Escribir a mano, quien lo creyera, es hoy un asunto del pasado, y la ciencia se pregunta cuáles serán los efectos de suprimir esa conexión entre el cerebro -los pensamientos- y la extremidad derecha o izquierda que acoge ideas, sentimientos, para plasmarlas con los signos del alfabeto.

Con la escritura a mano alzada también desaparecieron las cartas de amor con la tinta corrida por el llanto, las estampillas, la entrega inmediata, los telegramas, lo que dejó sin trabajo a millones de carteros en el mundo, y a los calígrafos -especie en vías de extinción- que marcaban diplomas, tarjetas de grado e invitaciones a bodas con letra gótica.

Esta despedida de la escritura tradicional deja también sin trabajo a los grafólogos, otrora expertos en categorizar la ‘intencionalidad’ de un texto o su origen.

Los elementos del calígrafo eran el papel secante, la tinta china, la plumilla y unas regletas con las que era menester ajustar el ‘nivel’ de la letra para que esta no mirara al cielo -arriba- o al infierno, ‘abajo’.
Para mí fue imprescindible mejorar la letra con la ayuda de un calígrafo excepcional, más conocido hoy por su éxito en el campo de la música folclórica: Enrique Urbano Tenorio, más conocido como “Peregoyo”, creador del Combo Vacaná. Alternaba su tarea musical con clases de caligrafía, dibujo y perspectiva en el colegio Pascual de Andagoya de Buenaventura. El Método Palmer era lo suyo, con el cual formó a varias generaciones de porteños, pues llegar a pergeñar sus aes, sus eses elongadas, sus ces con ganchillos, su ele libertaria, era asunto de práctica previa con los famosos “rolls” y otra serie de grafismos verticales, unidos, que culminaban con un aplauso al universo.

‘Peregoyo’ enseñaba a trazar líneas rectas sin regla, a ‘iluminar’ letras de imprenta, una habilidad que lo convirtió en el primer cartelista del puerto.

Escritores clásicos como Cortázar, Rulfo, Hemingway, Dos Passos, Salinger, Margarite Youcenar, Neruda, Gabriela Mistral, defendieron siempre ese ‘tono’ particular que adquiere la literatura cuando se escribe a mano.

No obstante, la velocidad de estos tiempos, el arribo de nuevas tecnologías, relegó la escritura tradicional a las listas de mercado y al breve espacio del sobre blanco tradicional y el de manila.

Según exámenes científicos, la escritura a mano alzada compromete un trabajo de extraordinaria agilidad mental y dinamismo neuronal, un razonamiento lógico que favorece las relaciones afectivas y sociales: “Cuando escribimos una idea a mano sobre el papel, nuestro cerebro entiende que estamos dando prioridad a esa idea sobre otras de las muchas que circulan por él. La letra tradicional cursiva obliga a los niños a mantener el trazo continuo y ligado y, muchas veces sin saberlo, los hace creativos, sociales, maduros y libres”.

Finlandia es una de las primeras naciones que se enfrenta al drama de la desaparición de la escritura tradicional. El profesor de Pedagogía Aplicada de la Universitat Oberta de Catalunya, UOC, Guillermo Bautista, dice que los finlandeses no plantean suprimir la escritura manual, sino “sustituir” la caligráfica.

El director de la Unidad de Evaluación Neuropsicológica del Instituto de Orientación Psicológica EOS, Francisco Rodríguez, comenta que “escribir en letra cursiva da un margen de tiempo que quizás no permite el teclado, sobre todo a la hora de imaginar, de expresar las ideas…”.
Otro aspecto está relacionado con el desarrollo de la llamada ‘motricidad fina’ (dedos y manos), pues la escritura manual conlleva ‘una melodía cinética’. La motricidad fina no está relegada sólo al movimiento, sino que invade el espacio del ritmo, es acompasada.

Puedes hacer mucho para evitar que desaparezca la escritura a mano. Volver a ella para articular el pensamiento, expresar tu carácter, tu estado de ánimo en una situación particular. Todo un masaje de estímulo emocional para el cerebro.

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