Aquí todos hablan de recesión. De que nos cayó la roya. De que nos llevó el diablo. De qué hay que irse y está cundiendo el pánico entre ciertos sectores tradicionales. Y uno escucha esos comentarios y los respeta por cuanto cada quien es dueño de su propio miedo.

Sin embargo, lo que se ve es bien distinto a esas afirmaciones, y me explico: la propiedad raíz se está moviendo y harto.

No hay semana en que no salga un mega proyecto nuevo y los constructores y los inmobiliarios están más que satisfechos por los resultados en las ventas.

Que no se vende la vivienda usada, falso y que el metro cuadrado está por las cumbres, cierto.

Y vámonos a las fincas de recreo: miren no más el boom de El Carmen.
Hay más de diez parcelaciones nuevas con casas hasta de mil millones.

Y lo propio sucede en Dapa y Calima en donde las ferreterías y los almacenes de construcción no se dan abasto.

¿Y qué me dicen de los restaurantes en los que ahora hay que reservar con anticipación y hay una sana competencia de calidad y atención?
Igual sucede con la hotelería  que registra ocupaciones muy por encima de lo previsto.

Y vayámonos a los centros comerciales que están ‘tuquios’ de gente y en donde se están abriendo locales y más locales y ni hablar de las ventas de vehículos en qué para comprar cualquier pichirilo hay que pagarlo por anticipado y colocarse en una lista de espera que puede durar hasta cuatro meses.

Y de los alta gama ni hablar: las vitrinas que exhibían orgullosamente deslumbrantes últimos modelos están vacías porque todo lo venden desde antes de que lleguen y estamos hablando de vehículos que pasaron los 300 melones y de ahí para arriba.

En los supermercados, las cajas registradoras no tienen descanso y los productos importados se venden como pan caliente.

El aeropuerto es un hormiguero de gentes de todos los pelambres que van a la conchinchina y otros destinos como antes iban a La Bocana y a Monserrate.

Los banqueros no pueden ocultar sus sonrisas y las casas de cambio menos y las remesas crecen y crecen como crecen los almacenes de decoración -ya hasta estamos en diciembre-, los cirujanos plásticos entetan  y enculan  a tutiplén, los limosneros solo reciben billetes  de cinco mil y las iglesias registran llenos en los talegos de las limosnas.

Entonces, aquí está pasando algo, porque lo que hay es una danza de millones que pareciera no parar y es que hay una economía subterránea que ha inundado de oro blanco o negro todas las actividades económicas con honrosas excepciones y que conste.

¿Recesión? ¡Muéstrenme a ver dónde!

¿Será que lo anterior tiene  alguito que  ver con que nuestro litoral Pacífico el año pasado llegó casi a las 90 mil hectáreas sembradas de coca, un 80% más que lo que había en el año 2020 o será pura coincidencia?

Aunque ojo: ello no quiere decir que toda esta mencionada bonanza se le deben atribuir a semejante disparada que debería tenernos con los pelos de punta.