Nuevamente Colombia ve el triste espectáculo de la rasgada de vestiduras y clamor al cielo provocados por escándalos de corrupción en nuestra administración, y peor, en la Justicia. En estos episodios se ‘descubre’ que hay corrupción en la estructura estatal, y se anuncia una ‘cruzada’ (lo más corrupto que ha tenido la historia religiosa) contra tal flagelo, que seguramente termina en un remedo de reforma administrativa o constitucional.Alguna persona se refería a este tema diciendo que Colombia no tenía problemas constitucionales, ni institucionales sino prostitucionales, pues la Constitución y las instituciones no servían para nada si las personas que ocupaban dignidades y cargos estaban a la venta, pues llegaban al puesto como con una patente de corso para asaltar. En Colombia son muy pocos los que se rigen por la Constitución y la ley. Aquí hay un poder superior, que es el ‘statu quo’, amorfa figura de amiguismo y complicidad que no obedece sino las partes de la Constitución y de la ley que les sirven para sostenerse en la posición a la cual han llegado. Es aceptado en Colombia, no se debe el puesto al cumplimiento del deber sino al cumplimiento de las consignas que el “statu quo” le dio. La Constitución provee unos mecanismos institucionales de vigilancia, prevención, investigación y castigo para quienes incurran en delitos o contravenciones que perjudiquen la moral administrativa del Estado, con graves consecuencias para la estabilidad económica y la cohesión social.Así las cosas, cabe preguntar si mientras se corrigen las falencias de la ley no se precisa revisar y corregir los esquemas de Procuraduría, Contraloría, Personería, Tribunales y Cortes, y Comisiones de Acusaciones, etc., que por lo menos deberían siquiera infundir temor a quienes defraudan la sociedad. A ello se debe la pérdida de la credibilidad en estos entes, que por el origen de su nombramiento dan la impresión de no tener independencia y autoridad, causando sospecha de sesgo. Parece que algunos mal llamados servidores públicos proceden descaradamente pasando por el nudo suelto varias veces, pero si son descubiertos, se ríen de los guardianes de los entes de control y escapan sin castigo y vuelven delinquir.Este ‘statu quo’, que rota al giro de la ruleta politiquera, se soporta en el exceso de poder decisorio que tienen los gobiernos, particularmente el central nacional. Las decisiones gubernamentales que por su efecto generan lucro o privilegio terminan teniendo precio (corrupción). De ahí la importancia de la llamada ‘transparencia’ en procedimientos.Benjamín Franklin dijo que la vergüenza y escarnio público son garantía del buen comportamiento. Pero, ¿hay en Colombia hoy en día vergüenza y escarnio públicos? A lo mejor lograrlos es la primera reforma a acometer.