Si el poeta Eduardo Carranza viviera y hubiese venido a Cali a la ceremonia de grado del colegio Liceo Benalcázar cuando se enamoró a primera vista de María Teresa Holguín, a quien dedicó el famoso Soneto a Teresa y quien se casó después con Julián Garcés Córdoba, no se le habría ocurrido decir que Cali es un sueño atravesado por un río.

Que somos un sueño está por aclararse porque para muchos -no para mi- Cali es una pesadilla, y lo del Río es dolorosamente falso y me duele escribirlo porque de ese río cantarín de aguas cristalinas donde las gentes se bañaban en el Charco del Burro e incluso se podía pescar hasta de noche, no queda sino el recuerdo.

Nuestro río tutelar es hoy una vergüenza ecológica no solo porque sigue siendo una alcantarilla a la que van a parar los orines y los popós de las invasiones que crecen y se crecen como crecen las sombras cuando el sol declina, sino que debe soportar el haberse convertido en un basurero público al que van a parar toda suerte de objetos desde hornos y estufas y neveras hasta sofás, comedores, pedazos de carros y todos los sobrantes de las casuchas que le estarán disparando a matar.

Y ahora y para colmo de males, resulta que el río, desde cuando en él desemboca el otro rio tutelar, el Aguacatal, adquiere un color cobrizo que sube de tono a ratos y se torna amarillo-rojo.

Me lo hizo notar hace algún tiempo Gustavo Montoya con una indignación inocultable, proponiendo que se creara una legión de cuidadores del Río para salvaguardar el estado de este patrimonio hídrico de nuestra otrora bella villa.

Me di entonces a la tarea de averiguar qué diablos pasaba con ese río coloreado. Hablé con el Dagma, la CVC, Emcali y la misma alcaldía en busca de la razón de tan sospechoso y espanto colorido.

Todos coincidieron en que se trata de los reductos que han ido dejando las minas activas y pasivas de explotación de minerales entre ellos el carbón y el oro y quien sabe cuáles otras, y que se están adelantando las acciones pertinentes, aunque se trata de unas mafias que tienen bajo su control esos lugares que los defienden a sangre y fuego.

Lo otro que ha acelerado esa coloración ha sido el invierno que ha removido los socavones mineros, y se espera que en este verano que se ha iniciado bien tarde, no se presente este fenómeno obra del ser humano en contra de la naturaleza, lo que nos debiera avergonzar como caleños.

Esperemos que en una acción conjunta de quienes tienen la responsabilidad de velar por nuestro río Cali actúen de manera eficiente y apoyen la idea de la legión de los defensores de este patrimonio que se merece una mejor suerte.

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Posdata: ¿Qué se hizo la locomotora que estaba ubicada frente a la entrada de la estación de ferrocarril, en la glorieta del final de la avenida de las Américas?

Se supo que debió ser retirada de su espacio porque se había convertido en un nido de ratas y de malandros cuando el paro. Pero esa desgracia ya pasó. ¿No es justo que vuelva a su lugar, igual que la estatua de Belalcázar?