Mientras que la campaña publicitaria del candidato Petro tiene un eje conceptual claro y definido y una excelente presentación, las de sus opositores andan de tumbo en tumbo: por un lado tienen unos mensajes que no los hacen distinguir de los otros, con lugares comunes y frases manidas que perfectamente le sirven a unos y otros, y por el otro lado se echan vainas y se ofenden mutuamente lo cual no concuerda con los avisos, las vallas y los volantes en que aparecen abrazados falsa e hipócritamente .

Y no crean que los votantes tragan entero: por el contrario al ver estas contradicciones, rechazan estos mensajes porque no saben al fin si se quieren o se odian, es decir no hay coherencia.

Así las cosas, llegaremos a las elecciones del próximo domingo en que habrá que escoger entre las tales coaliciones cuyos integrantes se le confunden a la gente del común -la que vota- amén de los candidatos al Senado y a la Cámara de Representantes.

Un completo galimatías que no dará tiempo para pensar, entender y decidir las preferencias de cada sufragante.

Pero ahora viene lo más grave y es la cantidad de opciones que se presentan además de la de Petro que también tiene sus contendores pero ninguno con la fuerza que le asiste además de los independientes -¿al fin cuántos y cuáles son?-, lo que es un error garrafal si es que se trata de derrotar al que sigue punteando en las encuestas.

Estamos en un país desunido políticamente tratando de vencer a quien lleva años en campaña y cuando al fin medio se pusieron de acuerdo se agarran entre ellos en vivo y en directo, dando un deplorable y vergonzoso espectáculo de galería, sacándose los cueros al sol y hasta madreándose mutuamente.

¿Qué quedará de las elecciones del próximo 13 de marzo, es decir de este domingo que viene y la noche que llega?

Un puñado de elegidos y muchos pero muchos quemados que ‘nien se sabe’ para donde irán a parar, llenos de frustraciones y resentimientos o que simplemente darán un paso al costado y se retirarán de la arena política.

Lo que reina es una falta de liderazgo colectivo frente a unos egos y protagonismos obnubilados que por no unirse nos pueden llevar al caos.

Y ante este espectáculo, la presencia de la corrupción ronda en todas las sedes y los directorios lo cual produce ganas de vomitar y se podrá reflejar en un abstencionismo sin antecedentes y en pesca en río revuelto ya sabemos quiénes son siempre los ganadores.

De todas maneras, hay que acudir a las urnas en paz y expresar con ello las preferencias de los candidatos y candidatas con quién más nos identificamos. Con ello estaremos preservando la democracia.

¿Será que es demasiado tarde para unirnos?

***

Posdata: Seguiré insistiendo con el estribillo que tiene ya no sé cuántos años: “Nos unimos o nos hundimos”.