Nos faltó la ‘L’ de la lógica, de la locura, de la luz y la lascivia; la bendita ‘ele’ de la elegancia, la del caldillo de congrio, la de los pensamientos elevados, la eléctrica, la elaborada ‘L’ que en inglés transforma palabras en mundos y cuya ausencia de mundo, la desnuda sólo como palabra.Cuando aterricé en el periodismo y los diarios acababan de abandonar la linotipia, todavía se hablaba del ‘duende de los linotipos’, una figura polvosa -y ensombrerada, imagino- que trastocaba las letras con afán perverso y confundía los textos mientras reía agazapado tras los cubos de tinta.El duendecillo de aquella época era sólo una excusa para lavar compasivamente el humano error que nadie asumía; nadie había visto el exabrupto gramatical; ni el reportero, ni el corrector de estilo, ni el armador de páginas. Era menester culpar a ese ser oscuro, pequeño, maléfico.En España, cuando se va a publicar un libro, es menester que el autor lo relea en tres ocasiones, el mismo número de veces que pasa por el corrector de la editorial. Es claro, se trata de una criba en propia lengua.Diferente es cuando se trata de ‘pillar’ un error en lengua extranjera, como acaba de ocurrir en Cali con las medallas. La poeta y periodista Ana Milena Puerta, me dice que cuando estos mismos juegos se realizaron en Grecia, fueron nombrados en griego. ¿Por qué aquí no podían denominarse sólo ‘Juegos Mundiales’?El desatino de este duende posmoderno que convirtió ‘Juegos Mundiales’ en ‘Juegos de Palabras’ ha revestido la mayor importancia para las dos cadenas nacionales de comunicación, las mismas que han tratado con desdén y olvido a la ciudad. Y el asunto no da para tanto, pues los mismos deportistas lo han tomado con sonrisa amable -saben lo difícil que es ser campeón de ‘scrabble’- y recibirán sus medallas debidamente corregidas.Se trata de dos mil preseas fundidas originalmente en platino y revestidas con baños de metales nobles; oro, plata y bronce. Estas medallas, desde luego, no pueden ser desechadas. Acabo de proponer en la red, que se abra una subasta pública con las medallas del error. Al asunto hay que ponerle humor; uno bien pagaría por ellas, para tenerlas como un buen recuerdo de las justas. Ayudaría además a pagar el correo con la medalla correcta; monto millonario.Lo claro es que hoy no es posible echarle la culpa al duende; hay un responsable, no sabemos si nacional o extranjero, a quien la dirección de los Juegos adjudicó este contrato. En Cali, un alcalde, no recuerdo su nombre, prohibió los avisos en inglés en nombres de restaurantes o fuentes de soda. Así, sitios que se hacían llamar ‘pubs’, que tenían inscripciones como ‘American bar’, ‘Coffee shop’, ‘Dancing Club’, o cosas así, debieron rectificar y cambiar sus neones en la Avenida Sexta. Extrema la medida, pero rectificaba, o al menos intentaba hacerle un favor a la lengua castellana, y a los propios.Acabo de regresar de Taganga, paraíso mochilero cercano a Santa Marta, y es de ver cómo los nativos acomodaron su vida a las necesidades de los turistas internacionales. Taganga parece hoy un paraje de Florida o California. En las calles ya no se venden pastelillos de pescado, sino ‘Fish tacos’, y a las empanadas de cazón o raya, se les llama ‘Dumpling shellfish’ o ‘Raya cakes’. En las casitas humildes que van a la ladera, se ven ya avisos como ‘Laundry’, en los postes, pues muchas tagangueras ganan sus dolaretes lavando la ropa de los turistas.Nosotros, por andar de ‘World Games’, perdimos algo de la ‘L’ olímpica y le dimos papaya a los que mantienen lista la ‘L’ de la burla. La próxima vez que sea en cristiano: ‘Juegos Mundiales’.