el sistema funciona poco importa quién sea el dueño de las empresas. Así que toca calificar las experiencias y las buenas prácticas. El tema de si las empresas deben ser de propiedad pública o privada es ideológico, no económico. Para la ideología comunista, toda empresa debe ser de propiedad estatal, lo que implica la abolición de la propiedad privada. Para la ideología social-demócrata, las empresas que prestan servicios básicos deben ser de propiedad pública. Para la ideología capitalista, toda empresa debe ser de propiedad privada. En los tres casos se busca el mismo objetivo práctico: que las empresas presten un buen servicio, a costos razonables, en beneficio de sus clientes. Es decir, el problema central de las tres ideologías es el cómo, la buena administración.

Volúmenes se han escrito sobre el desastre gerencial del comunismo, que es el de la planeación centralizada y la supresión de la propiedad privada. Ha arruinado vidas y haciendas, destruido economías, creado los más bárbaros experimentos de ingeniería social. Es el más estruendoso fracaso político de la historia y lo que es peor, lo sigue siendo. Véanse dos casos uno enorme y otro minúsculo: la Unión Soviética y Cuba. Sin contar la supresión de las libertades públicas. O sea, pobreza y represión.

La social-democracia sale mejor librada porque su idea es poner los servicios esenciales al servicio de la gente en un marco democrático, en el cual la empresa privada o pública esté sometida a estricta regulación estatal. Las más sólidas economías europeas se han construido sobre ese principio, luego de haber despegado con el capitalismo salvaje. Ha sido un esfuerzo de poner en cintura las fuerzas del mercado y reservar al Estado, sin exclusividad, áreas como la salud y la educación, forzosamente subsidiadas si se quiere que sean de calidad y lleguen a todos los ciudadanos. Han demostrado, que el Estado puede ser un buen administrador, si se mantiene bajo el escrutinio público.

Y del capitalismo mejor ni hablar. Prospera allí la buena administración de la mano del ánimo de lucro. La dupla ganadora de la modernidad. Es como uno de esos briosos y relucientes caballos árabes que hay que mantener todo el tiempo bajo rigurosa disciplina. Si no termina por desbocarse y haber cuatro ricos dueños de todo. Ha sucedido y sigue sucediendo.

La sociedad ideal sería aquella que respeta la propiedad privada, las libertades públicas, y permite al aparato estatal poner las fuerzas económica al servicio de la equidad en la distribución del ingreso a través de los impuestos y a la justicia a combatir la corrupción y el crimen. Pero es más fácil decirlo que hacerlo. Unas pequeñas muestras: en Suiza el 82 % de la economía está en manos privadas, su ingreso per cápita es $83.155 dólares, su nivel de corrupción 15 % y su desempleo 2 %. En Noruega esas cifras son 73 %, $82.096 dólares, 16 % y 4 %. En Estados Unidos, 78%, $62.641 dólares, 29 % y 4 %. En Venezuela, 26 %, $4.894 dólares, 82 % y 44 %. Y en Corea del Norte 6 %, $683 dólares, 86 % y 16 %, respectivamente. Entre más intervención estatal más pobreza y más corrupción, producto de la mala administración. Se pregunta el tío Baltasar, ¿es un asunto ideológico o administrativo que haya un sistema donde se pueden acomodar al mismo tiempo Ecopetrol y las Empresas Municipales de Cali?