Plazas convertidas en centros comerciales en Barcelona, plebiscito torero pidiendo derecho al trabajo, preocupación de ganaderos dedicados a esta actividad por generaciones, además de la creciente protesta juvenil para acabar con la fiesta taurina, hacen parte de un sainete en el que Colombia es también protagonista en un mundo donde la cacería y el uso de pieles para prendas de vestir es anatema para los ecologistas.

Recientemente, el jurista Leonardo Medina Patiño, me hizo llegar un texto muy lúcido del también abogado Armando Peña y Mosquera, donde se hacen algunas precisiones sobre el destino de la tauromaquia.

Esto dice Armando: “Muchos años antes cuando Europa empezaba en los Pirineos y había un gran desprecio por España, se hablaba de las corridas de toros como algo salvaje propio de un pueblo bárbaro”. O sea, que la idea de estar en contra de las corridas de toros no es nueva. Lo nuevo, es que se pretenda en Colombia prohibirlas.

Los enemigos de los toros dicen que es un espectáculo público de enorme crueldad, con un animal indefenso al que le hacen toda suerte de males, en medio de la felicidad de un público casi salvaje. A eso se puede decir: ¿Y el boxeo? Y entonces dicen no, pero es que en el boxeo la gente va voluntariamente, mientras que al toro lo llevan. Entonces pregunta uno: ¿Y las guerras? Y le contestan los enemigos de los toros, las guerras son por patriotismo. Ya en este momento uno está absolutamente sorprendido por la forma como defienden la idea de prohibir los toros.

Miremos algunas cosas. ¿Será que también habrá que prohibir, que se coma carne? El ganado, cuando va al sitio de sacrificio -dicen los que saben- que ya cuando está cerca de la muerte en un extraño presentimiento el animal se pone tenso.

Entonces el toro sufre en la plaza y el ganado sufre cuando lo van a matar y mucha gente sufre en esta vida ¿o no? ¿Me equivoco? ¿Existe alguna duda?

Me parece a mí, que no soy amante del mundo de los toros y que casi por casualidad he visto unas cuantas corridas que quienes defienden la llamada fiesta brava se equivocan al hacer la defensa con base en que si se acaba, es condenar a muerte la especie de los toros de lidia. En el mundo han desaparecido no sé cuántas especies y nada pasa, desde los dinosaurios. Además este toro tiene 500 años de existencia, si mucho mil. Pienso que el futuro, algo desconocido que hace parte de la aventura de la vida, va a traer muchas cosas predecibles y muchas impredecibles. Entre las predecibles hoy en día está que en unos cuantos años, no exista la fiesta brava.

Entonces, si eso es así, por qué no dejar que la fiesta brava se acabe por sí sola, que no exista el público para las corridas, que quede reducida a un grupo de damas y caballeros, que en privado, asistan a corridas en pequeños ruedos.

Voy a referirme a otra minoría. Los parsis en la India son menos de 100 mil, es una religión fundada en Persia por Zoroastro hace más de 2.500 años. El cuento tiene que ver con que esta religión sobrevive y a nadie se le ocurre prohibirla. Entre otras cosas la familia más rica de la India, los Tata, son parsis. Esto lo digo y pregunto a quiénes se les puede ocurrir prohibir los toros. ¡Es insólito! Todo, porque los amantes del toreo son una minoría. Parece que les importa poco la conocida frase “vivir y dejar vivir”.

Si no le ponemos punto final a esta historia, tengan la seguridad que mañana nos prohíben comer carne, estar en un sitio después de la media noche, pertenecer a ciertos grupos sociales o religiosos por minoritarios y quién sabe cuántas cosas más. ¿Por qué mejor no nos refugiamos en la frase “prohibido prohibir” y seguimos nuestra vida?”.

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